Con el cierre de RTVV como pesado telón de fondo, el artista, ensayista y reconocido teórico de la imagen a nivel internacional aborda la censura con una exposición en Valencia y expresa en este diario sus opiniones sobre las nuevos caminos de la información y sus influencias sociales
VALENCIA. Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) es un artista y ensayista único si se tiene en cuenta la influencia de una obra que le ha llevado, además, a recibir infinidad premios. Hace tan solo unos meses recibió el Premio Internacional de Fotografía Hasselblad, considerado como ‘el Nobel' de la materia. Un reconocimiento tras su vasto trabajo como creador, docente y escritor que también le ha llevado a ser distinguido con el Premio Nacional de Fotografía o el Nacional de Ensayo por el esencial ‘La cámara de Pandora' (Ed. Gustavo Gili, 2010).
El Octubre Centre de Cultura Contemporània (C/ Sant Ferran, 12, Valencia) exhibe hasta el 7 de febrero Deletrix, una exposición de Fontcuberta atípica en comparación a sus populares ‘Sputnik' o ‘Googlegramas'. Un proyecto que nació en torno a la celebración del 90 aniversario del PEN Català y la coincidencia con el Día Internacional del Escritor Perseguido y que ahora llega a Valencia con quince fotografías de documentos, todas ellas captadas en bibliotecas e instituciones de Europa y América en los diferentes viajes del autor. Fontcuberta, que asegura seguirá desarrollando "de por vida" esta colección, reúne textos y pentagramas manchados, rayados y hasta rajados "con violencia". Con esta muestra y el discurso del autor se abre una necesaria reflexión acerca de la manipulación de la memoria por parte de 'los poderes'.
-¿No es paradójico que ‘los poderes' sigan ejerciendo la censura a sabiendas de que ésta se revela contra sus intereses cada vez de una forma más rápida?
-Los efectos de la censura siempre terminan siendo visibles. Las páginas censuradas brutalmente [en la exposición] son la prueba de esa falta de transparencia y de su actualidad. La censura siempre ha estado presente en la medida que siempre ha habido diferencias de autoridad, y en el fondo no es más que el efecto de controlar la realidad y, más que una cuestión de tipo filosófico, es una cuestión política.
La censura sucede a día de hoy como podemos en casos como el de Wikileaks, que pese a ser una reacción distinta a la de los documentos de la exposición tiene el mismo origen: un censor que quiere evitar cierta información circule, que sea conocida. No obstante, la censura más propia de nuestros días que se posibilita desde el poder es la autocensura y no es una censura directa, pero es igual de eficaz.
-¿La desaparición de la Radiotelevisión Valenciana es un acto de autocensura, precisamente?
-El acceso a la libre información es fundamental para la higiene de una democracia. Cuando una sociedad, como la valenciana en este caso, queda desprovista de esta herramienta es por una acción de un gobierno autoritario y, sobre todo, antidemocrático. Privar a un pueblo de estos medios para la democracia porque presentan versiones contrarias a un gobierno, pese a que se escuden en un argumentarlo económico, no deja de ser una forma autoritaria de censura.
Además, el caso de RTVV recuerda, siendo benigno, al despotismo ilustrado. Quien tiene poder elige por sus súbditos qué información deben manejar estos porque no los considera suficientemente capacitados para tomar sus propias decisiones.
-Habla de un comportamiento censor en un contexto de híperconexión a través de la Red, que bien conoce a través de su investigación y su obra. ¿Ha ganado o ha perdido el ciudadano en el consumo de información con esta revolución digital tecnológica y social?
-Hay profesionales de la fotografía tecnófobos, que consideran el avance tecnológico como un empeoramiento del humanismo en el que estábamos asentados. Otros ven en la tecnología y las redes un mejor sistema democrático, más participativo. Personalmente, entiendo que en cualquier innovación hay pérdidas y ganancias. Hay elementos que suponen mejoras y otros que podemos considerarlos renuncias a valores que teníamos. En la era digital hay más información, por lo que es difícil digerir toda esa información porque los emisores y los canales son múltiples. En este sentido, antes era mucho más sencillo ‘controlar' qué se emitía a través de los medios de comunicación tradicionales y, por tanto, más sencillo censurar. Por ejemplo, con respecto a los libros ahora hay un boom con la producción de baja demanda. Esto antes también era una barrera cuando la producción solo era posible en grandes tiradas.
