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Pixies, Rolling Stones, Morrissey, Oasis...

Los déspotas del rock

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 28/12/2013 Despidos por teléfono, biografías vengativas y documentales reveladores atestiguan el conflicto de egos en algunas de las bandas más emblemáticas de la historia

VALENCIA. Cualquier mortal que haya atravesado tan sufrido trance puede atestiguarlo: tener un jefe déspota es una de las más martirizantes experiencias que un trabajador puede atravesar en su vida laboral. Y si al autoritarismo se le suma un despido por fax, al más puro estilo RTVV (bueno, aquello fue por e-mail), peor que peor. Eso fue, más o menos, lo que les ocurrió a tres cuartas partes de los Pixies el día en el que su líder, Black Francis, decidió cargarse el grupo a la francesa en 1993, aprovechando un parón que se suponía temporal.

El paso del tiempo, al parecer, relaja los escrúpulos e incrementa el volumen de los bolsillos, pero no ablanda el corazón ni mejora los formalismos de un Black Francis que, veinte años después, no ha tenido el menor reparo en despachar a Kim Shattuck (la sustituta de Kim Deal, a quien había reemplazado al bajo hace apenas unos meses) a través de una llamada telefónica del manager de la propia banda, que lleva ya cerca de una década recorriendo los escenarios de medio mundo viviendo de las rentas de antaño. Shattuck, en un alarde de entusiasmo, se había abalanzado sobre el público al final de un concierto, y parece que esos excesos se acaban pagando muy caros en Pixieland.

Y es que el rock de altos vuelos, alternativo o no, es terreno abonado para las explosiones de ego, las luchas intestinas y los codazos por cuotas de protagonismo, que muchas veces se resuelven con malas artes y revelaciones más que indiscretas. Que le pregunten sino al tándem Jagger-Richards, un binomio eternamente marcado por la tirantez personal, que aparentemente suele disolverse como un azucarillo antes de cada extenuante gira de los Rolling Stones.

Su historial de rencillas desde los años 70 no es ningún secreto, pero tener que leer las verdades del barquero en negro sobre blanco, en un volumen concretado en miles y miles de copias vendidas por todo el mundo, no debe ser precisamente un plato del gusto de nadie. A Mick Jagger, evidentemente, no le hizo ni pizca de gracia verse descrito en Vida (2010) como un ser básicamente ridículo y superficial, obsesionado con los lujos de la jet set o sus relaciones de pareja.

Hasta el tamaño de sus genitales salió bastante malparado en aquella biografía de Keith Richards, en la que el guitarrista disparaba con bala y apenas guardaba munición para el resto de la banda. Jagger exigió una disculpa, y como la mastodóntica maquinaria de la banda ya necesitaba volver a engrasar sus goznes para embarcarse en la gira del 50 aniversario, Richards no tuvo el menor inconveniente en excusarse y hacer de tripas corazón, que no arrepentirse. Y pelillos a la mar.


LA VENGANZA SE SIRVE FRÍA

Queda así claro que las biografías son, en muchos casos, la forma más fácil y lucrativa de ahorrarse un psicoanalista y airear unos trapos sucios que rara vez se acaban lavando en casa. A veces las revelaciones tienen efectos tan retroactivos que invalidarían cualquier posible reunificación. Otras simplemente se olvidan en aras de activar la caja registradora.

Entre las primeras, cabe citar la reciente Autobiografía de Morrissey, editada en la prestigiosa Penguin. No precisamente porque contribuya a abortar una improbable reunión de The Smiths (desmentida por activa y por pasiva: Morrissey y Marr no la necesitan), sino por las amargas palabras que el deslenguado vocalista británico les dedica, entre muchos otros, a Andy Rourke y Mike Joyce, la base rítmica de la banda, con quienes mantuvo un agrio litigio en los tribunales de justicia por el reparto de royalties en base a un supuesto acuerdo verbal. Morrissey perdió, y huelga decir que, en su más puro estilo, no escatima dosis de vitriolo y mala uva.

