'Industrias Lentas', 'Simple' y 'Chair Your Life': una foto fija a una nueva raza urbana que coloniza la ciudad con negocios entre el diseño y la producción artesana
VALENCIA. Si uno se asoma a la ciudad, comienza a ser sencillo detectar una raza urbana con una buena dosis de audacia creativa y regusto a Monocle (la revista). Se han lanzado a pie de calle exhibiendo maneras laborales visceralmente artesanas. ¿Pero artesanía de pega? No, de la de la verdad, de la que requiere horas. ¿Estrategia para diferenciarse y abrir hueco? Desde luego. Industrias Lentas, Simple y ChairYourLife están en esas. Negocios que asoman con paciente dedicación y alumbran criaturas que dan gusto.
Entramos en la trastienda de sus proyectos, en una conversación a varias bandas con Marta Pina, Javier Ferrer, Andrea Serra y Holga Gallega, unos tradicionalistas todos que calmadamente renuevan el entramado comercial de Valencia regresando a los orígenes. A ver...
Marta Pina, que tiene 32 años (aunque por un momento no se acordaba de su edad) capitanea Industrias Lentas, que lejos de ser un contrasentido es un centro de estampación artesanal sin prisas. Se encargaron de la sobrecubierta de Buffalo Bill, el libro de la editorial Media Vaca escrito por Carlos Pérez antes de fallecer las pasadas Navidades e ilustrado por Dani Sanchis (para parte de la redacción de CulturPlaza.com, el libro es un descubrimiento literario de impresión); encuadernaron parte del catálogo Fragments; hilan tomos como cosiendo carne humana; fabrican la carta de presentación de proyectos artísticos.
La máquina principal de Industrias Lentas es la impresora Minerva Hispania, emplazada a modo de altar. "Ella -la máquina- fue muy importante porque nos permitió dar el salto en la producción, seguir sendo lentos, pero más rápidos". Marta Pina la enchufa y la pone a rodar. "Es una máquina muy manual, tienes que meter el papel uno a uno tantas veces como tinta lleve el trabajo".
-Parece una bestia que tome vida...
-Y que te vaya a comer. Hay gente a la que le hace ilusión venir a ver el proceso de impresión y meter una tarjeta en la máquina, aunque a mí me pone los pelos de punta por si se pillan los dedos.
-¿Cómo la conseguiste?
-La tuvimos que traer de Tarragona -dice dando inicio a un relato épico-. Vinieron todos los amigos a ayudarnos y pensé: ¿estamos locos o qué?. Estábamos moviendo quilos y quilos de plomo porque se nos había metido en la cabeza que esto iba a estar bien. Fue una odisea. Una vez bajada, ¡mierda!, no entraba. Tuvimos que desarmarle los brazos y arrastrarla a peso. Al principio cada mañana que llegaba y la veía sentía una emoción tremenda.
Desde ese día a Marta en el barrio la conocen como "la de Cuéntame".
Industrias Lentas es un ejemplo de antiguo negocio creativo recuperado con pulso artístico. Ni rastro de trazas digitales. Pina -licenciada en Bellas Artes doctorada en Grabado- muestra el catálogo de tipografías, que son las balas para estampar el arte. Aunque su tipo favorita, expuesta a mitad de catálogo, tiene la característica de no llamarse de ninguna forma. "He intentando buscar por todas partes cómo se llama, pero la pobre no tiene nombre".
Todo comenzó cuando en la universidad se quedó "embobada viendo en un curso cómo se configuraban a mano distintas tipografías". Cuando se dio cuenta le estaba comprando máquinas y material a imprentas a punto de cerrar y entregar la mercancía al chatarrero.
Una de las preguntas recurrentes desde su entorno es: y tú, ¿no puedes hacer esto en ordenador como todo el mundo?
-¿Qué les contestas?
-La respuesta es el resultado. Cuando el cliente tiene su producto, lo toca, lo mira, lo siente como propio, entonces entiende la necesidad de todo el proceso.
-¿Qué sientes durante el proceso de impresión?
-Yo toco cada hoja al menos cuatro veces. Mientras estoy imprimiendo, estoy disfrutando. Si no sale como tiene que salir, insistes e insistes. Y cuando finalmente miro cada hoja, una a una, y me gusta, me digo: eh, pues ha salido bien.
Un papel cualquiera termina convertido en obra valiosa con categoría de objeto.
