VALENCIA. Lleva cinco años ‘en la carretera' y este viernes actúa de nuevo en Valencia, una ciudad que asegura le trata "especialmente bien". En este caso lo hará junto a Sara Escudero y con el Día de la Mujer Trabajadora como telón de fondo, en el Ateneo Mercantil a partir de las 23 horas. De esta forma, dos de las más destacadas cómicas de la nueva ola defenderán con su humor negro al borde de la disconformidad unos monólogos que la propia murciana asegura "han estado a punto de llegar a las manos en alguna ocasión".
Además de su papel dentro del equipo de guionistas de El Hormiguero, esta humorista arrancó su salto hacia la popularidad desde que Paramount Comedy se fijó en ella para incluirla en su nómina de monologuistas. Con una actividad incesante a través del entorno online, especialmente activa en su cuenta de Twitter con más de 74.000 seguidores, Raquel Sastre cuenta con algún que otro tropiezo en su ascendente evolución. Por ejemplo, el nada fructífero paso por la productora El Terra.
Ondeando la bandera de un humor 'fuerte', más que atrevido, con unos textos "que podía defender cualquier tío en el escenario" y que la caracterizan dentro del circuito nacional, Raquel Sastre cree que a diferencia de lo que pueda parecer por el tópico, "España no soporta muy bien el asunto del humor. Es, por así decirlo, el típico gracioso de la clase que se anda burlando de todo el mundo y cuando la broma habla de él, entonces lo lleva peor que nadie".
-¿A qué se debe la fijación de los cómicos y guionistas con Murcia?
-A todas las comunidades les toca cargar con su tópico y el nuestro es el de paletos. Yo no lo entiendo, pero me parece muy bien. Siempre digo: ‘no vengáis, que somos paletos', porque la verdad es que es una pena que las playas se nos tengan que llenar de madrileños y catalanes con lo tranquilas que están cuando no vienen. Pero bueno, cargamos con ello y creo que el acento tiene mucho que ver. También diré que cuando sale un murciano en televisión parece que lo busquen a propóstio, porque sale con un acento cerrado, sin muchas luces, que no lo entiende nadie. No ayuda.
-Tú, directamente, has suprimido tu acento.
-Pues sí, lo he suprimido. Algunos acentos pueden ser muy cerrados, como el gallego o el andaluz, o como también lo es el murciano. A veces es complicado entendernos y desde que empecé en esto me di cuenta de que tenía que hablar lo más neutro posible, para que se me entienda bien, vaya. Y también hablar lento, pero vamos, que no funciona con todos. A los valencianos os hablan lento y no etendéis nada; al final seguís votando a los mismos.
-España es, aparentemente, un país con un buen sentido del humor. ¿Tú crees que es así?
-Para nada. Encajamos mal los chistes y deberíamos ser un poco menos mirados, la verdad. En una actuación que recuerdo ahora, por ejemplo, estaba haciendo chistes sobre pederastas y había una mujer riéndose mucho. Hice uno sobre ‘sudacas' y se enfadó muchísimo porque era sudamericana. Le dije que había estado haciendo chistes sobre hombres que violan a niños y que si eso le había parecido gracioso, que lo otro no podía ofenderle... y hasta me dio la razón. Creo que no somos muy abiertos al humor y tenemos mucho que aprender.
-Con tu experiencia en televisión, ¿no tienes la sensación de que los contenidos son un poco encorsetados?
-Me preguntan mucho por El Hormiguero en este sentido, por si mi humor no se ve reflejado en los guiones. A mí me pagan por hacer un tipo de humor y no soy el director del programa. Si estoy en El Hormiguero sé que no voy a hacer el humor de Vaya Semanita; sé lo que quieren. ¡Y ya está bien de ese rollo del artista imprimiendo su carácter a todo lo que hace! No voy a imprimir mi sello en algo para lo que me contratan, con un fin.
-Los críticos de teatro llevan años ‘matando' al monólogo. ¿En qué estado lo ves tú, desde dentro?
-Veo que se llena antes un recinto con Goyo Jiménez que con una obra convencional de teatro. Los monólogos tienen una gran acogida en el público y también en quien programa: no necesitamos escenografía ni vestuario y esto casa muy bien con la crisis, todo hay que decirlo. Pero, sobre todo, porque los Chanantes, Dani Rovira o muchos otros pueden llenar un teatro y funcionar como una máquina. No veo que eso se haya detenido ni que sea un problema.
-¿Echas en falta una figura como Louis C.K. en el humor televisivo español, con esa híbrido entre el humor más despiadado y la serie dramática?
-Es que comparar España con Estados Unidos es absurdo. Si lo elevas a nivel ‘Europa', pues ya hay cosas así, pero esas series son posibles porque tienen 300 millones de habitantes y muchos contenidos tienen cabida. Una audiencia de 6 millones allí equivaldría a una de 250.000 personas aquí, por lo que pasaría a ser insostenible. La gente me pregunta: '¿por qué aquí no se puede hacer un Shameless?', pues porque no funcionaría, así de claro.