Algo más diplomático fue el guitarrista Andy Summers en su One Train Later, biografía en la que detalla el alborotado trayecto de The Police, publicada hace siete años. En ella lo describe como algo que evolucionó "de una frágil democracia a una dictadura", y no se corta a la hora de revelar la poquísima gracia que a Sting le hacían sus solos de guitarra sobre el escenario, así como su escasa condescendencia a aceptar sus aportaciones creativas o su poca inclinación por compartir decisiones en la banda.

El retrato lo completó, de una forma mucho más gráfica, el batería Stewart Copeland: editó el mismo año un jugoso documental (Everyone Stares: The Police Inside Out) que reunía lo más granado de las grabaciones que conservaba en Super 8 de los días de gloria del trío. El periplo de la banda no fue precisamente un camino de rosas, y Sting queda retratado a través de sus giras mundiales como un líder ególatra, poco dado a la empatía.

Nada de ello fue obstáculo para que The Police volvieran a reunirse un año más tarde, en una gira que pasó por Valencia en julio de 2008. Y la historia propia de estos lucrativos casos volvió a repetirse: poca química escénica, sonido más que competente. Repertorio impecable, claro.

Igual de revelador, aunque desde un punto de vista más equidistante (quién sabe si también más ecuánime) fue el espléndido Dentro de Pink Floyd (2009), el libro en el que el batería Nick Mason narraba la historia de una de las bandas más célebres de la historia del rock, desde su privilegiada atalaya de miembro permanente. Sus páginas detallan, entre muchas otras cosas, el agrio enfrentamiento mantenido en los 80 entre David Gilmour y Roger Waters. Y aunque el primero sale mejor parado, su tono se cifra en un estilo conciliador, que ya se había concretado en la reunión de la banda para el Live Aid de 2005.

AMOR FRATERNAL

Aún más complicadas son las cosas cuando hay hermanos de por medio. Si no, que se lo pregunten a Ray y Dave Davies, perennemente enfrentados a bordo de esa marca inequívocamente inglesa que siempre han sido The Kinks. Fue Dave quien disparó primero, tanto en el volumen Kink. Una autobiografía (1996) como en todas las entrevistas en las que se queja del inmerecido trato que se le dispensa, dada la autoría de algunos de los riffs de guitarra más célebres e influyentes de la historia del rock.

El autor de 'Death Of A Clown' nunca escatima adjetivos hacia Ray, a quien califica como egocéntrico, narcisista y vanidoso cada vez que puede. Aunque quizá un personaje que, al mismo tiempo que relata su relación fraternal de amor-odio, detalla sus experiencias místicas con ovnis, esoterismos varios y hasta el mismísimo Jesucristo, no sea precisamente el más indicado para aportar el testimonio más cabal al respecto. Poca luz aporta la autobiografía no autorizada (así la describió) que el propio Ray Davies había plasmado dos años antes en el peculiar X-Ray. Elevado por méritos propios al estatus de leyenda, tampoco es que necesite mayores defensas.

Aunque si alguna pareja de hermanos se lleva la palma, esa es, sin duda, la de los Gallagher. La relación de Noel y Liam daría para un serial. A nadie en su sano juicio se le ocurriría pedirles que escribieran un libro (quizá solo uno de los dos sería capaz de hacerlo sin negro), pero es que tampoco lo necesitan. Liam, el pequeño, se quiso emancipar de la alargada sombra de Oasis, pero su tambaleante carrera al frente de Beady Eye necesita aún de los temas que compuso su hermano para completar un directo decente.

Y no es que a Noel le vaya mucho mejor, pero sí lo suficiente como para desoír los cantos de sirena que (con la aquiescencia, seguramente ansiosa, de Liam) claman por una nueva reunión de los hermanos más famosos de Manchester, corriendo un tupido velo sobre los ríos de tinta generados por las puyas que uno y otro se han lanzado a través la prensa como dardos envenenados. Se admiten apuestas sobre la fecha, porque el 20 aniversario de su debut ya está a la vuelta de la esquina.

Claro que todo resulta más fácil, sin duda, si el partenaire creativo es tu propia pareja: eso es lo que ocurre en el universo paralelo de Tracey Thorn, quien dedica a Ben Watt, su compañero en Everythnig But The Girl, su delicioso Bedsit Disco Queen, una de las mejores biografías musicales de 2013. Juntos desde los 19 años, y aún bien avenidos. Porque toda regla ha de tener sus excepciones.

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