VALENCIA. Otoño de 1999. Apúntenlo porque ese el nuevo récord mundial en predicción de la crisis. Ese año, Felipe González, según cuenta en su último libro, envío un informe a la Internacional Socialista denunciando "el crecimiento irracional, separado de la economía productiva, y proponía algunas reformas para controlarlo". Así debe comenzar todo libro de un político retirado, con un buen ‘yoyalodije'.
El consejero independiente de Gas Natural Fenosa ha regresado a las librerías con En busca de respuestas, liderazgo en tiempos de crisis'. Parece un título propio del típico trabajo de Management que compran los cargos intermedios de las empresas para pedir con carisma y credibilidad a los empleados que hagan horas extras gratis. La foto con pose de gurú en la portada también le da ese punto. Y que cite opiniones de Michael Jordan y Alfredo Di Stefano del tipo de que el mejor jugador es un equipo unido ya es directamente de libro de autoayuda, o de Valdano.
Pero la obra consiste en una serie de reflexiones sobre cómo debe actuar un buen gobernante en estos tiempos que corren, aderezadas con algunas vivencias y conversaciones que mantuvo con otros presidentes. Nada con mucha profundidad, pero interesante.
En las primeras páginas nos topamos con esta perla: "Si me pidiera elaborar un retrato robot del buen líder, conjugaría la tenacidad de Helmut Kohl, la visión del mundo y capacidad de empatía personal de Clinton, la capacidad comunicacional del papa Wojtyla, la serenidad de Mitterand, la habilidad en la formación de equipos de Reagan y la capacidad de análisis y la buena gestión grupal de Olof Palme".
Felipe dice que Reagan era muy ignorante, pero que partía con la ventaja de que lo sabía, de modo que "eligió equipos humanos muy eficaces". Y de Clinton comenta que como no tuvo mecanismos para frenar la creciente desigualdad en su país, que tuvo que abandonar la reforma sanitaria, optó por promover el crédito fácil, origen de todo el estallido financiero de 2007 y 2008. Luego elogia la falta de rencor de Nelson Mandela y la de Ramón Rubial, que pasó 20 años en la cárcel y siempre se negó a sacar algún rédito político de ello porque, según decía, nunca ingresó en prisión voluntariamente. No tenía mérito.
Felipe defiende una vez más el olvido del pasado que se produjo en la Transición española. En su caso, en una ocasión un comisario sevillano se encargó de su seguridad en un viaje y era el mismo que le había detenido en octubre del 74. Dice que no se lo echó en cara y le preguntó por un compañero de facultad que ambos conocían. Con esa anécdota, le explicó a Václav Havel un día que estaban tomando unas cervezas qué debían hacer en Checoslovaquia con su pasado comunista en un momento en el que la depuración de responsabilidades había llegado "al ridículo", dice, de pedirle cuentas al propio Dubcek, presidente en 1968 cuando Moscú invadió su país por las reformas liberales que trataba de emprender. Aunque elude citar que Dubcek llegó a miembro del comité central durante los duros años estalinistas de Klement Gottwald, un detalle que tendrían en cuenta algunos checoslovacos aquellos días, pero es solo un suponer.
En lo que sí admite una equivocación es el papel de su generación. Reconoce que formó su primer gobierno con una media de edad de 40 años y cuando abandonó el poder la media del equipo era de 50. Siempre que pensó en un sucesor, reconoce, nunca pensó en nadie joven. De todos modos, le preocupan ciertos tics de la juventud, como esa obsesión por democracias más participativas, en el sentido de que los gobernantes le den al pueblo lo que pide en cada momento, porque las buenas decisiones son a menudo impopulares, dice. Y dos veces, dos, cita la misma frase de Azaña para referirse a esta cuestión: "no hay nada más cambiante que la llamada opinión pública". Incluso hace tres años se la soltó a Millás en una entrevista en El País. Aunque, es curioso, cuando reflexiona sobre el referéndum de la OTAN, se excusa con estas palabras "Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión".
