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HA FALLECIDO A LOS 46 AÑOS

5 escenas para entender qué pierde el cine con la muerte de Philip Seymour Hoffman

EUGENIO VIÑAS. 03/02/2014 La fórmula con la que la prensa estadounidense da la noticia del fallecimiento de un actor de Hollywood resultó especialmente injusta con el caso de Philip Seymour Hoffman

VALENCIA. La fórmula con la que la prensa estadounidense da la noticia del fallecimiento de un actor de Hollywood resultó especialmente injusta ayer, con el caso de Philip Seymour Hoffman: "El ganador de un Oscar de la Academia por Capote, ha sido encontrado muerto este domingo en su apartamento de Greenwich Village, en Nueva York". Esta formalidad periodística, unida a la velocidad con la que "fuentes policiales" confirmaron a The New York Post o The Daily Beast que "una jeringuilla y cinco frascos de ‘Ace of Spades'" habían aparecido junto al cuerpo del actor, confirmaban una realidad demasiado cruda como para distinguir con facilidad qué suponía este fallecimiento prematuro para el próximo cine.

A sus 46 años, Philip Seymour Hoffman (1967, Nueva York) era uno de los referentes actorales de su generación; para muchos compañeros de profesión y buena parte de la crítica, el referente. En sus 25 años de carrera, Hoffman interpretó papeles en medio centenar de películas, aunque arrancó bajo los focos de la televisión en 1991, con un papel de reparto en un capítulo de Ley y Orden. Un año después acompañaba a Al Pacino en Esencia de mujer (Martin Brest, 1992), aunque lo más destacado de los siguientes años fue su consolidación en el circuito indie de Broadway. Miembro de la LAByrinth Theater Company desde 1995, Hoffman combinó la dirección y actuación en el teatro de Nueva York con su carrera como intérprete para la industria cinematográfica. Para la crítica teatral neoyorkina, La muerte de un viajante, True West o Longs Day's Journey into Night fueron tres de sus proyectos más destacados sobre las tablas.

Sin embargo, en lo que a la gran pantalla se refiere, el momento más relevante en la carrera de PSH fue el inicio de un vínculo personal y profesional con Paul Thomas Anderson. El actor (por cierto, su nombre cambió durante años en los créditos de las películas: Philip Hoffman, Philip S. Hoffman y, finalmente, Philip Seymour Hoffman) se alineó con otro de los talentos más sobresalientes de su generación, actuando para el realizador californiano en Syndey, Boogie Nights, Magnolia, Punch-Drunk Love y The Master. Tres de las cinco escenas para comprender qué supone la pérdida de PSH para el cine se extraen de esta filmografía (solo se asuentó en There Will Be Blood) difícil de imaginar sin la participación del actor de Rochester.

SCOTTY J. EN ‘BOOGIE NIGHTS'

La escena (y la película) que hizo subir un escalón a PSH dentro del establishment de Hollywood muestra la que fue, quizá, la principal virtud de este actor: cuando es capaz de girar cada pocos segundos hacia estados de ánimo extremos y dispares, dotando al personaje de luces y sombras, de certezas expresivas y de dudas frente al espectador sin que su entidad resulte inverosímil. 

Scotty J. (Philip Seymour Hoffman) es un operador de sonido en la industria del porno (tema central de Boogie Nights) a finales de los 70 y muestra ante Dirk Diggler (Mark Wahlberg) todas sus inquietudes: su homosexualidad, su timidez, su explosividad, su vergüenza, su autodestrucción...

PHIL PARMA, EL ENFERMERO DE 'MAGNOLIA'

Escudado, según reconoció en alguna ocasión, en un físico con un notable sobrepeso, PSH conseguía entrometerse en la vida de sus personajes a través de la timidez, la sencillez y la empatía del rol a ejecutar con el guión. A veces, pegado a ras de suelo con caracteres como el del enfermero Phil Parma en la coral y maravillosa Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999) él mismo crea una escena mágica. El personaje asegura que lo que le está contando a su interlocutor al otro lado del teléfono es real, "parece como esas escenas que vemos en las películas", pero en este caso "está pasando".

