VALENCIA. Jackknife, así juntito, con su doble ‘k', se puede traducir como navaja. Sustantivo aparte, la realidad es que también se utiliza para definir a algo o a alguien cortante. Jack Knife, así, separado y en la calle Matemático Marzal 1-12 de Valencia, es el primer profesional de la peluquería en la ciudad que decidió colgarse la etiqueta de barbero. El local que comparte con un colega de aventura animado posteriormente se llama '59ers barber shop'. En el se lleva cabo el artesanal corte old school, aunque la cuestión es si alguien había tenido la necesidad durante las últimas décadas de reclamar este ancestral servicio cerca del Turia.
Lord Jack Knife, el nombre ‘artístico' de este barbero, transmite la condición provocativa y elegante a su vez de Salva Chanzá, un valenciano nacido en 1983 que optó por recuperar un oficio artesanal. Es de noche cuando encuentra un hueco para atender las preguntas. La agenda que repasa las citas del día no muestra ni un hueco en blanco.
Es prácticamente la hora de la cena y en la barbería suena Debussy mientras los últimos clientes hablan con confianza masculina, reclinados sobre un sillón ‘Jaso', de los que se fabricaban en Eibar y poblaban las peluquerías (y clínicas dentales) de media España hace décadas. Toallas, filos, protocolos de corte y un espacio de trabajo cuidado acogen este servicio revitalizado y revitalizante para el hombre del siglo XXI.
-¿Qué barbas llevaban en tu casa como para que haya surgido todo esto?
-¿Qué barbas? [Risas] Sinceramente, si conocieras a mí familia te darías cuenta de que por ninguno de ellos podría haberme surgido esta fiebre.
-Entonces es una reacción, un gesto de rebeldía.
-Creo que sí. Hace poco le preguntaba a mi madre por cómo era cuando era pequeño, y me respondía que desde la guardería me juntaba con gente más mayor, que aparentemente tenía otras inquietudes. Obviamente, cuando llegó la adolescencia esto se multiplicó y estaba muy indeciso acerca de cuál era mi futuro. Mi padre quería que fuera agrónomo, pero un día me presenté en casa y dije que me había matriculado en una escuela de peluquería. Mi padre estuvo tres meses sin hablarme.
-¿Y qué se cruzó en tu camino para dar ese golpe de timón?
-Me costó mucho terminar el bachiller científico y debido a esta experiencia me apetecía aprender un oficio, algo que fuera artesano, que pudiera 'hacer'. Me gusta mucho la cocina, pero no me llamaba tanto profesionalmente como la rama de la peluquería. Y la razón es que siempre me ha gustado cuidar mi imagen, aunque la decisión fue rápida y eso provocó que los principios fueran bastante duros. No me gustaba nada lo que hacía en la academia.
Pero, desde ese momento, parece que ya no hay marcha atrás en la decisión.
-Pudo haberla, pero creo que soy una persona demasiado responsable. Sin embargo, reconozco que he encauzado la profesión a lo que más satisfacción me da, aunque lo fui descubriendo poco a poco, de forma natural.
-La inquietud por la barbería. Por la desaparecida profesión de la barbería.
-Lo inexistente te atrae, es así. En España no hay academia de barberos y por eso empecé como todos formándome en el corte para mujeres.
-No había academia, pero ahora tú también estás impartiendo clases.
-Así es, aunque de momento solo lo hago para profesionales. Es un campo en el que quiero seguir desarrollando mis conocimientos, porque sí quiero transmitir las técnicas y mi estilo a la hora de realizar el corte.
-Manos a la tijera, ¿cómo empezó lo del corte?
-La realidad me empujó a ello. De lunes a viernes iba a clase, pero los sábados trabajaba en un salón unisex en el que éramos 10 trabajadores y solo el propietario y yo éramos chicos. Las mujeres no querían hacer el corte de chico, así que empecé a descubrir la faceta del corte y me gustó mucho. Lo hacía porque ellas no querían, pero era lo que más me gustaba. Mi jefe me dio unas directrices que me sirvieron muchísimo y por esto también empecé a valorar las técnicas y a pagar por recibir formación por cortes especiales. He hecho cursos por media España y fuera.
-Cuatro escuelas en el extranjero.
-En Londres, en París y dos en Estados Unidos. Hacía cursos de afeitado, técnicas de corte, especialización en la barba... el barbero es el profesional del corte y del afeitado, así que intentaba cubrir ambos campos. En el camino he ido especializándome en los cortes de los años 20 a los 50 porque es lo que más me gusta y reconozco que ya es la ‘especialidad de la casa', el old school.
