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ÉXODO ARTÍSTICO

Guillermo Barreira, el valenciano que produce cine alternativo en EEUU

CARLOS AIMEUR. 28/02/2014 Vive en Nueva York el verdadero espíritu 'hípster' mientras trabaja en la producción de un fan film para los Power Rangers y anuncia la llegada de la 'generación Y'

VALENCIA. A veces se enciende un puro, como Ridley Scott. Otras, trabaja desde detrás de las mesas, haciendo posible auténticas locuras. Como productor, la última que ha hecho es un fan film para los Power Rangers, es decir, una película sobre los personajes sin pertenecer a la franquicia. Para ello ha recurrido a internet, el crowdfunding, y los propios recursos de su empresa, Codebreaker Productions.

Podría ser un personaje estadounidense al estilo de Roger Corman, o una figura habitual de Sundance, pero es un valenciano que hace ahora tres años, previsor, inteligente, cansado ante los problemas que rodeaban cualquier producción y cualquier intento de hacer cine en España, decidió coger la maleta e irse a Estados Unidos. Se llama Guillermo Barreira y como otros muchos jóvenes cineastas su carrera se desarrollará profesionalmente fuera de España, de Valencia. Irremediablemente. Ya son "dos años y medio" en América, dice, y admite tener ganas de volver, porque la calidad de vida es mejor cerca del Mediterráneo, pero si lo piensa, salir de la Comunidad Valenciana fue la mejor decisión.

A punto de llegar a los treinta y tres años, Barreira es la cabeza visible de Codebreaker Productions, una firma de cine alternativo que tiene sus oficinas en Greenpoint, Brooklyn. Lidera un equipo de diez personas, a los que hay que sumar "un constante flujo de decenas de freelances", dice. "Codebreaker Productions cuenta con medios de cámara, estudios, iluminación, y medios de tracción de cámara. Tenemos compañeros que son auténticos maestros de los efectos especiales, el montaje, la producción, la cinematografía y la dirección". Son cine alternativo, sí, pero no por ello amateur o poco comerciales.

PREPARA SU PRIMER LARGOMETRAJE

Mientras ultima su primer largometraje, Barreira está centrando en acabar esta suerte de película alternativa de los Power Rangers en la que se ha embarcado. "Es el proyecto de más escala que hemos hecho", relata. "Está producido por mi productora pero no lo he dirigido yo sino un compañero que es un fan de la serie, Dominick Sivilli. El dueño de los Power Rangers [el magnate Haim Saban] lo ve con buenos ojos. De su empresa nos dicen que si no le gustara ya nos habría chapado. Ahora estamos en postproducción. Sólo hemos lanzado el tráiler. Le falta edición de sonido y efectos especiales; los efectos especiales del trailer, por cierto, los he hecho yo. Cuando lo vea el dueño terminado y, sobre todo, si ve que los fans siguen tan contentos como con el trailer, pueden pasar cosas buenas. Pero eso se sabrá antes de que comience el verano, con lo cual yo mismo admito que no es amor al arte sino aprovechar las circunstancias", comenta.

Hay varios datos que confirman que su propuesta ha sido muy bien recibida por los exigentes seguidores de esta franquicia. El tráiler ya ha superado las 200.000 visitas en apenas tres meses. Realizaron una campaña de crowdfunding a través de Kickstarter y reunieron 42.000 dólares, a los que añadieron 14.000 más. Con sus recursos lograron un presupuesto de 200.000 dólares, cifra más que suficiente para una producción alternativa, para verdadero cine independiente, del que haría las delicias de Roger Corman.

Barreira está acompañado en su aventura por su mujer Klenimber Torres, el citado Sivilli y el ayudante de dirección Jeremiah Kipp. Junto a ellos está viviendo los inicios cinematográficos que él creía que tenía que haber pasado en España, un país del que salió poco antes de que se iniciara la crisis en Europa.