Como caso de gobernar en contra de las encuestas cita a Kohl. Apoyó sustituir el marco por el euro con la opinión en contra de un 70% de alemanes, le pudo costar caro pero lo hizo. Esos son los gobernantes que le gustan.
Y siguiendo con los jóvenes, también le preocupa que se rechace la política. Para Felipe, hacerlo con 20 años tiene un pase, pero con 45 es ridículo y con 65, dramático. Su mensaje es que el país en el que vivan los jóvenes de ahora dentro de 15 o 20 años será lo que su generación quiera que sea -aunque difícilmente podrán empezar a moldearlo si hay un tapón generacional como él mismo admite-. Además, dice que si uno elude el compromiso o la participación política por miedo a las desilusiones, elude también su realización personal. "La vida que merece la pena vivirse es aquella en la que uno adquiere un compromiso", sentencia, "los relativistas intelectuales terminan pagando su frustración tarde o temprano".
En cuanto a la crisis, revela que en un acto con políticos alemanes al que asistió Helmut Schmidt, excanciller de la RFA, les interrumpió a sus noventa y cuatro años para increparles: "¿de qué crisis hablan? porque aquí, que yo me haya enterado, no es la economía real la que ha entrado en crisis ¿no? Lo que está en crisis es un mal funcionamiento del sistema financiero que ustedes siguen sin corregir". Y como ejemplo de "ustedes", González pone como ejemplo al ministro De Guindos, que venía de Lehman Brothers. Los estados han arreglado los agujeros de la economía financiera y luego ésta se permite el lujo de criticarles cómo están sus cuentas, se queja.
A nuestro expresidente el país que le produce admiración ahora mismo es Finlandia. Con el hundimiento de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa, tuvieron una caída bestial del PIB en la crisis del 93. Su solución fue apostar por la educación y su sistema educativo ahora es de los más valorados. Felipe cuenta que le preguntó a una joven finlandesa en una visita que por qué había elegido la carrera diplomática y le contestó que porque no le llegaba la nota para ser profesora. Ahora la profesión de educador es la más valorada y de ahí el éxito socioeconómico del país, asegura. España es un país distinto, como le dijo una vez Omar Torrijos, en los cuarteles de la Guardia Civil no tendría que poner "Todo por la patria" sino "Abajo el que suba", un lema más acorde a nuestra forma de ser, se cachondeaba.
Por lo demás, González hace suyo el discurso de Frank Sobotka en la segunda temporada de The Wire. Occidente ha cometido el error de volcarse en la economía financiera y abandonar la productiva. La financiera es, además, en lo único en lo que occidente mantiene su hegemonía sobre el mundo. Y en Europa, con el agravante de que, por ejemplo, mientras en Estados Unidos en veinte años han cambiado las empresas punteras, en Europa, salvo dos o tres, siguen siendo las mismas de toda la vida.
Un día se encontró con Kissinger y le dijo: "La política está en manos de gente que te hace discursos seudoreligiosos y simplistas, mezclados con venta de electrodomésticos. Ha desaparecido de tal manera el debate y el contraste de ideas que la política ha dejado de interesarme, me aburre profundamente el mundo que estamos viviendo". Le dio la razón. Aunque data en tiempos de Nixon el principio del fin de la política, cuando en una visita a China hicieron coincidir las comidas y recepciones con el 'prime time' estadounidense. Ahora le pone de los nervios que los políticos vayan a programas como La Noria.
De modo que deberíamos tener más en cuenta una frase de Albert Camus, cita González, "la dictadura no se edifica sobre las virtudes del totalitarismo sino sobre los defectos de las democracias".
EN BUSCA DE RESPUESTAS
Autor: Felipe González
Nº de páginas: 256
Editorial: Debate
Precio: 19 euros.
Muy interesante, con la referencia a Frank Sobotka te me has ganado.
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