VALENCIA. Esta semana les voy a escribir sobre dos eventos muy familiares a los que asistí y un tercero, personal, en el que me sentí como un personaje de esa película que me tiene fascinado, La gran belleza. El primero fue la fiesta sorpresa de cumpleaños de Don Fernando Bonilla que tuvo lugar en el Hotel Westin. Fuimos muchísima gente, ya que de lo que se trataba era de hacerle un homenaje a Herr Doktor, ya que le toca jubilarse (muy a su pesar, creo): familia, compañeros, residentes, amigos.
Estaba Paco Roig con su mujer, ya que, desde que Patricia Bonilla y su hijo Alfonso Roig se casaron, los Roig y los Bonilla ya son familia. De hecho, Paco y Fernando comparten unos nietos adorables. Fernando estuvo arropado por todos sus hijos: Fran, Carlos y Patricia. Su mujer, Vicki, estaba guapísima con el vestido rosa claro que llevaba, que le favorecía tremendamente.
También estaba nuestro querido conseller de Eventos Sociales, Máximo Buch (Happy para los amigos), los hermanos de Fernando, Javier y María (Queñe), con Luis Aznar, Max Vento y Amparo Escartí, José Reyna y Lourdes Espinilla, los amigos brasileños de Fernando y los más numerosos, sin lugar a duda: todos los residentes que han pasado por las manos de Fernando.
Cuando subieron a hacerse la foto, la sala se quedó medio vacía. Lo mejor de la noche, además de ver lo contento que estaba Fernando, fue el vídeo que le hicieron sus residentes, rodado en el propio hospital. Y, por supuesto, no voy a olvidarme de todas sus enfermeras, que tanto quieren a su Don Fernando, a las que les mando un beso desde aquí.
La noche terminó en el club del hotel, donde los más golfos pudimos gozar de gin tonics, que, como sabrán, son mi debilidad. Allí pude enterarme de que Alfonso Roig está montando una hípica de súper lujo, aprovechando la yeguada que tiene la familia. No me pierdo la inauguración.
El segundo evento al que asistí, dada mi devoción por la familia Lluch, fue la presentación de Sofía Lluch como Fallera Mayor de la Falla Grabador Esteve Cirilo Amorós. Como supondrán, yo no soy el típico fallero. Es más, soy de los que emigran en Fallas. Pero como para mi amiga Cuchi, que hizo de mantenedora de Sofía con un discurso precioso, "esto" es muy importante, y al padre de la criatura, Luis Lluch, le tengo aprecio, vencí mis prejuicios.
Por eso decidí ir, porque así ya cumplía y en Fallas me dejarían tranquilo en mi exilio. Lo que no me gustó es que lo hicieran en la Sala Canal... Premio a la Caspa Valenciana. Ya podrían plantearse otros sitios, como hacen otras fallas que se van modernizando. No las diré que luego mi director me echa una de sus temidas broncas y me dice que hago publicidad gratis.
Lo que más me gustó fue lo guapísima que iba Sofía, que ya es guapa de por sí. Para los entendidos, que no es mi caso, les dejo una foto, ya que, según me contaron, el traje también fue una pasada. El que llevaba Carlota tenía historia porque era de cuando mi Cuchi fue Fallera Mayor Infantil de Valencia en 1975; todos tenemos un pasado, pero algunos como Cuchi son tan inteligentes que saben presumir de él. Me dijo Cuchi que era un traje Reina. Mientras, el traje de Sofia era el Valencia.
Ambos son de la Casa Garin, los espolines mas ricos de valenciana, y los había confeccionado Victoria Liceras, la recuperadora del traje autentico en sus formas de valenciana. Los dos aderezos eran de Pajarón, una pasada.
Aunque quizás lo que mejor me pasó fue este miércoles cuando acudí a La Rambleta a ver la exposición de Ramón Esteve XL/xs dentro de la Valencia Disseny Week. Fui porque me invitó un amigo muy querido y cuál fue mi sorpresa cuando llegué allí y me encontré a Alfonso Roig y su Patricia. Estaban los principales estudios de arquitectura, que acudían para ver la selección que había realizado Esteve de productos de moibiliario creados por arquitectos.