-En el contexto actual, digital, social, con miles de fuentes ¿cuáles son las barreras a la información que se busca?
-La gran cantidad de información se ha convertido en otro elemento de censura actual. Una fórmula es ,no dificultar el acceso, sino perder la información entre otras muchas otras, haciéndola imposible de ubicar porque se confunde en un magma de datos inútiles. Esta técnica de sepultar la información quedó reflejada en mi proyecto ‘Googlegramas'. Los visitantes de la instalación tenían que introducir una serie de palabras para que apareciera finalmente una imagen completa, pero mientras trabajaba en el proyecto descubrí que en Google no aparecían imágenes si uno tecleaba ‘Abu Grahib'. En cambio, si lo hacía en Yahoo o Altavista, los resultados eran por miles. Google se vio obligada a abrir esos filtros y a publicar un comunicado negando ningún tipo de intención censora. Para mí, la censura también existe cuando busco algo que me interesa y tengo que pasar por 10 páginas de Google llenas de bazofia que me distraen. Esto provoca que solo alguien con muchas ganas de alcanzar la información la consiga.
¿Encontrar atajos a esta situación es el reto más inmediato en la búsqueda de información?
-Diría que más que eso. Antes decíamos: ‘la realidad no existe, existen formas de conocimiento'. Hoy en día diríamos: ‘la realidad no existe, existen motores de búsqueda'. Google, Yahoo, etcétera, nos permiten llegar a unos ciertos modelos de lo que consideramos real. Imágenes, datos y contenidos y una información que vamos consumiendo y nos influyen para tomar decisiones. Esto tiene una repercusión inmediata de lo cotidiano. Es muy relevante este hecho.
-Los medios de comunicación, a su vez, se muestran cada vez más débiles. Menos recursos humanos, menos rentabilidad de su actividad, mayor presión sobre su independencia. ¿Cuál es la misión del periodismo y del fotoperiodismo?
-Se desarrolle con palabras o con imágenes y palabras, la misión del periodismo es la de servir de puente entre el ciudadano y las realidades circundantes. Es la distancia entre lo que sucede de verdad y las personas. Más allá de esto, es importante entender que la noción de documento ha quedado en otro plano por la cultura digital, por la ingente cantidad de información gráfica que poseemos. El actual contexto nos ha trastocado los valores de verdad y memoria en los que era antes tan importante la fotografía documental.
-Con algunos de sus trabajos hemos descubierto que sumando las posibilidades tecnológicas a las redes sociales el ser humano parece tener una auténtica necesidad de crear y comunicar con imágenes.
-Es interesante hacer un recorrido rápido por la evolución de esa realidad: las pinturas rupestres estaban creadas por una elite, los magos o los chamanes, porque ejercían de ‘contacto' con los dioses. Siglos más tarde eran los artistas los que plasmaban la naturaleza, pero estos eran unos pocos seleccionados por su talento y su genialidad. La fotografía en el siglo XIX pasa a manos de los fotógrafos, que deben tener una serie de competencias técnicas, aunque aquí ya el número de personas se expande mucho. Poco más tarde George Eastman crea Kodak y aparecen los aficionados por lo que, podemos decir que, todo el mundo puedo hacer fotos. Solo resta una barrera, la del coste, que desaparece con las cámaras digitales y los smartphones. Ahora tenemos una realidad que también crea un absurdo: dedicamos tanto tiempo a hacer fotos que no nos queda tiempo para verlas. Lo relevante es que, por primera vez en la historia todos somos productores y consumidores de imágenes. La imagen pierde ese aura mágica del inicio, porque todo el mundo puede crear imágenes. Ya no hace falta ser un noble para poseer un retrato; ahora tenemos los selfies. Actualmente Facebook, solo Facebook, publica seis millones y medio de fotos al día de sus usuarios. Esa es la realidad actual.
Pero hay que comprender esto en un contexto más amplio. Para entender el fenómeno siempre recurro al ejemplo de la física. En la física tradicional tenemos a Newton durmiendo una siesta, le cae una manzana y explica un montón de cosas con la Teoría de la Gravedad. Pero, más tarde, con instrumentos de investigación avanzados, resulta que las leyes newtonianas no funcionan. Necesitan ajustes, así que aparece la física cuántica. Más tarde, Einstein nos explica la Relatividad... la física no era diferente antes o después, sino que accedemos a ella a través de parámetros distintos. Parámetros que antes no podíamos tener en cuenta. No es distinto de la fotografía en la que, a día de hoy cabe reconocer que tiene mayor repercusión su vertiente sociológica; la cantidad de imágenes que lo que representan. El gesto por encima del contenido.
