VALENCIA. Haití es un país con una estirada sombra. Lo poco que desde Europa sabemos, a menos que nos hayamos preocupado por su convulsa historia, es que su pueblo no es precisamente conocido por su producción de petróleo, azúcar, uranio, cine o gadgets. Más bien, reconocemos que ese pueblo de africanos ‘nunca debió' estar allí. Que los españoles y los franceses que llegaron a esta isla caribeña no dejaron rastro de los indígenas y que sus tierras -más fértiles de lo que hemos llegado a interiorizar- fueron repobladas por esclavos. Sus descendientes son en gran medida herederos de este origen accidentado.
La historia en Haití no ha permitido precisamente que su pueblo, el haitiano, se haya sentido especialmente arraigado a esta tierra. Sus gobiernos tampoco han ayudado. Así lo reconoce Jean Donald Dorelus, presente estos días en Valencia para presentar la exposición fotográfica ‘El corazón de Haití', un trabajo del valenciano Alberto Pla. Este psicólogo de formación puso otro rumbo a su vida cuando en el verano de 2011 inició una serie de viajes como voluntario con su cámara de fotos como extensión de esta aventura. El día 31 de diciembre de 2012, tras haber vivido experiencias en Asia, Europa y Latinoamérica, recibió la contestación a un mail de Techo: querían trabajar con él.
"Reconozco que me llegué a poner pesado. Quería ir a Haití y finalmente pudimos hacerlo", contesta Pla a CulturPlaza.com. Pese a que ya han pasado meses desde su encuentro con esa tierra sigue todavía en el epicentro del proyecto: "si tuviera que destacar algo de el país sería su belleza natural. Creo que la realidad de su pobreza no nos permite ver desde aquí esa riqueza de palmeras tropicales, de playas idílicas, de luz y de cómo son sus gentes, capaces de dar todo lo que tienen por que te sientas bien".
Este es uno de los puntos más destacables del trabajo de Alberto Pla para Techo en el proyecto ‘El corazón de Haití: "si Alberto pudo llegar hasta el corazón de nuestro país fue porque nosotros llevamos años trabajando con esas comunidades. Así puede adentrarse en ellas y ser uno más, porque de otra forma esas personas no se abren igual cuando un fotógrafo internacional llega y le hace una foto a un niño llorando por el hambre", apunta Dorelus en esta conversación.
De la mano de Techo, Pla ha conseguido retratar realidades intensas y alejadas de la vida cotidiana de cualquier occidental. Actuando en tres poblados de la zona oeste de Puerto Príncipe, a dos horas de la capital, Techo hace reuniones cada semana con los miembros de la comunidad. Estos miembros son los que deciden qué se puede hacer. Con la constitución en la mano, los miembros de techo les informan acerca de sus derechos e inician una planificación: saneamientos, infraestructuras, vivienda, energía, agua y, sobre todo, educación.
Pla reúne en Valencia, en una exposición que se inicia este jueves 20 de febrero a partir de las 19:30h en el entresuelo de la Fundación Bancaja, 24 fotografías para acercarnos a la situación del corazón de Haití. Aunque Dorelus reconoce que las diferencias entre la pobreza de las regiones haitianas "no es muy distinta entre unas y otras", Pla va mostrando diferentes personajes y escenas de una vida cotidiana única. Con especial atención a los niños y al impacto de la educación, la muestra también recoge desde dentro ritos de voodoo, escenas de las asambleas informativas, el inicio de las construcciones y la ya anunciada belleza del país.
7.000 jóvenes voluntarios son los que ayudan a esta ONG, que con más de medio millón de miembros es una de las más grandes del mundo, a levantar de nuevo Haití. "Los jóvenes son los principales llamados al voluntariado y nosotros queremos ser un ejemplo más", apunta Dorelus. La organización se redefinió en Colombia en el año 2012, pero actúa desde 1997 surgida tras los terremotos de Chile y con una actividad que ha sido clave en países como Perú y el Salvador tras los terremotos de Pisco y San Salvador.
"Reconozco que tras el terremoto de 2010 (el de Haití) hubo un caos con la ayuda humanitaria. El Gobierno estaba desbordado porque sus estructuras eran débiles. No había forma de organizar la cantidad de ayuda que llegaba y fue un desastre, pero afortunadamente eso ha cambiado mucho", apunta Dorelus. Pla, con una visión más próxima a la implicación de las instituciones en la construcción de la sociedad, asegura que el gobierno haitiano "está lo suficientemente organizado como para organizar todo ese empuje por ayudarse. Sin esa estructura es imposible el trabajo de campo de Techo".
Dorelus se muestra especialmente satisfecho con haber conseguido junto al resto de voluntarios haitianos que el pueblo "se sienta bien con su propio lugar. Creo que eses es el principal cambio del país. Y la voluntad por construir". Sin duda, la cosa idiomática no ha sido de ayuda durante muchos años en Haití. Francés, español y criollo conviven y ahora se convierten también en una puerta para su principal objetivo: el de la internacionalización de los voluntarios. "La exposición en Valencia solo es el punto de partida de la captación en el exterior. Ahora empieza lo más importante", añade el voluntario haitiano.
"Los jóvenes han de entender que es este momento en el que pueden ayudar más. Porque no hace falta que ocupen todo su tiempo, sino aquello que les es más próximo a su vida o a su trabajo. Cuando somos jóvenes tenemos mayor poder de convocatoria y ahora con las redes sociales mucho más. Además, definimos cómo queremos ser y es un buen momento para entender que el voluntariado está en sus manos", apunta el subdirector social de Techo Haití.
Una de las demandas más habituales de las poblaciones es un poste de luz en el centro del pueblo para recargar sus móviles, asegura Dorelus. Ingenieros agrónomos enseñan las técnicas de cultivo para que fomenten las dos principales plantaciones del país: mango y plátano. Los jóvenes se licencian (títulos propios de Techo) en técnicas como ebanistería, plomería o fontanería. Los niños reciben refuerzo escolar los sábados, más allá del horario habitual lectivo. La falta de acceso al agua potable es una infraestructura básica y una necesidad habitual, necesitada de ser garantizada por completo. Pero también el mapeado y nominación de las calles, que aun pareciendo sencillo, es básico para el inicio del establecimiento de los poblados. Estas son solo algunas de las funciones que la exposición recoge concentradas en la sala situada en la Plaza de Tetuán.
"Lo que me gustaría es que la gente salga de la exposición siendo consciente de que el voluntariado no solo es posible, sino que existe a día de hoy", añade Pla. Dos meses de trabajo fotográfico y otros tantos de preparación que ahora culminan con la colaboración de la Fundación Bancaja, la empresa Samaruc, encargada del interesante espacio expositivo generado, Vitaminarte, con una aportación extra de audiovisuales, Coca Cola y Amstel, entre otros.
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