Directa, sincera, reivindicativa y sin pelos en la lengua. Espera la final de TopChef, aunque ya saca varias conclusiones del reality televisivo
VALENCIA. Eran las 20:30 del pasado día 2 de diciembre, en el Hotel de las Letras de Madrid, se celebraba el décimo aniversario de Apicius, revista de cabecera para todo aquel que sea o quiera ser algo en la gastronomía mundial. Allí frente al photocall y detrás de Javier Antoja y Guillermina Bravo (padres de Apicius), estaba Begoña Rodrigo, en el Olimpo de los cocineros. Algo más de 26 estrellas Michelín la acompañaban, los Roca, Ángel León, Camarena, Adriá, Eneko Atxa, Francis Paniego, Nacho Manzano...
El azar hizo que fuera la primera en hablar. Sorprendió a todos hablando de las innumerables noches que había pasado en la cama, con sus compañeros de escenario. La mayoría no entendió la broma, pero a ella no le importó, dijo lo que quiso decir y punto. Ella es así, tiene carácter y lo demuestra, no se suele amilanar ante nadie.
Por sí ustedes tampoco lo han entendido, se refería a las noches que había pasado leyendo y releyendo los libros de cocina de todos esos cocineros, a los que admiraba. "He aprendido a cocinar gracias a los libros de cocina y a mis visitas a restaurantes". Otra cocinera autodidacta. Ahora es ella la que sale en los libros, 20 páginas en el número 21 de Apicius, toda una declaración de intenciones y un reto.
Begoña tiene en su mirada esa fuerza que le da su gran autoestima, aunque en el fondo esconde más debilidad de la que aparenta. No deja indiferente a nadie, amores y odios por igual. Yo mismo he sido objeto de su fuerte carácter y de su indomable espíritu. Desde luego, Begoña no necesita ningún curso de eso que llaman coaching, y que para muchos es menos que más.
"Nunca he querido caerle bien a todo el mundo, y por su puesto que mi cocina le guste a todos tampoco es mi objetivo". Éste es su planteamiento: "Arriesgar, seguro que me equivoco más que los que no arriesgan, pero no me importa, lo que no quiero es aburrirme en la cocina".
Durante los ocho años que lleva abierto su restaurante, La Salita, ha sentido el rechazo de todo el sector gastronómico de la ciudad: cocineros, crítica, Administración... Se siente dolida, aunque ahora, con la emisión de Top Chef, parece que todos nos acordamos de que existe, le cuesta olvidar.
Revindica su trabajo, su historia, su femineidad, su maternidad, su carácter. Es incombustible. Como los que más han sufrido, no deja de recordar el duro camino que ha tenido que recorrer. No es muy distinta a la mayoría, la diferencia fundamental es que ella lo hace en voz alta y clara. Pero, ¿de qué hablará su cocina? ¿qué reivindica su discurso gastronómico?
Hablando de cocineros valencianos, no se corta en decir que Camarena es el que mejor sabe lo que quieren comer los valencianos y además esta dispuesto a dárselo. Reconoce que le gusta comer en Vuelve Carolina y no entiende que los locales de los mejores restaurantes de Valencia den la espalda a la luz y a la calle.
Fuera de Valencia siente admiración por muchos aunque se le iluminan los ojos cuando habla del Celler de Can Roca o de su Ángel León.
Cuando empezamos a hablar de Top Chef, sus sentimientos son contradictorios. Ella me cuenta que entra en un supuesto talent show, como sucede en otros países con Top Chef, y sin darse cuenta se ve participando en un reality junto con algún compañero/a tipo Gran Hermano.
A pesar de ello se queda con la parte profesional, con lo que ha aprendido y con los cocineros a los que ha conocido. Asume su papel de villana, pero reconoce que la televisión lo magnífica todo. Por ejemplo, los días siguientes a emitirse el programa en el que perjudicaba, con su decisión, a su paisana Bárbara Amorós, no dejó de recibir insultos y amenazas en su teléfono y en sus redes sociales, hasta el límite de tener que acudir a la policía.
Sobre el jurado de Top Chef reconoce lo evidente: el televisivo Alberto Chicote anula a Ángel León y a Susi Díaz, "ambos podrían haber aportado mucho más". Tampoco se esconde al reconocer la lentitud y lo soporífera que resulta la grabación del programa.
A estas altura ya sólo quedan tres o cuatro concursantes, no sabemos sí tendremos una ganadora valenciana para el primer Top Chef español, pero desde luego que Begoña ha demostrado a todos que tiene pasión por la cocina y ambición por estar en la primera división de la gastronomía nacional.
De momento tres avales le han hecho entrar en la categoría de honor: sus ocho años en La Salita, haciendo alta gastronomía low cost (ocho platos por 35 euros), 20 páginas en la biblia de la gastronomía contemporánea, Apicius, y su exitosa participación en Top Chef. Ahora le toca ganarse su permanencia o quien sabe si luchar por los primeros puestos.
No debo terminar este relato sin presentarles a Jorne Buurmeijer, su marido, padre de su hijo, socio y jefe de sala en La Salita. Quizás su pragmático carácter holandés y la claridad de sus ideas gastronómicas hayan influido mucho más de lo que parece en la cocina de Begoña.
Pronto responderé a las preguntas sobre la cocina de Begoña, dejando de lado lo personal y lo televisivo.
No me gusta para nada esta cocinera. Ha sabido dar juego al programa y eso es lo que ha puntuado. Dice que Angel León o Susi Diaz podían haber dado mucho más... y ella mucho menos . en definitiva no creo que se merezca ni una página, aunque es una opinión personal.
Gracias a mis amigos Álvaro y Esther que conocí este sitio hace ocho años y en ningún sitio me hacen sentir tan bien. Creo que también sería justo nombrar a Sergio, su hermano. El concurso lo desconozco, con mis gemelos acabados de estrenar tengo bastante. Por favor poned un servicio de guardería que si no tardaré en volver.
Simplemente decir que la Salita siempre me ha parecido uno de los mejores restaurantes de Valencia, y es cierto que para los criticos ha pasado totalmente desapercibido. Animo Begoña!
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