"Tenía informes negativos de amigos o gente que conocía lo que era trabajar en cine en Valencia. Digamos que no había una infraestructura que pudiera soportar tanta gente interesada en trabajar allí. Ya sabemos que esa industria se centraliza mucho en Madrid y el audiovisual valenciano no da tantos puestos de trabajo para tantos egresados de las carreras. Además me habían hablado mal de las condiciones de trabajo. Contrariamente a eso, me enamoré bastante de la ética del mundo del teatro y las Bellas Artes en Valencia, aunque yo seguía empeñado en el cine", relata.

EN CUBA NO LES GUSTA EL CINE ESTADOUNIDENSE

Intentó estudiar en Valencia pero no encontraba ningún plan de estudios que le satisfaciera. Decidió ir al extranjero y su primera opción, como la de otros muchos valencianos, fue Cuba. Aunque allí se encontró con una sorpresa. "En la entrevista para entrar en la escuela de Cine de San Antonio de los Baños de Cuba caí en desgracia por pecar de inocente y hablar demasiado de cine americano", cuenta. Así que se tuvo que ir... a Nueva York

"Aquí el cine es profesión. Funciona porque ya existen medios y existe negocio. Se invierte dinero porque se va a recuperar. La industria se concentra y se vuelve grande y tiene una ética de oficio. Al estudiar hice contactos, y con los contactos posteriormente estudiamos la rentabilidad de abrir una productora. Como en todo, sólo puedes confiar si ya hay una red de clientes que quieren tu servicio. Nos dimos cuenta de que el negocio podría funcionar, así que me convencí. Hice la inversión y me asocié. ¿Podría haber estudiado en Valencia? Sí, e incluso lo hice, pero no me daba la misma viabilidad. Además, yo sentía, y creo que toda persona debe hacerlo, que quería vivir y trabajar fuera de donde crecí", explica.

Codebreaker fue concebida para la prestación de servicios audiovisuales con la tranquilidad de saber que de entrada podía, como dice él, "empezar en velocidad". No tenía que invertir en publicidad para darse a conocer porque ya tenía los clientes. La calidad de su trabajo le facilitó recomendaciones y nuevos contactos, lo que se volvió más efectivo mediante alianzas con otras empresas.

Sobre esa base, sobre una realidad donde el dinero fluye y se puede vivir de ello, y se está dentro de la industria del cine, pudieron planear cosas más grandes. "Ampliamos nuestra actividad a la producción y, después de tres años y medio, estamos haciendo cosas que nunca habría imaginado que podría hacer en España o quizá no en tan poco tiempo", asegura.

No mira atrás con ira pero reconoce que, profesionalmente, no echa de menos nada de Valencia. "Aunque en mi último año en España estaba empezando a ganar muchos premios en festivales, si soy sincero, sin querer nunca crearme enemigos, tenía cierto rencor con cómo funciona la promoción laboral en el audiovisual español y sobre todo el valenciano. He sido becario tres años mientras estudiaba y en el semestre posterior, y aunque la gente que me daba órdenes me dio mucho, me inculcaron también una visión de la industria que daba mucho miedo, y luego hablabas con tus compañeros y tenían la misma impresión, o peor", dice.

SÉ EL CAMBIO QUE QUIERES VER

"Ya antes de la crisis nos veíamos el panorama muy mal", prosigue. "No reforzaban tu seguridad como futuro profesional, ni sabían reconocer tus puntos fuertes en todo aquello en que no fueras idéntico a ellos. Muchos españoles que han venido a Nueva York a hacer cine, están muy enfadados con cómo les ha tratado la industria en España, y no me refiero a valencianos, sino de todas partes. Se quejan de falta de oportunidades. Ven que otros logran lo que a ellos no les han dado. Con el tiempo acaban aprendiendo a no echar las culpas a nadie. Como decía aquella cita: sé el cambio que quieres ver en el mundo, no lo exijas", añade.

Ahora vive en el Nueva York de los hípsters y dice estar cómodo en ese mundo. "Creo que es por la cultura, pero también porque hay una sensación de que tu trabajo va a ser recompensado", apunta. "Si una persona se muda a Nueva York y quiere trabajar en cine, empezará gratis para darse a conocer y demostrar lo que puede hacer, pero en una media de tres meses va a estar ganando dinero seguro. En España no tienen esa seguridad. Aquí sí que se absorbe bien a la gente que quiere trabajar, hay hueco", explica.

