VALENCIA. En el último capítulo de "Crónicas, Volumen 1", su libro de memorias, Bob Dylan narra su llegada a Nueva York y el descubrimiento del Greenwich Village, un barrio que se había convertido en epicentro de una escena folk que, entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta, se configuraba como bisagra cultural entre la generación beat y el movimiento hippy. Ansiaba conocer a a Dave van Ronk, un músico que, según Dylan, "convertía cada canción en un drama surrealista, en una pieza teatral cargada de suspense hasta el final". Tampoco oculta que supuso una importante influencia para él, hasta el punto de reconocer que "cuando grabé mi primer álbum, la mitad del material consistía en versiones de canciones que interpretaba Van Ronk. No lo había planeado así, pero así es como salió. Inconscientemente, confiaba más en sus cosas que en las mías".
Hoy en día, Bob Dylan es un mito viviente de la música popular, mientras que de Van Ronk (fallecido en 2002) se acuerdan muy pocos. Entre ellos, Joel y Ethan Coen, amantes confesos de los perdedores, que se han inspirado en su vida para realizar A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis, 2013), libremente basada en el libro autobiográfico The Mayor of McDougal Street, escrito por el propio Van Ronk en colaboración con el músico e historiador Elijah Wald. Incluso el título de la película es un homenaje al cantautor folk, que en 1963 publicó un álbum llamado Inside Dave van Ronk en el sello Prestige.
EL PRIMER BARRIO HIPSTER
Se trata de la primera cinta de temática musical de los Coen, que rememoran una época clave en la historia del folk, focalizada en locales como el Gaslight Café, un sótano que abrió sus puertas en 1958, precisamente en el 116 de McDougal Street. Los poetas beat Allen Ginsberg y Gregory Corso se cuentan entre los primeros que subieron a su escenario, pero el club se convirtió pronto en vivero de cantautores y acogió a músicos como Richie Havens, Phil Ochs, Tom Paxton, Ramblin' Jack Elliott y, por supuesto, Dylan y Van Ronk. En la misma calle, pero en el 115, se encontraba el Café Wha?, otro lugar mítico del barrio del Village, donde se presentó Dylan en el crudo invierno de 1961, el mismo en que se localiza la película, para conseguir algunas actuaciones (la experiencia daría pie a la canción Talkin' New York).
El film se zambulle en el ambiente de la mano de Llewyn Davis, un songwriter interpretado por el actor Oscar Isaac, elegido por sus nociones musicales (tocó la guitarra en su juventud). La estrella pop Justin Timberlake y la actriz Carey Mulligan, que demostró sus dotes vocales con su estupenda interpretación de New York, New York en Shame (Steve McQueen, 2011), completan con Stark Sands un trío que es un evidente trasunto de Peter, Paul & Mary, mientras que Benjamin Pike da vida a un joven Bob Dylan, John Goodman compone un personaje con reminiscencias del compositor Doc Pomus y F. Murray Abraham encarna a un productor y empresario llamado Bud Grossman (apellido de resonancias dylanianas, ya que remite a Albert Grossman, su conocido manager).
La música ocupa una parte importante del metraje, y para confeccionar la banda sonora los Coen han contado con el músico y productor T-Bone Burnett, un veterano guitarrista de Missouri que formó parte de la banda de Bob Dylan (sí, él otra vez) en la gira Rolling Thunder Revue (del otoño de 1975 a la primavera de 1976). Después formaría The Alpha Band y finalmente debutó en solitario en 1980, aunque ha logrado sus mayores éxitos como productor, trabajando para artistas como Roy Orbison, Elvis Costello, The Wallflowers y un largo etc. Su primera colaboración con los Coen se remonta a O Brother! (O Brother, Where Art Thou?, 2000), donde se encargó de dar unidad sonora a un puñado de temas tradicionales (muchos de ellos, rescatados de los archivos del famoso etnomusicólogo Alan Lomax) y temas de country y blues primitivos firmados por Harry McClintock o Skip James. El disco vendió ocho millones de copias y le reportó un Grammy.
