VALENCIA. La identidad de una ciudad la definen, entre otros, sus rótulos. Recorrer una ciudad te permite asomarte a cómo era antes o cómo ha sucumbido al paso del tiempo y, por desgracia, paseando por Valencia uno advierte que el plástico retroiluminado, los escaparates con molduras de pvc y el aluminio debieron engullir algo que había antes, algo que las futuras generaciones no conocerán jamás.
Asumir los rótulos como parte del ADN de una ciudad puede parecer una afirmación demasiado consumista y algo banal, pero nada más lejos de la realidad. Las relaciones comerciales y el desarrollo industrial y tecnológico marcan la historia así como su progreso, y puede parecer normal que los rótulos de forja de metal o madera tallada hayan dado paso primero al neón y ahora al led, pero estamos perdiendo el estilo con el que cada área geográfica acuñaba su industria, el valor que tiene el uso de una tipografía concreta en Inglaterra respecto al estilo suizo, los materiales que usaban en la fría Dinamarca o en una cálida Valencia modernista de principios del siglo XX con aquella exaltación de la huerta y de la flor del naranjo o el uso de los mosaicos llenos de color... Nada que ver con la arquitectura faraónica de blanco sepulcral y trencadís removible.
Valencia fue capital de la República entre los años 1936 y 1937. Durante este período la ciudad acogió a intelectuales y artistas y, así, vio cambiar el día a día de la gente pero también la imagen urbana valenciana. La actividad cultural de Valencia se vio enseguida reflejada en la producción artística de la época, cuna, por ejemplo, de los mejores cartelistas a nivel internacional que exportaron la imagen de una Valencia cosmopolita y en efervescencia. Con motivo de los ataques a Valencia en la Guerra Civil, se construyeron y habilitaron refugios antiaéreos por toda la ciudad, y para que la población los reconociese al oír sonar las alarmas, se rotularon con unas gigantescas letras decó en piedra constituyendo una especie de identidad gráfica en línea con la cartelería republicana de entonces.
En bastantes casos estos refugios eran de propiedad privada, pero aún así son desde hace años 'Bien de Relevancia Local', y es una vergüenza el estado de deterioro en el que están. Por desgracia ni la Generalitat Valenciana ni el Ayuntamiento de Valencia ni entidades locales han hecho nada por rehabilitarlos y ni siquiera protegerlos (más allá de acuñarlos como BRL e incumplir sistemáticamente la Ley Valenciana de Patrimonio Cultural). Así, los subterráneos que quedaban en pie fueron abandonados y de los refugios que quedaban señalizados como tales hace cinco años (calle Alta, Serranos, Espada y Tetuán) ya un par ni siquiera son legibles, sus muros tienen contenedores pegados o restos de obras contiguas cuando deberían ser lugares abiertos al público como lugar de difusión del pasado cultural valenciano.
Asociaciones como el Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural ya han pasado varios escritos por el Registro General de Entrada pidiendo la recuperación y puesta en valor de estos refugios, pero ninguna entidad local ha hecho absolutamente nada por su conservación.
La ausencia de política cultural valenciana es el estandarte de la política cultural valenciana. Degradar así el patrimonio valenciano es pisotear nuestra identidad, y mientras las voces más incultas hinchan sus complejos camuflados de argumentos identitarios, las auténticas señas de los valencianos se van deteriorando, erosionando y desapareciendo. El icono que suponía una barraca o las letras de un refugio y que podrían ser contenedor y contenido respectivamente de cultura valenciana, ya no están. Así de simple.
En 2005 se inauguró en Berlín el Buchstabenmuseum (Museo de las Letras), una iniciativa privada que no recibe ningún tipo de subvención pública. Este museo recoge rótulos y letreros tipográficos, los restaura y los exhibe destacando la función de las letras como objetos indispensables para la comunicación, sean artesanales o industriales.
De vuelta en España, la colección de casi dos millares de piezas de gráfica urbana catalana fotografiadas por America Sanchez en el libro Barcelona Gràfica o el maravilloso proyecto Letras Recuperadas del valenciano Juan Nava en el que fotografía y redibuja rótulos comerciales, son dos ejemplos de cómo la pasión hace más por conservar este patrimonio que las vacías acciones populistas de algunos gobiernos.
