VALENCIA. Ah, el videoclip... Durante un tiempo, fue el culpable de todos los males. No solo había matado a la estrella de la radio (ya saben: la aparición de MTV, el sometimiento de la música a la imagen en aras de vender la mercancía), sino que además estaba contaminando el sagrado altar del cine: Abundaban las críticas que tildaban peyorativamente de "videocliperas" determinadas producciones de envoltorio moderno, narrativa ligera y montaje atolondrado.
De hecho, el fenómeno sucedía a la inversa con intenciones muy diferentes: Se elogiaban determinados videoclips por su "estética cinematográfica", como si la influencia mutua solo pudiera ser positiva en un sentido. Una circunstancia curiosa, teniendo en cuenta que los antecedentes del clip musical se localizan mayoritariamente en el séptimo arte, desde algunos movimientos de vanguardia (Oskar Fischinger) hasta los soundies o los scopitones, sin olvidar el cine musical rock, que tiene en títulos como ¡Qué noche la de aquel día! (A Hard Day's Night, Richard Lester, 1964) claros precedentes de lo que años después sería el videoclip.
Bien es cierto que, en sus inicios, muchas de las piezas promocionales musicales también adoptaban maneras propias del discurso publicitario (no hay que olvidar que su meta era comercializar un producto), pero la asociación entre cine y videoclip siempre se planteaba como una ecuación en la que el primero salía perdiendo. Ya en su estudio Los videoclips. Precedentes, orígenes y características (Universidad Politécnica de Valencia, 1988), uno de los primeros dedicados al tema, Raúl Durá Grimalt señalaba: "A medida que han ido transcurriendo los ochenta, la influencia de los clips ha impregnado cada vez más al resto de los medios audiovisuales. El síntoma más importante de tal influjo es de índole narrativa. En los últimos tiempos, es observable un incremento considerable de la espectacularidad icónica en contraste con una cierta pérdida de interés por la originalidad de la trama. Estamos asistiendo a una deflación de los argumentos".
Se pretendía, al parecer, que el clip desarrollara historias con personajes complejos y subtramas de interés en apenas cuatro minutos, y se olvidaban sus posibles conexiones con el videoarte o la performance visual. La narración hegemónica del cine se imponía a la hora de evaluar según criterios cinematográficos unas piezas que en ningún caso pretendían ser películas. Más aún: Antes y después de la aparición del videoclip, abundan en la historia del cine los ejemplos de largometrajes protagonizados por personajes basados en meros estereotipos y sin profundidad psicológica alguna. No los había inventado el clip, aunque a veces lo pareciera.
Por otra parte, no dejaba de resultar paradójico que se tachara al clip de poco cinematográfico cuando muchos de sus cultivadores iniciales procedían, precisamente, del cine, como John Landis (y su famoso Thriller, para Michel Jackson), Martin Scorsese (Bad, de nuevo con 'Jacko') o el inglés Julien Temple, director que ha trabajado, entre otros, para The Rolling Stones (el espectacular Undercover of the Night, 1983), Janet Jackson, David Bowie (Blue Jean, 1984), Van Halen o, más recientemente, Scissor Sisters.
CAMBIAN LAS TORNAS
En la década de los noventa comienza a llamar la atención una nueva generación de realizadores que, si bien se pueden nutrir del cine en ocasiones puntuales, comienzan a desarrollar un lenguaje propio del videoclip. En algún caso proceden del mundo publicitario, pero la mayoría de veces son creadores inquietos que encuentran en el formato un modo de expresión breve y directo, asociado a la música, que les puede permitir poner en práctica ideas novedosas. La tradición cinematográfica, en su caso, es solo uno de los muchos elementos que ponen sobre la mesa a la hora de concebir sus piezas audiovisuales. Y lideran una revolución que convierte el clip en indiscutible arte mayor.
Entre los más destacados está Spike Jonze. Debuta en 1992, con 100% (Sonic Youth), un clip realizado junto a Tamra Davies que adopta una clara estética slacker. Y en 1994 se encarga de Sabotage, para los Beastie Boys, ejemplo perfecto del modo en que los nuevos realizadores asumen su deuda con el cine: Desde una perspectiva postmoderna en la que la ironía juega un papel clave. Björk o R.E.M. también trabajarían con él antes de que la industria, en un proceso inverso al que se había producido hasta el momento, llamara a su puerta para proponerle dirigir un largometraje. Corre el año 1999, y la película es Cómo ser John Malkovich (Being John Malkovich).
Desde finales de los ochenta, otro realizador estaba contribuyendo a reconfigurar el mapa del videoclip desde Francia, su país natal. Se llama Michel Gondry y trabaja, sobre todo, para el grupo Oui Oui, pero no tarda en ser requerido por Björk, Massive Attack o los Rolling Stones. En el año 2000 debutará como director de cine con Human Nature.