DULCE DE LECHE Y SIMPLE
Javier Ferrer, fotógrafo y responsable junto a su esposa del hervidero de desayunos y meriendas Dulce de Leche, es también el inventor de Simple (pronúnciese en castellano), una tienda camino de ser la revelación de 2014, amalgama de productos hechos de manera tradicional en España. La apuesta por rescatar fabricaciones casi perdidas, por dar bola a empresas familiares que habitualmente sólo comercializan en su entorno más próximo. "Ayer estuve en Alcoy y l'Olleria. Iba con el objetivo de visitar dos pequeñas fábricas antiguas, pero cuando llegué me di cuenta que habían cerrado definitivamente".
Nos vemos en un lateral de la Lonja. "Queríamos -cuenta Ferrer sobre sus intenciones- tener una tienda con productos que formen parte de nuestra identidad, no frikadas. Productos honestos". Es un revival con viejos y nuevos diseños hechos a la manera de siempre. Una perduración de afectos.
-¿Y por qué, Ferrer, por qué creaste Simple?
-Es una forma de ennoblecer el arte del botiguero. Porque estoy seguro -comenta bajando la voz, en tono de confidencia- que va a haber dos mundos: uno globalizado, de competencia total; y una minoría que valore el concepto de tendeta, de barrio. Nosotros tratamos de ejemplificar esto último. Hay flotando en el aire un interés por buscar autenticidad, productos honestos, hechos a pequeña escala.
Lo acompañamos a abrir la tienda, una sorprendente recopilación de referencias visuales de toda la vida que conducen a hábitats históricos. Huele a esparto y a jabón. "La estética del pasado mueve emociones", sentencia.
En el caso de Simple se precipita también un intento por conservar vivos diseños que han perdurado durante décadas. Es la respuesta a un desdén:
"En España -interviene Javier detrás del mostrador- llegó una ola que lo modernizó todo, pero muchas cosas las modernizó mal. En Portugal, quizá por falta de medios, y en Francia se ha mantenido el diseño de siempre. Vas a cualquier pueblo y dices, joder, conservan diseños antiguos que funcionan perfectamente".
(Xavi Calvo el pasado lunes en este periódico daba pinceladas sobre el caso portugués).
CHAIR YOUR LIFE
En todos los personajes que configuran una Valencia modernamente artesanal existe una voluntad de liberarse de la saturación y destacar desde la excepción. Sucede con Chair Your Life. Esto es, Holga Gallega y Andrea Serra, dos jóvenes exultantes aliadas con oficios copados por personas varias generaciones por delante. Ahora cuentan su experiencia reunidas para la ocasión en torno a una tortilla en el bar del Mercado de Ruzafa. Habitualmente diseñan muebles y accesorios a partir de materiales primitivos de los que se agencian en tiendas abiertas mucho antes de que ellas nacieran.
"Cada vez que vamos caminando descubrimos nuevos locales tradicionales que tienen productos que nos valen para construir nuestros diseños -explica Andrea Serra-. Lo difícil es cuando pierdes el teléfono".
"Porque no tienen Facebook ni email... -añade Holga Gallega-. Les soprende mucho que dos chicas de nuestra edad vayan a sus tiendas y se interesen por ellos".
Como las buenas cosas, nacieron en una noche veraniega de ideas inconscientes mientras celebran un cumpleaños. En la misma velada se les ocurrió la idea de fabricar la silla Bogart. "Aúna el galán de noche y la mecedora", describe Serra. La silla terminó premiada en el concurso internacional del mueble CETEM.
Estas fans de la revista Apartamento, enfrascadas en el interiorismo de las franquicias de Olea TGS (empresa de productos españoles sita en Miami), son la muestra de una tendencia que perciben así:
"Existe una corriente -enuncia Gallega- que busca otro tipo de productos, recuperar una tradición muy arraigada de artesanos y que estaba desapareciendo".
"Intentamos ser la unión -refrenda Serra- entre los artesanos, que lo saben todo sobre su materia prima, y el nuevo diseño".
Oficio manual, ritmo pausado, dedicación al detalle. De todo eso presumen negocios como Industrias Lentas, Simple y Chair Your Life. Encaran una nueva época acordándose de lo de siempre, aliándose con comercios históricos que se descomponen, y, qué demonios, embelleciendo un poco una ciudad de la que en ocasiones caen cascotes.
Leyendo este artículo me ha entrado inquietud y miedo, pues es tan utópica y hermosa esta iniciativa de gente joven que lucha por sobrevivir que anticipa en mi una rabia sorda pensando en que no puedan superar esta ilusión de un mundo diferente, al margen del MASS MEDIA
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