-Unos cortes muy marcados. Tus clientes, ¿a dónde acudían antes de que abrieras?
-Pues... no se podían hacer esos cortes [risas].
-¿Es un mercado sin competencia?
-Bueno, sí hay competencia. Técnicamente yo no soy el mejor a la hora de cortar, pero me he equilibrado -creo- entre lo que me gusta hacer y en cómo lo transmito al cliente. La gente me identifica por mis cortes. Esto es lo más importante.
-Ahí está la cuestión de comunicar todo el día con tu cuerpo, con tu oficio, con tus redes sociales y tu web, lo que haces. ¿Te sientes cómodo?
-Entre mi vida y mi trabajo no hay diferencia. Me siento cómodo uniendo mi vida profesional y personal; hago lo que soy y soy lo que hago.
-Ha costado tiempo.
-13 años de experiencia profesional y 9 por mi cuenta. Con 21 años empecé con mi primer proyecto empresarial. Cortaba a caballeros, pero no afeitaba. En mis inicios los protocolos de trabajo y los usos de la cosmética no tenían nada que ver con lo que he podido ‘añadir' ahora. He invertido mucho tiempo en leer, ver vídeos, conocer de primera mano protocolos de trabajo... y sobre todo mucha experiencia en el afeitado porque un buen corte de cabello, como aquel que dice, puede hacértelo cualquiera. Un buen afeitado es algo mucho más difícil.
-Y las barbas, creciendo y creciendo por las calles de Valencia.
-Cierto. No puedo negar que también ha sido una cuestión de demanda, aunque servicios de afeitado no se hacen tantos a día de hoy como de corte. El afeitado sigue siendo un servicio extra, como un homenaje que el cliente se quiere dar.
-Barba prominente, en tu caso, por cierto.
-¡Soy un novato! [risas] Me la empecé a dejar este verano y la verdad es que me gusta mucho cuidarla, mantenerla... estoy encantado.
-Mucha barba, ¿pero el barbero también hará sus afeitados?
-Por supuesto, y es un gustazo profesional. Hay que reconocer que sobre todo es un segmento de clientes que va de los 40 a los 60 años, y el ritual con las toallas y todo los pasos del proceso son muy relajantes también para el afeitado
-Los clientes más maduritos estarán encantados con tu aparición.
-Sí y yo con ellos porque siempre me ha gustado tener un espectro lo más amplio posible de edades. Tengo clientes que hace tiempo que cumplieron los 60. Nunca me ha gustado ceñirme únicamente a un target de mi generación.
-En estos 9 años, ¿ha cambiado el hombre que tienes como cliente?
-Muchísimo. A finales de los 90 estaba de moda el look añinado, previo a lo que más tarde sería la explosión del metro sexual, cuando arranque yo. Ahora el hombre trata de mostrar su masculinidad de una forma natural, desde luego alejado de la imagen afeminada, y por eso la barbería goza de esta situación. Pero hay que adaptarse a las exigencias del mercado...
-Las modas andan rápidas. ¿Hacia dónde nos encaminamos ahora?
-Durante las próximas décadas seguirá estando de moda la expresión de la masculinidad. La figura del dandy ha resurgido y la cultura que hay a su alrededor. Tras tres décadas de imagen afeminada (70, 80 y 90), ahora el hombre ‘embaja' la hombría, 'el hombre y el oso'... [risas]. Nada de cejas muy marcadas y más look natural.
-¿Te ocultas de alguien con tu alter ego?
-[Risas] Solo intento hacer un juego de palabras con lo que significa jackknife como cortante en la cultura anglosajona. Buscaba un toque canalla, pero con el 'Lord' para mantener la elegancia. Me gusta transmitir lo que soy y lo que hago con un solo nombre: busco lo desenfadado dentro de la elegancia.
-Chaleco impecable, corbata de ejecutivo... y tatuajes por todas partes. ¿Cuánto hay de juego en toda esta presentación de cara a tus clientes?
-Hay mucho juego. No me gusta llamar la atención por las malas ‘formas' y me gusta la cultura del tatuaje. A veces, la gente que va tatuada es encasillada socialmente para mal; todavía la primera impresión es esa. Ahora, si la vemos bien vestida, parece que la aceptamos mejor. Lo noto con mis clientes más mayores, que no comparten la cultura del tatuaje, pero se siente cómodos con la imagen. Pero para ello es necesario comprender cómo han sido los movimientos estéticos durante el siglo XX. Para mí es necesario comprende para proponer, y proponer, por supuesto, porque nosotros vivimos de la imagen de las personas.
-¿Y, de repente, montar todo esto en Valencia?