Las reglas del juego, eso sí, son muy diferentes. Está el circuito independiente, al que él pertenece, y el de ‘union', el de los sindicatos. Por ley toda producción de más de 1,5 millones de dólares de presupuesto debe tener todos los trabajadores sindicados. Eso fuerza a contratar a empleados afiliados o, si ya estaba contratada una persona en concreto, el sindicato aceptará al trabajador inmediatamente como miembro. Estos, diríamos, son los films comerciales.

Mientras, el circuito independiente tiene un problema, del que en España apenas se es consciente. "Todo es más prosaico", prosigue, "todas esas películas indies que llegan a España y tienen tanto éxito, todas son proyectos personales, pero tiene trampa. Basta con acudir a Imdb y documentarte sobre el historial de los directores de ésta o aquella película para darte cuenta; y hablamos de películas de éxito en festivales o incluso que tienen estrellas, gente de Hollywood".

"La primera pregunta que te haces es: ¿cómo es posible que se hayan juntado para una película indie, con un director primerizo y sin un gran estudio detrás que los haya juntado para ganar dinero?. Todo se explica desde el punto de vista de cierta oligarquía cultural en EEUU. La gente que tiene más seguridad financiera no le importa a él o a sus inversores tomar un riesgo y hacer películas sobre bases más experimentales, sin tener decenas de personas contratadas por un estudio para revisar que tu guión sea perfecto y garantice su comercialidad".

Un fenómeno que va en aumento con el advenimiento de lo que llaman la Generación Y, dice. También conocida como Generación del Milenio, son los nacidos entre 1980 y 1995. "Aunque aún no ha resonado en España como otros fenómenos como los hípsters, evolucionan de los yuppies, tienen expectativas altísimas por su educación y el ejemplo de lo que sus padres han levantado pero, de forma parecida al overbooking de universitarios en España, las profesiones cualificadas dentro de la Cultura a las que aspiran ya no son accesibles", apunta.

"Nunca antes tenían la competencia de las minorías étnicas, que llevan veinte años yendo a la universidad, a las que sus padres han insuflado de autoestima para no vivir lo que ellos vivían, y son ahora muy competitivos. Eso se ve. Por eso, la Generación Y, que realmente necesita soporte familiar para vivir donde quieren en Nueva York, ha formado una comunidad muy cerrada en el tema cultural, se ayudan mucho entre ellos, y no es raro que consigan que un amigo adinerado les invierta en sus proyectos independientes. Trabajamos con gente así continuamente", explica.

"El cine indie está lleno de WASPS [blancos, anglosajones, protestantes] dirigiendo películas", añade, "cuya fuente de financiación son médicos, banqueros, abogados, que ponen dinero en la producción de su amigo o amiga que quiere ser director". ¿Por qué lo hacen? "No es simplemente un gesto de amistad. Es prestigio e incluso la posibilidad de obtener beneficios, que en el cine indie también la hay. Caminas por Nueva York y ves continuamente rodajes, sí, pero siempre es de ese cine o televisión. Ves que graban Girls por aquí, Broadwalk Empire por allá y muy de tanto en tanto ves una gran película como Spiderman".

Por todo ello Barreira tiene claro que aunque le gustaría volver a Valencia, a pasear por la Grada del Mar en los descansos de los partidos de Mestalla, aunque le gustaría volver a trabajar con actores valencianos y ver más a la familia y los amigos; aunque es consciente de todo eso, también sabe que si quiere seguir haciendo cine, España no es país para ello. Él, que fue premiado en festivales de cortos como el de la Casa Encendida de 2010, en Incubarte 2011, que acumula una veintena de distinciones, que acaba de participar en dos festivales con su cortometraje Akelarre, que realizó un anuncio para felicitar el 2014 a los valencianistas que fue visto por más de tres millones de personas, sabe que si su camino ahora va sobre los raíles de un travelling es porque no está en España

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