MADRID (Por Javier Carrión / EP). Francia es, sin duda, el país de los canales fluviales navegables. Su red se extiende a lo largo de más de 8.500 kilómetros que enlazan cinco ríos: Sena, Loira, Garona, Rin y Ródano. De todos ellos, el Canal du Midi con sus 240 kilómetros en el sur galo es el principal referente. Fue construido a finales del siglo XVII en lo que se consideró 'una obra de ingeniería faraónica' y en 1996 recibió la distinción de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
En 1666 el ingeniero Pierre Paul Riquet inició las obras para plasmar en realidad el sueño que ya habían acariciado los romanos y otros pueblos de la antigüedad: unir el Océano Atlántico con el Mar Mediterráneo a través de un corredor natural entre los Pirineos y la Montaña Negra. Con esa ambiciosa empresa arrancó un proyecto que vería su final catorce años después prolongando el Canal du Midi por el Canal de Garona que enlazaría transversalmente los dos mares. Por medio, más de cincuenta esclusas, algunas impresionantes como la de Fonseranse, una 'escalera líquida' de siete desniveles, y un puñado de ciudades históricas del calibre de Toulouse, Carcassonne o Beziers, las dos últimas en el llamado 'país cátaro'.
Gracias al impulso de Luis XIV, que quería ser recordado por obras dignas de su gloria y grandeza en su reino, y al esfuerzo de 12.000 obreros bajo la dirección de Riquet, la obra terminó en 1681. Un año antes el ingeniero había fallecido, soportando las críticas y los chistes fáciles del Versalles más altivo, sin poder ver como 'su canal' era inundado y las primeras barcazas, que procedían de Toulouse, podían realizar el recorrido divisando casi en el horizonte el puente de Sète, ya a las orillas del Mediterráneo. Hoy el Canal del Mediodía, así se traduciría en español, es el canal navegable en funcionamiento más antiguo de Europa.
El sentido comercial de la obra fue, primero, el motor del canal pues el transporte de mercancías ganó muchos enteros, pero también desde el principio se organizó un servicio de correo para los viajeros que utilizaban los barcos como si se tratara de diligencias. Incluso algunas embarcaciones se propulsaban mediante caballos que seguían los caminos paralelos al curso del agua.
En la actualidad, no hay nada mejor para comprender la visión de Riquet que subirse a la proa de una barcaza o capitanear una lancha que se puede pilotar sin licencia (se reciben instrucciones sobre navegación y manejo al recoger la embarcación). Explorar el canal con tranquilidad es desde luego una cura de estrés para los 'urbanitas' que se asoman a este canal flanqueado por 450.000 plátanos y álamos y millones de flores. No hay que tener miedo a las esclusas, la mecánica de escalar por el agua es sencilla y siempre hay alguna ayuda próxima. La vida transcurre plácidamente navegando en estos 'apartamentos flotantes' que se pueden alquilar por días o semanas y el paisaje, que no le va a la zaga con cientos de viñedos y decenas de castillos-bodegas, rezuma un gran encanto. El sol suele acompañar y tomar una buena copa de vino o un 'pic-nic' romántico, así como pescar y montar en bicicleta por las orillas alimenta el espíritu. La experiencia resulta siempre excitante y a la vez relajada.
Una de las más recomendables travesías es la que transita de Beziers a Carcassonne con la extensión a Narbonne, ciudad llena de sorpresas, por el pequeño canal de la Robine. La primera, Beziers, es la villa natal de Riquet y destaca por su emplazamiento en un espolón rocoso donde se alza la catedral de San Nazario desde el que hay un excelente panorama presidido por el Puente Viejo sobre el río Orb.
Al iniciar la travesía abandonando Beziers los puentes del canal conducen a la ya mencionadas esclusas de Fonseranse que, una vez superadas en sus 312 metros de desnivel, dan paso al Túnel Malpas, uno de los pocos puntos negros de un recorrido que se caracteriza por la ausencia de accidentes. Hay que preocuparse solo lo justo: las carreras no existen en este marco ya que todas las embarcaciones tienen limitada su velocidad a 5 nudos, unos 10 kilómetros por hora.
Dirigiéndose al oeste, la pequeña aldea de Le Somail merece una parada. Se trata del pueblo más pintoresco en este tramo del canal. En sus edificios de piedra los pilotos de las barcazas reabastecían sus embarcaciones; ahora ya no es así, pero la aldea resulta encantadora con sus restaurantes, puentes y palmeras. Además ofrece al visitante un curioso museo de sombreros reunidos por Antoine Ramonéda y una espectacular librería ('Ancienne') que vende piezas antiguas de gran valor en todos los idiomas. Sólo entrar en sus paredes rebosantes de curiosos ejemplares es recomendable y además se puede encontrar alguna ganga que también aporta otro sentido al viaje.
El Canal du Midi y el río Aude se cruzan en la impresionante ciudadela de Carcassonne, uno de los monumentos más visitados de Francia. La Cité es un maravilloso teatro al aire libre que traslada al visitante a la Edad Media. La ciudad fortificada más grande y mejor conservada de Europa disfrutó de su máximo esplendor entre los siglo X y XIII convirtiéndose en un importante asentamiento de los cátaros. Su ciudadela conserva 52 torres almenadas y 7 puertas de entrada, todo un fortín medieval que guarda en sus entrañas dos joyas del siglo XII: la Basílica de San Nazario y el Castillo Condal, protegido por un foso.
GUÍA PRÁCTICA
- Barcos: Le Boat et Rive de France. Inf: www.leboat.es
- Para comer: Le Flamant Rouge. 31, calle Gambetta, 34410 Sérignan. Tel: 00 33 (0) 04 67 01 68 25 www.leflamantrouge.fr // Restaurant La Maison de Campagne. 22 avenida Pierre Verdier (al lado de las Arènes). 34500 Beziers. Tel: 00 33 (0) 467 30 91 85. www.aupauvrejacques.fr // Restaurant les Platanes. 1 place de la Liberté. 34310 Pilhes Tel: 00 33 (0) 467 93 38 41 // Restaurante 'Le Comptoir Nature'. Maison Cantonnière,1, Chemin Halage, 11 120 Le Somail. Tel: 00 33 (0) 4 68 46 01 61 // Brasserie CO. 1 Boulevard Docteur Ferroul 11000 Narbonne. Tel: 09 60 18 52 42
- Más información: http://es.sunfrance.com
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