Canal + emite un documental sobre el fallecido actor James Gandolfini, mito inolvidable en su papel de Tony Soprano, elevado a leyenda por su prematura muerte
MADRID. Se han dicho muchas cosas de por qué Los Soprano era una serie tan buena, pero quédese con una. Después de dos décadas de personajes de cine y TV valientes, intrépidos, casi superhéroes, muy guapos y patriotas, de repente llegó un gordo calvo que repartía yoyah a todo el mundo daba igual si justa o injustamente, asesinaba a inocentes sin piedad, insultaba sin diplomacia a los que le caían mal, se tiraba a las mejores mujeres y, de propina, disfrutar con sus andanzas le convertía a uno en un espectador intelectual que veía televisión para listos. ¿Se puede concebir un producto televisivo mejor?
Mucha gente creció en el amor al Fürher a fuerza de que le dijeran en las películas que los nazis eran malos y tontos. Con los criminales ocurría algo parecido, muy perturbada tiene que estar una persona si cuando ve una película de cine convencional estadounidense no quiere que gane el terrorista. Habría que ser muy retorcido, un individuo abyecto. Estar enfermo.
Y no es que no existieran en el cine negro ejemplos de hampones simpáticos, sobre todo en el de Scorsese, pero la llegada de Tony Soprano supuso la transgresión de todos los valores. El extorsionador nos caía simpático. Barcenas, un individuo tan odiado, si lo viéramos con su tupé canoso cenando en el Vesubio con Tony y los suyos discutiendo sobre si es admisible en un verdadero hombre la práctica del cunnilingus, nos caería también estupendamente.
El caso es que después de seis temporadas y media, la empatía de los espectadores ‘inteligentes' con el actor, James Gandolfini, alcanzó cotas del nivel de Candy Candy en las niñas de doce años de los setenta y ochenta. Y como cinco años después del final de la serie ha fallecido, ha sido elevado a la categoría de mito y más allá: es ‘Dios'.
Y ahora Canal + está emitiendo un documental en recuerdo de este hombre, que tan buena imagen de marca dio a Digital +, aunque por desgracia para Polanco y Cebrián, la mayor parte de los espectadores se bajaron la serie del emule o piratearon los dvds que se había comprado otro.
El documental está hecho con varios compañeros del rodaje de Los Soprano que se reúnen para compartir recuerdos. Empieza lacrimógeno, van contando que no se podían creer la noticia de su muerte, que se llamaron unos a otros para cerciorarse y resulta que era verdad. Llueven los elogios: nunca quiso ser una estrella, se negaba, pero era un líder durante el rodaje, trataba de que nadie tuviera egos, de que fueran un equipo.
Todo esto durante unos años en los que su fama se disparó. La gente le pedía que le diera la mano auque se lo encontrara meando en unos urinarios, un día un chico le mostró que en la espalda llevaba tatuado al Al Pacino de Scareface y a él, cosa que le dejó impertérrito.
También cuentan que era un crack, pese a haber interpretado sólo a secundarios hasta entonces (en ‘Perdita Durango' de Álex de la Iglesia por ejemplo), le bastaba con un parpadear para sacar adelante una escena, las cuales estudiaba durante horas. Era, ante todo, un trabajador. Bla, bla, bla...
Más interesante resultan los comentarios de David Chase, el creador de la serie y cuyo apellido real es un muy italiano DeCesare. Cuenta que en la prueba que le hicieron para ver si servía para el papel se enfadó porque no le estaba saliendo bien, se levantó y se fue cabreado. Lo mismo que hacía en la ficción con la dotora Melfi. En ese instante dijo: éste es nuestro hombre.
Chase nunca pensó que tuviera un éxito entre las manos. A lo sumo algo como su otra gran creación, la maravilla de Doctor en Alaska, que es grandiosa pero, válgame el símil balompédico, no vende camisetas. La productora ejecutiva de Los Soprano, Ilene S. Landress, sentía lo mismo. Mientras iban rodando la primera temporada pensaba: "Esto es realmente bueno, lo que significa que nadie va a verlo".
Anécdotas de rodaje hay pocas. Que Gandolfini un día le regaló a Lorraine Bracco un gallo disecado, tenía un sentido del humor muy especial por lo visto. O que en el famoso episodio del ruso, cuando ‘Bacala' y Tony tienen que ir a buscar a Poli y Chris a un pinar nevado, en el momento en que Tony se parte de risa de Bacala por las pintas que lleva de montañero, Steve Schirripa revela que grabaron la escena con él haciendo el tonto con un consolador gigante fuera de plano para que las risas de Gandolfini fueran más auténticas.
En cuanto a su faceta personal, aparte de un padrazo con un gran sentido de humor, dice su hijo que era capaz de salirse del coche a bailar en los semáforos y los atascos, el documental muestra lo mucho que le tiraban los marines. Hizo visitas a las bases americanas en Irak y Afganistán en la década pasada, o sea, cuando allí había jaleo del bueno. En Mosul le cayó una lluvia de morteros al lado.
Esta experiencia le motivó para rodar un documental de entrevistas a veteranos de guerra que habían vuelto mutilados. Una chica sin brazos, un chico sin piernas... Estos cuentan que mientras mantenía con ellos los cara a cara del documental a veces tenía que parar para ponerse a llorar.
Todo muy emocionante hasta que en una entrega de premios, Tony Sirico (Paulie), que le había acompañado en las visitas a las tropas, dice "interpretamos a tipos duros en la ficción, pero los verdaderos tipos duros son los que están en el frente, gracias por mantenernos a salvo". Droga dura para el organismo. Los pobres soldados no tienen la culpa de nada, pero ese patrioterismo yanqui, con los centenares de miles de muertos del que ha venido acompañado en la década pasada... duele. Nos tenemos que quedar con que Gandolfini solamente quería que "el país entendiera el sacrificio de los soldados".
Y ahí queda todo. En un recuerdo lacrimógeno lleno de epítetos. No merece la pena. Seguro que el gran documental sobre los diez años de rodaje de los Soprano está por filmarse. Sobre todo uno que incluya la parte sucia, es decir, cuando Gandolfini se enteró de que David Chase iba a cobrar veinte millones de dólares por la quinta temporada y él sólo 400.000 dólares por capítulo. Hubo amenazas, demandas millonarias. Fue un festín. Y los periódicos aprovecharon para titular que Tony también extorsionaba a sus jefes fuera de la ficción. Pero para un retrato con aristas, habrá que esperar a que se pase el ‘luto' por la leyenda.
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