VALENCIA. Pocos actores han saboteado su propia carrera de manera tan sistemática y metódica como Charlie Sheen, un crápula incorregible incapaz de sentar la cabeza. Y, sin embargo, a la vista de su trayectoria profesional resulta inevitable profesarle cierta simpatía. Eso sí: sin confundirla con su vida personal, aunque a menudo haya encarnado personajes en los que resultaba difícil distinguir dónde terminaba una y comenzaba la otra.
Porque una cosa es empatizar con el sinvergüenza Charlie Harper de Dos hombres y medio (Two and a Half Men) y otra muy distinta pasar por alto detalles como la condena que Sheen debió cumplir en 2010 por un delito de violencia doméstica, después de admitir que ató a la cama y amenazó con un cuchillo en la garganta a su tercera esposa, Brooke Mueller (que se divorció de él en mayo de 2011).
De hecho, fue su vida disipada la que le llevó a perder el que, sin duda, era el contrato de su vida, y a ser sustituido por Ashton Kutcher en la famosa serie televisiva, aunque el bueno de Sheen no tardó en reencontrar acomodo en la pequeña pantalla, como protagonista de Terapia con Charlie, significativo título español de Anger Management, sitcom estrenada en 2012 donde el actor retoma de algún modo su personaje de Dos hombres y medio, aunque la fuente de inspiración directa es el Jack Nicholson de la película Ejecutivo agresivo (Anger Management, Peter Segal, 2003). Actualmente, la serie se emite en Factoría de Ficción y Paramount Comedy (en Estados Unidos va por la segunda temporada).
Aunque hoy en día parezca difícil de creer, Charlie Sheen pudo haber seguido otro camino. Durante la primera mitad de la década de los ochenta, formó parte de una nueva generación de jóvenes actores estadounidenses que saltó a la fama de manera espectacular. Michael J. Fox, Tom Cruise, Kiefer Sutherland, Matt Dillon, River Phoenix, Sean Penn o Nicolas Cage integraban un grupo que se dio en llamar brat-pack (hatajo de mocosos) y que se articuló en torno a títulos como Rebeldes (The Outsiders, Francis Ford Coppola, 1983) o Taps. Mas allá del honor (Taps, Harold Becker, 1981).
Entre ellos se encontraba Charlie Sheen (Carlos Irwin Estévez, Nueva York, 1965), hijo del también actor Martin Sheen y hermano de Emilio Estévez. Había debutado oficialmente en Amanecer rojo (Red Dawn, John Milius, 1984) y protagonizó algunos títulos relevantes en los inicios de su carrera, como la escalofriante Los chicos de al lado (The Boys Next Door, Penelope Spheeris, 1985), o Platoon (1986) y Wall Street (1987), ambas a las órdenes de Oliver Stone, quien también consideró la idea de otorgarle el papel principal de Nacido el 4 de julio (Born on the Fourth of July, 1989), que finalmente fue a parar a manos de Tom Cruise.
Entre aquellos mocosos había de todo. Desde actores que han terminado consolidando una carrera de peso (Sean Penn) hasta promesas truncadas (River Phoenix). Sheen, por su parte, se distinguió pronto por participar en subproductos de bajo presupuesto, como El aparecido (The Wraith, Mike Marvin, 1986), Navy Seals, comando especial (Navy Seals, Lewis Teague, 1990) o Post mortem (Albert Pyum, 1998), que fue combinando con gruesas humoradas del calibre de Hot Shots! (Jim Abrahams, 1991) o Dos chalados y un fiambre (Men at Work, Emilio Estévez, 1990), hasta terminar por convertirse en un asiduo de la sección de saldos del video-club. Pero, a pesar de todo, hay que reconocerle que, en ocasiones, ha sabido escoger incluso entre la morralla.
¿Quieren pruebas? Pues echen un vistazo a ¡Han llegado! (The Arrival, David Twohy, 1996), una entretenida serie B de ciencia ficción en la que lucha en solitario contra una invasión marciana. O ese divertimento en estado puro que es Velocidad terminal (Terminal Velocity, Deran Sarafian, 1994), trepidante thriller de tintes hitchcockianos (¡hasta es perseguido por una avioneta en pleno desierto!) en el que le secundaba Nastassia Kinski. Sin olvidar, claro, la delirante Con la poli en los talones (The Chase, Adam Rifkin, 1994), donde secuestraba a Kristy Swanson a punta de chocolatina y sembraba el caos a lo largo y ancho de una autopista californiana. Una cinta con huracanada banda sonora de Epitaph Records, en la que ejerció como productor ejecutivo y se lo debió pasar en grande, secundado por compinches como Henry Rollins (Black Flag), Anthony Kiedis y Flea (Red Hot Chili Peppers) o la estrella porno Ron Jeremy.