En ambos casos, el guión es de Charlie Kaufman, que también firmará los de las siguientes películas de ambos directores: Adaptation (El ladrón de orquídeas) (Adaptation, Spinke Jonze, 2002) y ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michel Gondry, 2004). Cuatro títulos que sacudieron el panorama cinematográfico americano y demostraron que sus responsables no solo podían ser ingeniosos en el pequeño formato del clip, sino que estaban capacitados para acceder a empresas más ambiciosas. Eso sí, no dejaron de dirigir videos, con los que siguieron llevando cada vez más lejos las posibilidades del formato, como 'Fell in Love with a Girl' (Michel Gondry, 2002), que convertía a The White Stripes en figuras de Lego, o 'Weapon of Choice' (Spike Jonze, 2001), una auténtica barbaridad, protagonizada por Christopher Walken, al servicio de los ritmos de Fatboy Slim.
El alcance de su trabajo (y el de otros visionarios, como Chris Cunningham) fue de tal magnitud que incluso protagonizaron una cuidada colección de DVD's bajo el título genérico de The Work of Director, donde se recopilaban sus trabajos más importantes, así como documentales, cortometrajes y rarezas de cada uno de ellos.
No eran los únicos que compaginaban el cine con el videoclip, hasta el punto de que en algunos casos resulta difícil dilucidar si fue antes la gallina o el huevo. Tras la estela de pioneros como Russell Mulcahy (que ilustró temas de Duran Duran antes de rodar Los inmortales), Jonathan Glazer (Radiohead o Blur pasaron por sus manos antes de que debutara en cine con Sexy Beast) o Mark Romanek (The The, Weezer, Madonna), infinidad de cineastas se han puesto en un momento u otro al servicio de la industria musical. David Fincher (Madonna, Sting, Aerosmith), Todd Haynes (Sonic Youth), Harmony Korine (Cat Power, Will Oldham), el sueco Jonas Åkerlund (exbatería de Bathory que ha trabajado para U2, Rammstein o Primal Scream y es responsable del potentísimo 'Smack My Bitch Up' de The Prodigy)... la lista sería interminable.
¿Y AHORA QUÉ?
Actualmente casi no existe director de videoclips que no haya dado el salto a la gran pantalla, pero los tiempos en que ese trasvase era sinónimo de originalidad y apuesta por el riesgo han quedado atrás. No solo Jonze y Gondry parecen sentirse huérfanos tras separarse de Kaufman (sus películas recientes resultan bastante discutibles), sino que los nuevos realizadores de clips asentados en la industria del cine responden a nombres tan poco estimulantes como Tarsem (La celda), McG (Los ángeles de Charlie) o Len Wiseman (Underworld).
No obstante, no todo está perdido. Lo demuestra, por ejemplo, la meticulosa carrera del fotógrafo holandés Anton Corbijn, que dio el salto en 2007 (cuando contaba ya 55 años) para rodar Control. O el debut de Floria Sigismondi, que tras una trayectoria impecable en el terreno del clip, con trabajos del calibre de 'The Beautiful People' (Marilyn Manson, 1999), 'The End of the World' (The Cure, 2004) o 'Blue Orchid' (The White Stripes, 2005), debutó en el largometraje con The Runaways (2010), interesante biopic sobre la banda liderada por Joan Jett y Cheri Currie a finales de los setenta.
También Jonathan Dayton y Valerie Faris, autores de Little Miss Sunshine (2006) y Ruby Sparks (2010), venían del videoclip (suyo es Tonight, Tonight, de Smashing Pumpkins, por poner un ejemplo notable). Y se esperan grandes cosas de Romain Gavras, que zarandeó el panorama con Born Free (M.I.A.) y en 2010 debutó en el cine con Notre jour viendra, protagonizada por Vincent Cassel e inédita en España.
Mientras Spike Jonze estrena Her, una película que puede volver a situarlo entre los grandes valores del cine contemporáneo, el clip musical parece vivir momentos de zozobra, tal como constataba Ramón Ayala en Rockdelux al reseñar 'Love Letters', de Metronomy (Michel Gondry, 2014): "Parece uno de esos videoclip/milagro de producción hechos porque el realizador tiene poder de convocatoria y existe un vínculo de amistad. Con un presupuesto más bien bajo. Así tiene que volver Michel Gondry al videoclip. A las trincheras y trabajando solo por placer. En un clima de apocalipsis y poniendo candor al paisaje de una industria casi desolada".
Malos tiempos, pues, para un género en el que, en todo caso, siempre existe margen para la aparición de francotiradores, como AG Rojas, barcelonés afincado en California que hace solo dos años firmaba 'Hey Jane', una obra maestra de diez minutos a mayor gloria de la canción de Spiritualized. Suyo, y de otros como él, es el futuro.
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