La magia de la escena es precisamente que, gracias al texto, el espectador se ha introducido dentro de la película para olvidar que, obviamente, no es que lo que sucede en Magnolia es como en las películas, sino que es una película. Solo la interiorización de PSH parece capaz de abstraernos hasta este punto, confundiendo la dimensión del espectador en la escena.



LANCASTER DODD, EL 'MASTER' AL FRENTE DE 'LA CAUSA'

El duelo interpretativo entre PSH y Joaquin Phoenix en The Master fue uno de los más deliciosos legados del actor neoyorkino. De la mano nuevamente de Paul Thomas Anderson, Hoffman interpreta al líder de una secta, llamada 'La causa', y cuyos símiles con el origen de la cienciología enmudeció las posibilidades de ser reconocida públicamente a esta obra maestra.

Difícilmente con otros actores y otro realizador se podía transmitir un ambiente cargado por una sociedad a la caza de un destino final, de una explicación a todo lo que ha saltado por los aires tras la II Guerra Mundial. Un reflejo descarnado y sangrante de la América retorcida y regresiva que precedió a los 'libres' 60 y 70, perdurando hasta nuestros días a través de sus estratos más conservadores.

ALLEN, EL SOLITARIO PERVERTIDO DE 'HAPPINESS'

Más allá del trascendental trabajo en el cine bajo la dirección de Paul Thomas Anderson, los prolijos finales de los 90 para PSH dejaron algunas escenas memorables dentro de otra obra coral: Happiness, de Todd Solondz (1998). Allen, que es como se llama el personaje al que interpreta el actor fallecido, muestra ante la cámara un auténtico historial de complejidades: un hombre solitario, pervertido o no quizá por este hecho, desequilibrado en su sexualidad, con brotes de inferioridad que lo llevan al límite de su existencia, capaz de mostrarse firme ante sus ideas más retorcidas para acabar completamente arrepentido, hundido sobre sí mismo. Y todo ello en poco más de dos minutos. Un sinfín de contención y bruscos giros dentro de una figura vulnerable:



TRUMAN CAPOTE

Para la industria estadounidense del cine no parece sencillo enfrentarse a los grandes iconos del siglo XX. Hombres que, como Andy Warhol, por sobreexposición en los medios son difíciles de atajar con un guión que no ocupe más de dos horas al espectador ante la pantalla. Truman Capote parecía uno de esos escurridizos tótems de la cultura popular americana que por su intelectualidad e histrionismo no iba a ser difícil de encajar. Eso por no hablar de su 'amaneramiento' y el particular y conocido tono de voz.

A día de hoy, resulta complejo imaginar qué actor volverá a enfundarse el impecable traje de este periodista y escritor. Quienes conocieron al verdadero Capote quedaron impresionados por la inmersión de PSH en el papel, más allá de ser una obra de ficción. Quienes lo desconocían y, sencillamente, lo disfrutaron en esta película, pudieron acercarse al personaje histórico con una galería de nuevos tics, gestos, impostura de la voz y recursos que hasta la fecha no habían aparecido antes en la carrera de Hoffman.

Otras escenas de Casi famosos (Cameron Crowe, 2000), El talento de Mr. Ripley (Anthony Minghella, 1999) o Los idus de marzo (George Clooney, 2011) podrían haber ilustrado los rasgos de un actor sobre dotado para su profesión. Hoffman podía haber ganado un Oscar por La duda pero, paradojas de la vida, se lo arrebató un ya fallecido Hugh Ledger por su refrescante Joker en El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008). También pudo hacerlo por su papel como Lancaster Dodd en The Master, aunque la película tuvo los citados problemas para colarse entre las premiadas de 2012. PSH consiguió finalmente su estatuilla por Capote, con la que consiguió logró el Globo de Oro, el premio del Sindicato de Actores, el BAFTA y el Independent Spirit Awards, entre otros. 

LOS PROYECTOS INACABADOS DE HOFFMAN

Su muerte también supone un contratiempo importante para alguno de los proyectos con los que estaba comprometido. La saga de Los juegos del hambre había contado con él para sus dos próximas entrega: Sinsajo Parte 1 y Sinsajo Parte 2. PSH ya había participado en Los juegos del hambre: En llamas, estrenada poco antes de la Navidad de 2013. Sin embargo, de cara a los dos nuevos estrenos programados para las fechas prenavideñas de 2014 y 2015 su participación solo podrá estar presente en la primera de las partes. La segunda parte de Sinsajo, que se rodará en los próximos meses, no contará con el actor aunque The Hollywood Reporter asegura que los estrenos no sufrirán ninguna variación en el calendario según sus fuentes.

