VALENCIA. Valencia es un súper propietario al que no le da para mantener tanta residencia. Acumula propiedades por encima de sus posibilidades. Felices crisoles yacen abandonados, cual vacío existencial. Rizando el rizo, se parieron nuevos emblemas contemporáneos nacidos sin órganos: ahí está el Ágora, el Veles e Vents (sustraído sólo para anuncios o para perpetrar reuniones de vecinos, como, cuádrense, la de la sociedad civil valenciana).
En ese acumulado hay dos edificios que sostienen un grito desgarrado de auxilio. El Colegio del Arte Mayor de la Seda y el Colegio Mayor Luis Vives. No tienen en común ni estilo arquitectónico ni propiedad ni uso, pero son un par de historias conectadas por mismas bisagras: fueron relevantes para la ciudad, centralizaron parte del movimiento social en dos épocas diferentes, pasan por uno de los peores momentos de sus vidas, representan a dos relatos potentes para Valencia, están olvidados, cerrados, y reclaman que se les aplique un revival, que no sólo es una legendaria discoteca de Alicante recientemente clausurada, sino un ejercicio de resurgimiento.
"La cocina está terminada, pero faltan los cocineros", dice Boris Strzelcyzk, arquitecto valenciano (de origen alemán) y general de Guiding Architects Valencia. "Entramos en la competición por tener las últimas piezas arquitectónicas ("yo tengo un Calatrava, yo tengo un Gehry...") pero llegados a este punto debemos ver qué nos diferencia. Contamos con la suerte de poseer muchos edificios que nos hacen distintos y que son un gran patrimonio, pero que están infravalorados".
LA CASA DE LA SEDA
Entremos a la cocina. El caso más flagrante es el del Colegio del Arte Mayor de la Seda. Abierto -o más bien cerrado- a Velluters, al MuVim, y con una carga histórica que da para varias novelas sobre cuitas productivas y aventuras urbanas.
En condiciones normales, habríamos metido al edifico en el Hall of Fame de lugares relevantes de Valencia. El hogar del gremio sedero desde el siglo XV, el lugar desde el que se labró el esplendor de la ciudad (Valencia estaba, entonces sí, en el mapa; ¡es la seda, estúpidos!), desde donde se pergeñaron conjuras para financiar la Lonja... y la Basílica: quienes cultivaban entregaron parte de sus capullos que, una vez hechos seda, respaldaban económicamente la causa. Crowfunding medieval.
"Nos viene gente de fuera y nos da hasta vergüenza hablar de la majestuosidad que tuvo el Colegio de la Seda y ver cómo está ahora". Es Vicente Genovés, presidente del gremio de sederos (con 539 años a las espaldas; el gremio, no el presidente), arremangado en plena faena por recuperar este puntal de la memoria social de la ciudad.
Una de las últimas reivindicaciones corrió a cargo el pasado septiembre de los diseñadores valencianos. Por iniciativa del magazine DissenyCV celebraron en el propio edificio -calle Hospital- un fiestón que reunió a 300 profesionales decididos a recaudar fondos. "Creímos que teníamos la obligación moral de tratar de captar la atención sobre un edificio emblemático que literalmente se está cayendo a trozos".
Para Boris Strzelcyzk su resurrección "sería una gran oportunidad para usar este edificio como recuperador de Velluters y, mirando hacia el pasado, ser un gran centro de transmisión del conocimiento". "Crearía nuevos recorridos turísticos de calidad".
De acuerdo, pero, ¿y cuál es el minuto y resultado? El Colegio, propiedad del Gremio, lleva seis años esperando entrar al cirujano plástico. Se conoce que no debe ser lo suficientemente rimbombante. La Generalitat ha renunciado a costear los 1,6 millones necesarios para hacer el revival. El Ayuntamiento, finalmente, ha presupuestado un millón dentro del Plan Confianza... a cargo de la Generalitat.
El Gremio se compromete a ceder la titularidad del Colegio al Ayuntamiento. Abriría como museo (dispone de 500 mil imágenes y un archivo histórico desde 1474), alumbrando un nuevo ticket junto con la Lonja. Entre tanto, en un par de semanas, mostrará una pequeña parte de sus fondos en una sala contigua al edificio.
Conclusión: en lo inmediato no parece que nadie vaya a poner ni un euro. Conclusión segunda: es tan desconocido que si por algo se le conoce es por estar cerrado.