Como llegué una hora antes y tengo enchufe, pude subir a la famosa Cambra, el espacio público más cool de Valencia, que sería una pasada de moderno si se hubiera inaugurado hace cinco años. La muestra me gustó, ¿sabes?, con cosas muy chulas, pero me pareció un poco abigarrada. Y después, cuando se abrió al público, murió de éxito.
Siempre he tenido curiosidad por qué significa morir de éxito. Junto a sonrisa enigmática creo que es uno de esos lugares comunes que usan los malos escritores. Pero es que, de verdad de verdad, lo de Esteve en La Rambleta fue un atracón de humanidad. Tenías que hacer largas colas para conseguirte una cerveza; bueno, tenías que hacerlas si no tienes la suerte de tener los contactos que yo tengo. No diré quién, pero a mí me las pasaban de extranjis. Y una lástima. Hubo hasta invitados que se sentaron en los sofás que se exponían, creyendo que estaban ahí para eso. Me pregunto si habrían pasado antes por la sala Canal. Yo sólo hacía que pensar en lo bien que me lo había pasado cuando la había visto solo.
Creo que vi a Olga Adelantado por allí, y a Fede Reyna, que con su hermana coinciden conmigo en todos los saraos. La reina era Mayrén Beneyto, a la que últimamente se la ve muy cómoda entre jóvenes; ella que tiene mucha modernor. Otro que también estaba por allí feliz entre tanta juventud era el diseñador Nacho Lavernia, un orgullo para la profesión, oiga, Nacional de Diseño. Un maestro que ejerce como tal.
Me habría gustado comentar algo de lo que me di cuenta en la muestra de Esteve, y es que la mayor parte de los asistentes que pertenecían a empresas de diseño se dividían en dos tipos: los becarios y los jefes. Como si fueran sandwiches mixtos, sólo existen dos estratos. Aunque de todo el público presente con quien me quedé es con una chica guapísima que parecía salida de Las vírgenes suicidas, aquella maravillosa película de Sofía Coppola basada en la novela de Jeffrey Eugenides. A los hombres como yo nos gustan ese tipo de mujeres, pero no hablo de casarme mamá, que te veo venir. Mis amigos diseñadores y yo nos entendemos.
Tras la exposición me bajé a la fiesta de Vodom, convencido de que allí encontraría el aire que no encontré en la famosa Cambra. Vi a más gente guapa, como el brillante Tomás Gorría o la encantadora Ángela Pla, por cierto, otra habitual del peluquero favorito de mi madre, Tono Sanmartín; ten cuidado Ángela querida que igual te nombran consellera un día de estos, que Tono tiene más peligro que Rajoy con el Marca. Vi algún imputado del caso Gürtel, ¿qué buena familia de Valencia no tiene un imputado?, y vi también a mucho blogger de moda, como Greta Borrás o Vicente Luján, y a algún periodista de este mi periódico, ValenciaPlaza.com, como Eugenio Viñas, patrón de los hipster.
La fiesta, ni fu ni fa. Lo mejor, los invitados. Me sentí a gusto. La música anodina que sonaba, parecía sacada de un muestrario del Garage Band, era tan insulsa que resultaba hasta cool. Hubo un momento que sonó Boney M., apenas unos segundos, oye, y luego volvía a lo de antes.
Yo estaba allí, viendo a todo el mundo maravilloso, el alcohol, las risas, las confidencias por aquí y por allí que algunas pude oír, todo el mobiliario tan bonito, con esa música tibia sonando en el aire, y por un segundo me sentí el protagonista de La gran belleza de Paolo Sorrentino (¿les he dicho ya cuánto me ha impactado esa película?); algo me parezco a Toni Servillo, el actor que encarna el personaje. ¿Saben? Me sentí feliz. No hay nada más bonito que darse cuenta de quién es uno. Soy el Jep Gambardella de Valencia. Sólo me falta escribir el libro. El miércoles no pude. El jueves fui al cine. Este viernes tengo cena. Mañana. Me pongo a ello mañana mismo. Pero antes me pasaré por Aquarium. Un gin tonic me ayudará a pensar el argumento.
Es el artículo más cutre y casposo que he leído en este periódico. Pareces el típico trepa que se quiere integrar en la alta sociedad valenciana e intentas colarte en todos los saraos. Déjalo.
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