Comparte esta noticia

• Tweet
• meneame

Otras noticias

• Heródoto, el clásico que nos enseñó a entender al otro
• Nolan, interesado en un remake ‘humano' de Akira
• Las óperas de Palermo y Montecarlo se suman al festival del Mediterráneo

VALENCIA. Fue una tarde de viernes de birreo hace menos de un año. La espuma de tres copas de cristal rebosaba en su límite precipitándose en cascada hacia la mesa del bar colisionando ociosas entre ellas. Carlos Barthelemey, el charraor, José Vicente Miralles, el manitas y Lluís Morant, el elegante, amigos de la infancia de toda la vida, tenían algo que celebrar.

Coleccionistas, amantes y cerveceros de pro comenzaron a comercializar el pasado mes de enero Micalet, una suerte de cerveza de autor tipo Ale de alta fermentación. O, como dirían entendidos de la talla de Homer Simpson, una cerveza de verdad. Por no ser vulgar.

"Carlos era quien conocía el mundillo. Estuvo colaborando con uno de los socios de la cerveza setabense, La Socarrada. Más tarde llevó la comunicación de Azahara, una cerveza de Villareal. Nos contaba lo que hacía y nos entró el gusanillo. La idea definitiva surgió a finales de agosto de 2012 y ya llevamos más de 20.000 litros vendidos" explica Lluís con satisfacción.

"Carlos está al frente de la comunicación, no conoce la vergüenza y es puro carisma. Además, alterna su trabajo con exposiciones de collage y urban art. José Vicente es el ingeniero aunque también se encarga de la logística y la producción. Compagina su labor con un local de ocio por la zona de Juan Llorens el cual regenta, le va la marcha. Yo soy titulado en relaciones laborales y además de trabajar de ello en Micalet ayudo a mi padre en la empresa familiar. Mis socios me describen como uno de esos jóvenes toreros con clase y educación" añade. Todo un cóctel de habilidades y buen rollo, no hay duda.

Desde entonces, aunque el 90% de su labor la desarrollan en Valencia, su particular Meca de la cerveza se encuentra instalada en Ontinyent, donde la fabrican, miman y fermentan cual diamante en bruto. De repente la información se me antoja cual revelación divina y viene a mi cabeza la imagen de un ejército de sedientos Obélixs colonizando la capital de la Vall d'Albaida por un trago de la mágica bebida.

Algo así está ocurriendo con Micalet: su pócima, al igual que la pasión de sus anfitriones por Valencia, crea adicción. Y es que, enamorados de su ciudad y arquitectura, además de querer "homenajear a uno de los monumentos más emblemáticos de la Capital del Túria, que no los de Calatrava", este trío cervecero encontró su inspiración personal "en los ingredientes medievales y los olores de la Valencia gremial del siglo XV" para el suculento brebaje.

En una regresión inevitable al pasado, la visión retorna nítida, sólo que en vez de tropas de Obélixs, ahora me imagino cientos de saragüells en formación de ataque para conseguir una botella de la deliciosa cebada. En petitte comité Lluís se sincera: "en serio, sin pretender ser arrogante Micalet es mi favorita". José se moja y apuesta también por otra valenciana artesana, La Galana, y Carlos "fan de los de Brewdog" se decanta por una buena belga. Sus orígenes franceses lo delatan. Sobre todo como pronuncies mal su apellido "es lo que más rabia le da", comenta Lluís divertido.

Para ellos, el sector gastronómico valenciano "debería conocerse más, desde los productos hasta los restauradores". "Un claro ejemplo", insisten, " es que somos la única autonomía que tiene el mejor anuario de cocina de España que incluye desde los vinos y aceites, hasta platos locales y consejos". Fascinados por su propia cultura gastronómica y el auge vertiginoso del fenómeno de la cerveza artesanal, el trío Micalet alaba en época de vacas flacas los precedentes que van asentando los cerveceros nacionales con cada una de sus incursiones en el maravilloso mundo de lo "casero, manufacturado, creativo y que requiere, como no, horas de trabajo".

Algo que hoy en día se valora, reconoce y premia. "Participamos en afterworks, concursos y eventos gastronómicos celebrados a lo largo del año. Lo que más nos gusta es reunir a grupos pequeños entre 12 ó 15 personas para que haya un feedback más ameno sobre nuestro producto", explica Luís.

Agradece además el reconocimiento y la fidelización de los clientes desde que empezaron a comercializarla. "Aunque agobiados con los impuestos porque acabamos de empezar, el público nos está premiando por la honestidad, el esfuerzo y el hecho de habernos quedado en Valencia con este proyecto. No hace falta salir de nuestra patria chica para poder ser autosuficientes y poder emprender. Sólo hace falta algo de motivación y muchas ganas de trabajar". Una actitud ferviente la de este trío además de un gusto por lo excelente.

Expuesta su sabiduría, experiencia e intenso vicio cervecero me surge una última curiosidad y les pido que traspasen sus barriles. En un contexto de consumo político tan amplio como la oferta de cualquier carta cervecera, me intriga qué tipo de sabor le otorgarían a la clase política si pudieran envasarla en una botella de cristal de 33cl. Para Lluís sería "una con mucho lúpulo, es decir, muy amarga". José Vicente la imagina "muy aguada y de fermentación espontánea, quizás una Lambic". Por último, Carlos se lo piensa y contesta rotundo, "una imbebible".

Suerte para los valencianos que una vez más, las campanadas del ingenio, la iniciativa y la pasión por el buen hacer repiquen rítmicas y constantes como una oda de esperanza. A eso precisamente suena el entusiasmo de los creadores de Micalet.