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The Waterboys y la fiebre ochentera que no cesa en Valencia

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 30/11/2013

VALENCIA. No hay balón de oxígeno más seguro para un promotor en apuros. Siempre que se lo pueda permitir económicamente, claro. Cada vez que los británicos The Waterboys recalan en nuestra ciudad, se avecina el sold out desde unos días antes. Y poco importa que cualquiera de nosotros haya perdido ya la cuenta de las veces que los de Mike Scott han frecuentado nuestras salas. Arena Auditorium, Ku Manises o Repvblicca forman parte de un largo etcétera de recintos ya extintos que les han visto pasar por aquí a lo largo de más de dos décadas.

Y lo mismo podría aplicarse a otras célebres viejas glorias cuyo pico de popularidad se cifra en la década de los 80, como suele ocurrir en el caso de The Cult, por ejemplo, quienes suelen reventar el aforo de sus conciertos cada vez que se dejan caer por nuestra terreta. Un panorama, aquí y ahora, idílico y prácticamente impensable para cualquier banda internacional de perfil medio que nos visite. Tampoco importa que los Waterboys estuvieran aquí, hace solo un año y medio, en el mismo recinto que van a pisar esta noche, el del Palacio de Congresos de Valencia.

Porque si en aquella ocasión repasaron, amén de sus clásicos populares, el contenido de un nuevo álbum dedicado a musicar la obra poética de William Yeats (sí, el mismo a quien citaban The Smiths en "Cemetry Gates"), en esta ocasión se trata de inyectarse un chute de nostalgia en vena mediante la recreación de "Fisherman's Blues", el álbum más vendido de su carrera, y de cuya edición se cumplen 25 años. Curiosamente, un disco que supuso un giro hacia sonoridades de raíz folk, en contraposición al rock épico y grandilocuente que habían facturado hasta entonces, bastante más asociado con las claves más reconocibles de la década de los 80.

De entre las voces autorizadas que podrían tratar de explicar (si es que tal explicación es posible) la fascinación que un amplio sector de público aún siente por aquella década, hemos querido recabar la opinión de Arturo Blay, radiofonista históricamente ligado a la Cadena SER (allí presenta desde hace años el magazine diario Locos por Valencia, junto a Amadeo Salvador), y periodista ligado a proyectos editoriales ya desaparecidos como fue la revista On The Rocks, ya en los años 90.

Ahora mismo dirige y presenta el recomendable espacio Retrovisor, en la cadena M80, una documentada fuente de conocimientos acerca del sonido de bandas que, generalmente, marcaron aquel decenio. Él mismo vivió a pie de micro, como suele decirse, la efervescencia de aquella época en Valencia, y es de los que piensan que en aquel tiempo esta ciudad "fue la puerta de entrada en nuestro país de casi toda la música de vanguardia que llegaba desde fuera, porque la música que se pinchaba y bailaba en las salas valencianas era mucho más atrevida que las de otras ciudades. Y esto generó una conciencia colectiva de consumidores de música inquietos y voraces, auténticos descubridores de las nuevas músicas".

Como es fácil deducir, no todo lo que reluce es oro, y hay unos nombres particularmente asociados con un culto que, en nuestra ciudad, adquirió tintes mayoritarios, como ocurrió "con The Waterboys, como con The Cult, U2 o The Cure, entre otros, con quienes hubo una especial identificación que se ha mantenido a lo largo de los años, propiciada porque tras el tsunami del sonido máquina, que arrasó con todo, Valencia nunca recuperó el protagonismo musical que tuvo en los 80. Hay mucha nostalgia, desde luego, pero no solo de grupos y canciones, sino también de nuestra capacidad de situarnos en vanguardia".

Pocas décadas sufren de unos estereotipos más arraigados que los ochenta. Evidentemente, no todo lo que se cocía en la escena internacional era pop sintético, producciones chillonas y video clips estridentes, plenos de cardados, hombreras y sintetizadores. Ahí están el Nuevo Rock Americano, el seminal indie británico, el hardcore, el noise rock, la incipiente world music o los revivalismos varios (rockabilly, garage rock, etc) para certificarlo, aunque fuera desde un plano muy inferior en popularidad. Quizá tampoco ayudara el hecho de que proverbiales vacas sagradas del rock como los Rolling Stones, David Bowie, Neil Young, Lou Reed o Bob Dylan no atravesaran entonces su mejor momento, salvo ocasiones puntuales, provocando con ello el rechazo de los sectores más tradicionalistas del público hacia aquellos tiempos.

El caso es que esos estereotipos siempre han parecido operar aún de una forma más asfixiante en el caso valenciano, asociado desde fuera de sus lindes con sus signos distintivos más externos, como si de una suerte de huerta tecno pop se tratara. Blay niega la mayor, porque "aunque es verdad que los cardados, hombreras y ciertos sonidos de teclados aún provocan pánico generalizado, afortunadamente en esta ciudad los 80 son recordados por la época en que las guitarras se convirtieron en las reinas".

Los tópicos quedaban pues desmentidos por una diversidad reafirmada en el hecho de que "hubo algunas conexiones estilísticas con la imagen de los New Romantics (Francis Montesinos, Glamour, David Duplex), pero la Valencia de los 80 también adoraba el postEl grupo valenciano 'Glamour'-punk, especialmente los góticos, así como el tecno-pop, que no era más que la denominación made in Spain de lo que en todo el mundo se conoció como synth pop. De hecho, la cantera de bandas que se iniciaron en el tecno (muchas de ellas en la órbita de Glamour) fue notable, pero, afortunadamente, el recuerdo valenciano de los 80 se centra más en las guitarras y el tecno serio que en las hombreras y los teclados horteras que sonaban a trompetas".

Y ya que empezábamos hablando de The Waterboys, quienes da la sensación de que llenarían el Palacio de Congresos tanto si es para interpretar sus propios temas como si fuera para despachar una sesión de polkas paraguayas, le consultamos a Arturo Blay acerca de la significación de "Fisherman's Blues" en su carrera. ¿Es realmente su mejor trabajo? ¿Siquiera el más emblemático? Nos comenta que "desde una visión imparcial, es cierto que "Fisherman's Blues" es la esencia de la filosofía musical de Mike Scott, un giro hacia el folk irlandés que se plasmó  con enorme brillantez.

Pero no somos observadores imparciales, estábamos allí, en la inquieta Valencia musical de mediados los 80 y, unos años antes, The Waterboys habían publicado discos como "A Pagan Place" y, sobre todo, "This is the Sea", que provocaron un tremendo impacto emocional en aquella ciudad. Desde ésta visión parcial y emocional, "This is the Sea" es, para mí, el gran disco de Waterboys. Con él cautivaron a sus incondicionales. Con "Fisherman's Blues" los masificaron".

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