El proyecto más notable que se quedará en el cajón es el que hubiera supuesto su reencuentro con la dirección, tras la película de 2010 Jack Goes Boating. El nuevo film, para la que contaba con las actuaciones confirmadas de Amy Adams (amiga íntima del actor) y Jake Gyllenhaal, se había retrasado algunos meses pero ya tenía forma e incluso título: Ezekiel Moss.

Además de los citados proyectos, Hoffman estuvo hace apenas dos semanas en el Festival de Sundance presentando las películas God's Pocket, de John Slattery, y uno de los estrenos más esperados del año: A Most Wanted Man, en el que estuvo bajo la dirección de Anton Corbijn para esta adaptación de una novela de John Le Carré. Ambas películas se estrenarán este mismo año.

Por si fuera poco, Hoffman había sido seducido finalmente por el musculoso mundo de las series en Estados Unidos. En este caos había sido Showtime la que había conseguido hacerle embarcar en el proyecto Happyish, una serie que solo ha contado con el rodaje de su piloto y cuya producción constaba de 10 capítulos para una primera temporada que, en caso de seguir adelante, no contará con el actor recientemente fallecido.

UN CARÁCTER ENIGMÁTICO, UN FINAL ENSOMBRECIDO

Su relación con Broadway y con la ciudad de Nueva York iba mucho más allá de ser una cuestión puramente profesional o de arraigo. "En Nueva York puedo pasear sin que nadie me reconozca", aseguraba Hoffman el pasado mes de marzo de 2013 a la revista Esquire. Era cierto que él no se sentía cómodo con el habitual acoso que sufren los rostros más populares en la costa oeste de Estados Unidos o en ciudades como Miami. Dijo no entenderlo en numerosas ocasiones y en sus entrevistas, según todos los medios, siempre mantenía cierta tensión por si el entrevistador se adentraba por el terreno más personal de la charla. En Europa, en los festivales, cuentan los más próximos que se sentía más relajado ante las habituales y maratonianas sesiones de promoción.

Era más o menos conocido que Hoffman ya fue ingresado nada más recibir su título de Tisch School en la Universidad de Nueva York, cuando empezó a formarse como actor allá por 1989. Una realidad que combinaba con una creativa híperactividad, sobre todo en cuanto a lo que se refería en la creación de pequeñas compañías y puesta en marcha de obras de teatro.

Mostró una debilidad constante al consumo de medicinas y, particularmente, de heroína de la que puntualmente algo se dejaba entrever en los medios y en los comentarios de sus colegas. La dinámica no cambió en casi 30 años pese a los logros de su carrera, ni siquiera con la llegada de su propia familia. El pasado mes de mayo de 2013, aunque nadie de su entorno lo confirmó, ingresó en una clínica de desintoxicación. Poco o nada se sabía hasta este domingo de su proceso de separación con Mimi O'Donell, la diseñadora de vestuario con la que tuvo tres hijos durante la última década. Ayer, para sorpresa de muchos, se supo que el apartamento de Greenwich Village era su lugar de encuentro con una nueva y joven novia (según la información de The Daily Beast). La joven sufrió un ataque de ansiedad en los alrededores del edificio a la vez que se congregaba una gran cantidad de fans del actor y curiosos.

El final de Philip Seymour Hoffman muestra ahora las sombras de un hombre capaz de todo en su profesión. Inabarcable en sus posibilidades como actor, tanto en el cine como en el teatro, la muerte del neoyorkino priva a los espectadores de una cantidad de obras durante los próximos años difícil de valorar. Su ausencia será la de una figura casi imposible en el Hollywood del siglo XXi: referente tanto para la profesión como para la crítica, capaz de convencer al público mientras, sin excepción, acabó siendo objeto de deseo para la industria.

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1 comentario

Esther Cabrera Cejas escribió
03/02/2014 21:51

¡¡EXCELENTE!! Ha sido una muy buena idea publicar éstos fragmentos. Muchas Gracias.

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