-¿Esto supone de alguna forma una distorsión sobre el trabajo de los profesionales de la imagen?
-No es un obstáculo, sino que el contexto es distinto. Hay un número ilimitado de imágenes, accesibles a todo el mundo. Los profesionales tienen ahora mucho que ver con las imágenes que nos faltan: las imágenes que no pueden ser realizadas 'porque no interesa', las imágenes que se han perdido, las imágenes ausentes en la memoria por la censura. La responsabilidad del artista se encamina, desde mi punto de vista, hacia la localización de esas imágenes invisibles.
-Y, por otro lado, surge el llamado ‘coleccionismo' como movimiento artístico dentro de la fotografía...
-La masificación de imágenes nos confronta con un repertorio en el que es difícil distinguir capturas. Puede ser muy fácil seguir repitiendo de una manera redundante imágenes que ya existen, pero muchos artistas como gesto de rebeldía plantean una ‘ecología de la imagen', en una especie de ejercicio de contención: reutilizar las imágenes, para expresarme visualmente como artista.
La fabricación física de la imagen ha quedado suplantada por la asignación de sentido. El artista ya no es el que fabrica obras, sino el que prescribe qué sentido tiene una imagen en un contexto. Esto, por supuesto, trastoca muchos valores: la economía de la imagen, los derechos de autor... elementos que pasan a estar bajo sospecha. Toda esta tendencia significa cuestionar unos modelos de mercado en el que se manejan muchos intereses y podemos ralentizar el proceso, pero es imparable.
-En concreto, parece que el fotógrafo se haya visto en la necesidad de reinventarse una infinidad de veces durante los últimos años, en cortos espacios de tiempo reencontrándose profesionalmente. Por ejemplo, con su posición frente a la autoría. ¿Va a cambiar este concepto?
-Cuando hablamos de apropiación hablamos de propiedad. El que se apropia niega el sentido de la propiedad, como una derivación del comunismo utópico. A mí me gusta más hablar de adopción. Apropiarse significa robar. En la Roma clásica, por ejemplo, un patricio adoptaba a un niño plebeyo y lo importante era la elección (ad-optare). Lo adopto, lo acojo, lo educo y le concedo mis cualidades. En la fotografía, de todas estas imágenes elijo estas y la escojo para mostrar un fin. En realidad no es muy distinto del artista clásico frente al lienzo en blanco. El artista siempre está eligiendo qué mostrar: elijo donde va la primera pincelada, en qué dirección, de cuántos centímetros, de qué color... Optar es la base metafísica de la creación artística.
-Ha dicho que "no existen buenas o malas imágenes, sino buenos usos de la imagen". ¿Como docente, cómo transmite este cambio histórico-conceptual a sus alumnos?
-Hay que entender que las imágenes no tienen una utilidad por ellas mismas, sino dentro de ‘la casa' en la que viven. Es un símil que utilizo. Según en la habitación en la que viva, la imagen tiene una vida u otra. Una imagen puede estar en la habitación del periodismo, en la habitación de la publicidad, en la habitación de la religión, en la habitación de los símbolos patrióticos, etc. La foto del primer paso de Armstrong en la Luna yo la vi en los periódicos, en el consulado americano, dentro de un museo de arte. Era la misma foto, pero tenía entidades distintas y significados muy distintos. La foto no es ni buena ni mala por sí misma, sino que tiene un mejor o peor uso según donde la dejemos vivir.
En este sentido, a mí me hacen mucha gracia los manuales de ‘la fotografía de buena calidad', ‘aprenda a realizar fotografías perfectas'. La mayoría de las fotografías históricas, las obras maestras, tienen errores técnicos básicos. Lo importante de esas fotos es la adecuación de esa imagen a un contexto. El estudiante debe entender que la fotografía se ha de adecuar a un espacio. Hemos de cuidar la adecuación de la imagen a un contexto determinado. La imagen autónoma no tiene sentido.
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