RACIONALISMO Y FOLLÓN UNIVERSITARIO
Y de la calle Hospital vénganse a la avenida Blasco Ibáñez. Colegio Mayor Luis Vives. Aquí se mezcla la 'goerlichmania' (el espontáneo fervor popular por el arquitecto Javier Goerlich, del que el otro día hablaba en su versión viral Eugenio Viñas) y la pasmosa movida entre el propietario del Colegio, que es la Universitat de Valéncia; el salvaguardas de la arquitectura original del lugar, que es la Fundación Goerlich; y el Ayuntamiento, que está entre medias, a ver.
Al Luis Vives hay que valorarlo porque explica un instante bien moderno de Valencia, desde su estilo racionalista, y desde su rol protagonista en los conatos de ciudad jardín. Fue un encargo de Peset Aleixandre, que veía necesaria una residencia donde los jóvenes estudiantes valencianos, obligados a llegar de comarcas en viajes interminables, pudieran establecerse.
A imagen de la Residencia de Estudiantes de Madrid. Valores laicos, vocación mixta, racionalismo impecable. Muy ideal. Hasta que el proyecto se paraliza por estrecheces económicas. Luego la guerra, luego la posguerra. En los 50 el ministerio de educación llama a Goerlich: "saque del cajón lo del colegio mayor".
Se mantiene el estilo racionalista, paradójicamente entendido como parasitario de los ideales republicanos y mal visto por el franquismo (no como en Italia, considerado un estilo fascista). Sufre, eso sí, modificaciones de calado. Ya no será mixto ni será laico. Se divide en dos, para ellos y para ellas, y se construye una capilla que bloquea la ventilación y la luz de muchas de las habitaciones.
En los últimos 60 años ha protagonizado la vida cultural valenciana. Hasta su cierre en 2012. La Universitat le tenía preparado otro destino: a propósito del Campus de Excelencia, sería residencia para investigadores. La Universitat ha querido hacer obras. El Ayuntamiento le ha denegado la licencia. La Universitat ha mostrado dos informes asegurando que la calidad del hormigón es deficiente, que hay exceso de salinidad, y los forjados deben cambiarse.
Supondría, a efectos prácticos, su desaparición y la necesidad de construir de nuevo. "No tiene ni una sola grieta estructural", argumenta Andrés Goerlich, presidente de la Fundación Goerlich. "Si se demuelen los forjados interiores, el colegio se va al suelo", indica. "Se perdería un importante valor patrimonial", señala Boris Strzelcyzk.
Ambos exponen el peligro de desconfigurar la idea original del edificio. "En la mayoría de universidades del mundo se aboga por la teoría de la mínima intervención, la Universitat, sin embargo, ha intervenido varias veces en todos sus edificios, excepto. Tarongers, sin mantener la configuración original", recuerda Goerlich. "La rehabilitación del Colegio Mayor Luis Vives podría costar en torno a 15 millones. ¿Es conveniente?, ¿debemos endeudarnos más todavía para desvirtuar totalmente el edificio?", se pregunta.
"Que una institución pública trate de especular, de desconfigurar la idea original, es un peligro", advierte Boris Strzelcyz, antes de acabar enunciando la necesidad de que vuelva "a recuperar el uso como residencia, plantearlo como la sede para el intercambio cultural de la Universitat".
El Colegio de la Seda y el Colegio Mayor Luis Vives. O cómo tener dos joyas y desaprovecharlas.
"La cocina está terminada, pero faltan los cocineros" muy acertado lo que dice Boris Strzelcyzk, añadiría también que algunos cocineros, después del agape se han escapado a suiza ;-)
En ambos casos una de las principales cosas que destacan es que no son edificios en si mismos, son espacios que generan (o podrían generar) ciudad. El urbanismo es algo que dejó de preocupar en esta ciudad hace tiempo y, como consecuencia, el trabajo que se ha venido realizando en cuanto a intervenciones bisturi de edificios o cambio de sentidos de calles. Se busca el efectismo inmediato y no el conjunto de la ciudad y su potencial que debe ser potenciado. El colegio de la seda como representacion del estado al que ha llegado Velluters que a pesar de las intervenciones realizadas no ha hecho más que dejarlo sin personalidad y triste. En cuanto al colegio Luis Vives y la avenida blasco ibañez la contradiccion de pretender darle relevancia a una via haciendola llegar al mar desde el centro y dejando en el propio corazon de la misma un vacío con un grandisimo potencial.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.