-Sí, pero no me considero ciudadano de un país, de un solo lugar. Creo fuertemente en la globalización y en lo que supone Internet para esto. Gracias a la Red uno puede demostrar que hace algo bien con muy poco. He iniciado el camino aquí porque es mi ciudada natal, pero no me cierro a seguir con el proyecto en el futuro en otra ciudad. No me siento atado para nada.
-¿Franquiciarías tu negocio?
-No. La barbería es artesanía y no se puede industrializar. Es el trabajo hecho a mano, bien calibrado, bien elaborado. Aquí se viene con previa cita y franquiciar es muy difícil porque el servicio es muy muy personalizado.
-¿Cuál es el estado actual de la barbería en el mundo?
-La barbería surge hace 20.000 años de antigüedad. Los países que marcaron tendencia fueron los sajones. Se puede decir que la barbería tiene una sede por allí por donde ha pasado el reino británico. Más tarde fue, de forma importante, la Europa que creaba tendencia en la Edad Media la que potenció la barbería. Con la colonización de los Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Holanda inocularon esta cultura y en este mestizaje abrumador de la ‘tierra de las oportunidades' se crearon los primeros estándares profesionales. Estándares que todavía seguimos.
-Un perfil, el de Lord Jack Knife, en el que cabe esa manida ‘función' de embajador de marca.
-Sí, pero sobre todo con marcas de cosmética. Trabajo ahora mismo con la línea de afeitado de Acqua di Parma, pero lo que aporto dentro del mercado de meros vendedores de producto, lo que sumo, es el test de producto. Es la parte que a mí más me interesa de estas relaciones con marcas.
-Eres un fiel seguidor de los '14 pasos del afeitado'. ¿En qué consisten?
-No es que hagamos 14 pasos de muñeca o 14 rasurados. Lo que se hace es segmentar la zona de afeitado en 14 secciones y cada sección y cada una de esas secciones se aborda de una manera. Y el motivo es el nacimiento del vello facial porque, aunque cada individuo es distinto, las directrices son muy parecidas para todos. La técnica está extraída de The barbers' manual, de Arthur Moler, ¡escrito en 1866!
-¿Eres muy dogmático?
-Se podría decir que sí. La barbería es tradición, aunque apliquen detalles contemporáneos. Me gusta mucho la historia de la barbería y da pie para contar muchas cosas a través del oficio.
-En España, habiendo existido, muchos recuerdan el oficio porque los barberos también ejercían de ‘sacamuelas'. ¿Qué ha quedado aquí?
-En España no se profesionalizó, no se especializó. El barbero no era precisamente una persona que entendiese de moda, sino que daba más bien un servicio que parecía anticuado. En cualquier caso, no lo conozco a través de publicaciones, solo por comentarios. No existen publicaciones en castellano sobre la barbería.
-Por cierto, ¿pasan mujeres por la sala de corte?
-Sí, alguna hay. A algunas mujeres les gustan los cortes de chico, pero son una pequeña minoría aquí.
-Los caballeros llegan a la barbería, ¿qué referencias te señalan?
-Te podría hablar de Nick Wooster, te podría hablar de Justin O'shea, pero sobre todo el que más me señalan como referencia es Ricki Hall.
-¿Y qué tendencias se manejan en cuanto al bigote?
-Se lleva el bigote voluminoso. Un bigote handlebar, las tendencias austríacas, imperiales, el bigote british... pero el que está claro que no se lleva es el ‘mostachón' español, el de la benemérita. Lo más relevante con el bigote es el uso de cosmética para peinarlo, marcar las puntas y la gente disfruta cada vez más haciéndolo.
-Lo que parece es que el bigote sigue siendo algo más arriesgado de la barba.
-Es igual de complejo o sencillo hacerlo encajar en un rostro. Nosotros hacemos un análisis con nuestros clientes morfológico. Hay cuatro tipos universales en la raza humana y hay diferentes soluciones para cada uno de sus casos. Potenciamos virtudes disimulando los defectos.
-¿La climatología de la ciudad en la que vives debe determinar una barba?
-Por supuesto. En Valencia gozamos de un tiempo caluroso y una barba como la mía, según en qué condiciones de trabajo, es un problema. Si puedes trabajar fresquito, como es mi caso, no hay problema, pero puede llegar a ser molesta en otras condiciones y dar calor. Aun así, lejos de lo que la gente piensa, en los países en los que hace frío llevar una barba larga no es lo más cómodo. La barba se moja y puede ser molesto.
Estaba interesado en conocer los cursos.. De barbería y corte, soy profesional más de 13 años,alguien m puede ayudar
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.