PARÍS. El cineasta chino Wong Kar Wai ha necesitado seis años de preparación y tres de rodaje para poner en pie, The Grandmaster, una cinta que refleja la vida y la época del legendario maestro de kung-fu Ip Man, la cual es "más ambiciosa" y va "mucho más allá" que "In the mood for love".
El mentor de Bruce Lee fue para el artífice de In the mood for love y 2046 el desencadenante de una película que necesitó unos seis años de preparación y otros tres de rodaje, protagonizada por Tony Leung, uno de sus actores habituales.
"Nunca fui consciente de que pasara una década. El tiempo vuela, y el viaje ha sido muy interesante", afirma en entrevista con Efe el director, que impuso un exigente entrenamiento físico para que resultara creíble la interpretación de esa disciplina.
La cámara se regodea en la espectacularidad de los movimientos y en pequeños detalles estéticos que hacen reconocible la huella de Wai, pese a que su temática se aleje del registro con el que conquistó a un público entregado a la delicadeza de sus planos y de sus bandas sonoras.
"Esta película es más ambiciosa que In the mood for love. Va mucho más allá. Por decirlo de alguna manera, si con esa hice una música de cámara, con The Grandmaster he compuesto una sinfonía", explicó a Efe durante su presentación en París.
Wai, nacido en Shanghai en 1958 y criado en Hong Kong, ha buscado acercarse a una audiencia "no necesariamente más joven, pero sí diferente", y asegura que con este proyecto no solo expone un mundo que le atrae "mucho en este momento", sino que abre un nuevo capítulo en su carrera.
El realizador, que evoca en esta cinta la época dorada del kung-fu, entre 1911 y 1949, trata esa disciplina como un arte cercano a la danza y habla del mismo como una tradición en la que el honor, la sabiduría o la justicia son elementos esenciales.
Como contrapeso femenino para su historia recurre a Zhang Ziyi, con la que colaboró por primera vez en 2046, quien interpreta a una representante del estilo marcial bagua, el cual defiende que también las mujeres son dignas herederas de esa forma de lucha.
"No creo que haya un amor reprimido en la película. No hay una tensión romántica entre los dos personajes, sino una admiración mutua entre dos maestros del kung-fu. Lo que pasa es que son de géneros distintos. Habría sido lo mismo con dos hombres", asegura en un intento por despejar las dudas del vínculo entre ambos.
Los actores se sometieron a un entrenamiento y ensayo de coreografías de más de un año, y uno de ellos, Chang Cheng, llegó a tal dominio de la disciplina baji que ganó el campeonato nacional chino de ese estilo en 2012.
Wai quería que se apropiaran no solo del espíritu y la "dignidad" propia de sus respectivas escuelas de lucha, sino también que fueran capaces de ejecutarlas, para intentar dotar al género de una autenticidad sin precedentes.
No obstante, la película, que abrió la pasada edición de la Berlinale, no es solo un retrato de ese mundo y de sus códigos, porque con ellos se exhibe igualmente parte de la historia del país y se evidencia de nuevo el preciosismo técnico y estilístico que caracteriza la trayectoria del director.
Y en esta nueva entrega de su carrera, la música, al igual que en sus anteriores filmes, no pasa desapercibida: "Siempre he creído que es un personaje en sí. Es algo que da a la audiencia un sentido del ritmo, como el latido del corazón", concluye el director, cuyo único propósito, acabada esta cinta, era tomarse un "necesitado descanso".
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