Aunque si hay que buscar su papel más logrado, probablemente haya que remitirse a El principiante (The Rookie, 1990), donde daba perfecta réplica a Clint Eastwood (director, protagonista y productor del film), que le brindó la posibilidad de salir del infierno personal y profesional en que se encontraba sumido ya por entonces. Un infierno, por otra parte, que es la razón definitiva por la que Sheen despierta un apego inusual.
Juzguen ustedes mismos: En 1991 fue acusado de poseer una copia de Za ginipiggu: Akuma no jikken, película oriental de 1985 que, supuestamente, era una snuff movie (es decir, contenía la filmación de muertes reales). Se comprobó que eran efectos especiales, pero el susto no se lo quitó nadie.
La anécdota no es gran cosa en comparación con su historial auténtico: en 1996, fue arrestado por asalto con violencia a una mujer; en 1997 tuvo que hacer frente a un delito de agresión contra su ex novia Brittany Ashland; un año después, era ingresado en un hospital californiano por sobredosis de drogas, del que saldría para pedir plaza en Promises, un centro de rehabilitación (al que llevaría en 2001 a Ben Affleck en su propio coche) donde permaneció un solo día; poco después, la policía le detenía por consumo de fármacos y embriaguez, y reingresaba por prescripción médica; hasta llegó a disparar accidentalmente en un brazo a la actriz Kelly Preston. El cuñado perfecto, vamos.
Por no hablar de su curiosa relación con el porno: su romance con Ginger Lynn Allen, estrella indiscutible del género en los ochenta, permanece como uno de los más sonados de Hollywood, y además encarnó a uno de los hermanos Mitchell (de nuevo bajo la dirección de Emilio Estevez, que dio vida al otro), los famosos realizadores de Tras la puerta verde (Behind the Green Door, 1972), en el biopic Un negocio peligroso (Rated X, Emilio Estévez, 2000). Es lógico, por tanto, que fuera escogido para incorporar a Chuck Traynor, el marido y agente de Linda Lovelace, en Deeper than Deep, recreación de la vida de la protagonista de Garganta profunda (Deep Throat, Gerard Damiano, 1972). La guinda la pone su actual relación sentimental con Brett Rossi, ex actriz porno con la que debía haberse casado el pasado enero. La boda no se consumó porque ella sigue sin divorciarse de su anterior marido. Tal para cual.
Actualmente, y tras un rosario de escándalos que incluyen fiestas salvajes e incidentes de todo tipo, la televisión se ha convertido en el refugio de Charlie Sheen, que solo aparece en el cine para realizar breves cameos, como el de Wall Street 2: El dinero nunca duerme (Wall Street: Money Never Sleeps, Oliver Stone, 2010), donde retoma brevemente su papel de la primera parte, o apariciones especiales, como las que protagonizó en Machete Kills (Robert Rodríguez, 2013), donde encarnaba al Presidente de Estados Unidos, o en Scary Movie 5 (Malcolm D. Lee, 2013), donde se interpreta a sí mismo. No obstante, parece un hombre feliz. Se ha asomado al abismo y puede contarlo. Otra cosa es el precio que ha pagado por ello: Una carrera profesional que podía haber conducido en otra dirección y un evidente envejecimiento prematuro (que salta a la vista en Terapia con Charlie).
Nada parece quedar en el Sheen de hoy de aquel que en 1990 se autoeditó el libro de poemas A Piece of my Mind, o del que ganó en 2002 el Globo de Oro al mejor actor de televisión en categoría de comedia o musical por su papel en Spin City: Loca alcaldía (Spin City, Gary David Goldberg y Bill Lawrence, 1996-2002), aunque aún se permite el capricho de coproducir alguna película modesta, como She Wants Me (Rob Margolies, 2012), donde vuelve a interpretar a un personaje llamado Charlie. Pero parece más preocupado por seguir cultivando su imagen decadente en los medios de comunicación, como demuestra su acoso sistemático a Ashton Kutcher vía Twitter.
Convertido en caricatura de sí mismo, quizá su mejor retrato actual sea la parodia que ofreció la serie 1000 maneras de morir (1000 Ways to Die, creada por Thom Beers), que en su quinta temporada dedicó un episodio titulado Apocalypse Harley (Tom MacMahon, 2011) a un actor de Hollywood arrogante, violento y drogadicto claramente inspirado en Charlie Sheen. La pequeña pantalla convertida en espejo distorsionado de una vida exagerada y al límite que, seguro, todavía no ha escrito su último capítulo.
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