Antes de trabajar juntos de nuevo en A propósito de Llewyn Davis volverían a encontrarse en Ladykillers (The Ladykillers, 2004), la fallida adaptación de la novela homónima de William Rose que Alexander MacKendrick había convertido en una obra maestra del humor negro (El quinteto de la muerte, 1955), de la mano de la productora británica Ealing y los actores Alec Guinnes y Peter Sellers. En aquella ocasión, Burnett arregló y produjo un repertorio de canciones entre las que se podían encontrar temas tradicionales y blues (Blind Willie Johnson), pero también el hip hop sureño de Nappy Roots.
MÚSICA A RAUDALES
Sin embargo, el músico con quien más han trabajado los Coen es Carter Burwell. Al igual que otros compositores de bandas sonoras de éxito, como Clint Mansell (que fue miembro de Pop Will Eat Itself), el neozelandés Graeme Revell (integrante de SPK) o Danny Elfman (que formó parte de los interesantes Oingo Boingo), Burwell dio sus primeros pasos en la escena rock. Concretamente, en un dúo radicado en Nueva York, compartido con Stanton Miranda y llamado Thick Pigeon. Editaron tres singles en 1982 y contaron con la colaboración de Gillian Gilbert y Stephen Morris (de New Order) para grabar su primer álbum, titulado Too Crazy Cowboys (1983) y publicado por Factory Records, el célebre sello de Manchester. Fue entonces cuando un amigo común recomendó a Burwell a los hermanos Coen, que buscaban a alguien que compusiera el score para su opera prima, Sangre fácil (Blood Simple, 1984), donde también aparecieron temas de The Four Tops, Richard Berry (su famoso Louie Louie, en versión de Toots & The Maytals), Patsy Cline o Xavier Cugat.
Desde entonces, han sido inseparables. Y aunque a veces han recurrido a la música clásica, Burwell se ha encargado de la partitura en todas sus películas, con la excepción de las tres citadas en que lo ha hecho Burnett. En la mayoría de ellas, además, se pueden rastrear las huellas de las pasiones compartidas entre los Coen y sus colaboradores musicales. Porque no deja de resultar curioso que solo las bandas sonoras de Quentin Tarantino se conviertan en tendencia, cuando las de los Coen no tienen nada que envidiarles. En Fargo (1996), por ejemplo, sonaba Merle Haggard y una versión de These Boots Are Made For Walkin' a cargo de Boy George.
Tampoco falta munición sonora en El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998), que incluía material de Yma Sumac, Booker T & The MG's, Nina Simone, Gypsy Kings (la versión del Hotel California de los Eagles), Creedence Clearwater Revival, Townes van Zandt (su relectura de Dead Flowers, de los Rolling Stones), Elvis Costello, Santana y... Bob Dylan (The Man In Me). La comedia Crueldad intolerable (Intolerable Cruelty, 2003) se nutría de Elvis Presley, Tom Jones, Édith Piaf y varias composiciones de Paul Simon (interpretadas por Colin Linden), mientras que en Un tipo serio (A Serious Man, 2009) se podían escuchar cuatro temas de Jefferson Airplane y uno de Jimi Hendrix.
Tanta devoción musical ha desembocado en A propósito de Llewyn Davis, que llega a las pantallas españolas tras su estreno mundial el pasado mes de mayo, en el festival de Cannes. Con un poco de suerte, y aprovechando la ocasión, quizá alguna cadena estatal tenga también el detalle de programar Another Day, Another Time: Celebrating the Music of Inside Llewyn Davis (Christopher Wilcha, 2013), un documental televisivo producido por los Coen y Burnett, que recoge el concierto homenaje a la película que se celebró el pasado 29 de septiembre en el Town Hall de Nueva York y reunió, entre otros, a los Avett Brothers, Joan Baez, Rhiannon Giddens, Lake Street Dive, Colin Meloy (The Decemberists), The Milk Carton Kids, Marcus Mumford (Mumford & Sons), Patti Smith, Willie Watson, Gillian Welch, Jack White y el actor Oscar Isaac.
Muy bueno guillot
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