Algunos aún recordamos como símbolos de nuestra niñez las caligrafías de "calamares" y "bravas", los dibujos de gambas en las cristaleras de los bares o los carteles pintados a mano en los cines. Ésa era mi ciudad. Y maldigo los vinilos recortados en los bares de ahora, los anodinos y clónicos rótulos industriales patrocinados por marcas de cerveza y la madre que parió a cada interiorista que tira abajo un comercio histórico para levantar separadores de pladur, mostradores corporativos lacados en blanco y aburridas placas de metacrilato.
Que parte de la identidad de nuestras ciudades recaiga en la labor comercial de los negocios locales corre el riesgo de que la globalización y el diseño de las grandes multinacionales los impersonalice, pero ahí es donde debería entrar una normativa que protegiese este patrimonio cultural. Si bien es cierto que hay edificios o emblemas protegidos, las autoridades no hacen nada por que se cumpla (a todos nos vienen casos a la cabeza cuando de repente un día caminando descubrimos que aquella pastelería con un local que era una joya del modernismo y que tan acostumbrados estábamos a ver es ahora una tienda de una cadena de ropa interior con molduras de plástico).
En Los Angeles, la Cámara de Comercio de Hollywood puso en marcha en 1949 la rehabilitación del rótulo inmobiliario "Hollywoodland" del monte Lee dejándolo en el actual símbolo de las letras de Hollywood, pero con la crisis de los 70 fueron inversiones privadas las que rescataron esas icónicas letras conservándolas como están hoy.
Quiero un documental sobre los que rotulaban cristaleras de bares al igual que los americanos producen sus películas sobre el lettering en los carteles, y también quiero un museo de letras olvidadas como el de los alemanes. Tengo profesionales iguales o mejores que ellos pero como no tengo un montón de magnates que pongan pasta para recuperar estas señas como hicieron en Hollywood, de momento plantaré una queja más sobre el abandono de estos patrimonios nuestros y seguiré admirando a los profesionales del diseño que siguen recordando de dónde venimos cuando se les plantea un trabajo para su ciudad.
En junio volverá a celebrarse en Valencia el Congreso Internacional de Tipografía, que este año celebra su 10º aniversario en una edición que llevará el título de 'Con carácter'. Y aunque el oficio de diseñador y el de tipógrafo son relativamente recientes como tales, ya existía diseño antes que los diseñadores, y buena muestra son estos rótulos comerciales.
Los rótulos tienen una función esencial en nuestros entornos. Son el vehículo para la tipografía, para que una letra pase a tener un valor u otro (o ninguno), para que una palabra sea dotada de un carácter especial o para que por contra le parezca aburrida y una más a nuestros ojos.
Al fin y al cabo, no es tan misterioso que las cosas que no se cuidan acaben perdiéndose o desaparezcan. No dejemos que todos esos letreros se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Si Xavi, por supuesto que hay y habrán "artistas" que hagan un arte de la LETRA incluso del ordenador pueden salir y salen maravillas, pero -como reconces- el oficio ha desaparecido, ya que es obvio que no se va a volver a coger la regla y el lápiz y a dibujar para a continuación rellenar con pintura y destreza lo dibujado, ni se sufrirá la incognita de como sera el final del trabajo ya que solo lo podías imaginar, no lo podías dibujar con "COREL" ultimamente a veces invertías en "Letraset" y hacías algo previo que te costaba casi como el rótulo. Esto es lo que ha muerto.
Ricardo, no te falta razón en la pérdida de oficio, pero ojito con algunos nombres de gente joven con gran talento más allá del ordenador. Por ejemplo Joan Quirós del estudio Voltio o El ilustrador Jorge Lawerta. Estilazo tienen ambos y ya son referente para mí con sus caligrafías y trabajos de lettering.
Xavi tiene razón y yo me adhiero a una posible propuesta para reivindicar los refugios.Había uno en la Calle Sagunto. Hoy iré a relocalizarlo y os daré noticia.Ánimo con la puesta en común y la denuncia
Efectivamente, el calor de las LETRAS hechas a mano es incomparable con las de vinilo nacidas del ordenador, estas están literalmente MUERTAS al lado de las otras que gritan lo rotulado. Dice Xavi que aquí hay profesionales, pero dada la falta de aprendizaje en el oficio de rotulista y la aparición del ordenador, quedan cuatro mal contados que serían capaces de pintar letras a mano alzada en los cristales de los bares o en una cartulina, etc. Pero si, tendremos que intentar conservar lo poco conservable que queda, empecemos compartiendo y difundiendo esto.
Toda la razón, personalmente creo que no llevamos un buen camino, en otras ciudades son piezas artisticas y se respetan como tal.
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