-Alguna parte de tu rápido ascenso dentro del establishment humorísitco se debe a tu actividad en Twitter. ¿Hay algo que lleves mal del mundillo de las redes sociales?
-La verdad es que no y la razón creo que es porque todo me da bastante igual. Además, soy un poco trol y fomento que la gente lo sea. Creo que es muy sano que se metan con uno y cuando alguien dice algo malo sobre mí lo retuiteo o entro en conversación con el que lo ha dicho.
-¿Qué pasó con El Terrat para que no funcionara tu experiencia con ellos?
-El Terrat quería hacer un Ilustres Ignorantes (Canal+), pero cambiando las bases de lo que es ese programa, que es una genialidad. Reunió a cuatro cómicos, que tenemos más ego que talento, para hablar de temas tan interesantes como el cigarrillo electrónico. ¡Y no nos conociamos de nada! Yo sabía que no iba a funcionar, y cuando fui ya lo comenté con mis colegas. Si Ilustres Ignorantes funciona es porque es gente que se conoce, que lleva mucho tiempo haciendo ese tipo de improvisación, porque tienen bastante más talento que ego y, sobre todo, porque es gente con educación. Ese fue otro gran error en el planteamiento de El Terrat, porque allí terminaba hablando el que más interrumpía y yo 'paso' de esa guerra. Si te das cuenta, estaba especialmente callada. Yo cuando alguien habla por encima de mí, le dejo hablar y si me interrumpe no voy a empezar una batalla.
-Tú misma reconoces que una gran parte del humor que escribes y que interpretas lo podría llevar a escena un hombre. ¿Tuvo que ver que te criaras rodeada de ellos?
-Fui nieta única hasta los 14 años, o sea... una puta mierda de infancia. Pero resulta que cuando nací mis tíos tenían 12 y 15 años, por lo que pasé a ser su mascota. Jugaban conmigo y yo con ellos. Mi madre intentaba cubrirme de Barbie's cada Navidad, pero a mí me gustaba jugar con el Tente y los Madelman. Es más, la ilusión de mi vida era tener un Scalextric y es algo que se cumplió cuando tenía 26 años. Así que crecí con ellos: veíamos el fútbol, me aprendía de memoria marcas y modelos de coches...
-¿Y qué ha quedado de todo eso?
-Pues creo que casi todo. De hecho, cuando mi grupo de amigos se divide porque las chicas se van de compritas y esas cosas, yo me voy con ellos a ver el fútbol o a jugar a juegos de rol.
-Tú la has hecho crítica social y política en televisión, por ejemplo, con José Mota. También la hacen otros actualmente, como Goyo Jiménez. ¿El humor es un arma para poder abordar estos asuntos?
-Siempre he dicho que el humor, más allá de lo que supone en televisión, es decir, con el boca a boca, es un medio de divulgación muy potente. Antes estaban los juglares, que a través de lo que hacían con mucho humor daban a concer a la gente una buena parte de la realidad. Hay gente que me dirá que soy una subnormal por lo que voy a decir, pero estoy segura de que en España mucha gente recuerda más a Miguel Ángel Blanco, Irene Villa u Ortega Lara por los chistes que se han hecho a partir de sus casos que por cualquier comunicado de prensa. El humor ayuda a mantener viva la memoria y la historia. Incluso, creo que frente a una desgracia, el humor hace que podamos comentarla y superarla de una mejor forma.
-Y en tus textos juega un papel fundalemental la actualidad.
-La acutalidad es un filón. Es algo que el que recibe el mensaje tiene fresco en la cabeza y por eso funciona tan bien. Es una referencia cercana. En mi monólogo, por ejemplo, hago un chiste con Hannibal Lecter y Ramón Sampedro y he de introducir a estos personajes, porque la gente no tiene muy presente a Ramón Sampedro así de buenas a primeras.
-Teniendo en cuenta el nivel de tus bromas, ¿alguna vez has tenido problemas?
-Pues sí. Últimamente termino los monólogos diciendo algo así como: 'mientras que no me peguen una paliza al acabar, todo habrá salido bien'. Aunque no fue ese exactamente el problema, una vez en Jaén un tipo no paraba de hablar fuerte en las primeras filas. Le pedí educadamente un par de veces que dejara escuchar. Luego le invité a que se marchara, pero seguía, así que acabé haciendo el monólogo sobre él. Cuando acabó, se dio cuenta de que todo el pueblo se había pasado el rato riéndose de él y de no ser por el dueño de la sala... creo que me habría pegado. Yo cuando a alguien no le gusta lo que hago le digo que no vuelva, pero muy tranquila, de buen rollo. Esto es como ir a un concierto. Si no te gusta, no pasa nada: no repitas.
Buenos días: tiene razón, no solo las bromas sino las criticas y obviamente las descalificaciones cuando son sobre nosotros mismos ya no nos causa gracia.-Deberíamos antes de descalificar a otros y hacer bromas vernos a nosotros mismos.- Atte Alejandro Pillado Sotogrande 2014
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