VALENCIA. Érase una vez: "Hijo quédate por allí que en Valencia no hay trabajo y parece que va para largo". Cuando el padre de Rubén le advirtió, allá por el 2009, que continuara con su gira circense por México DF lo decía en serio. Ningún padre quiere a un hijo lejos pero cuando la desfachatez comienza a asomar cual punta de iceberg y la insolvencia suena como una bomba de relojería es mejor no tentar a la suerte. El desenlace, sin embargo, fue otro. Rubén volvió, y aunque su estancia era inicialmente temporal "resultó que la terreta tira mucho". Eso es así.
Tras acabar IVEF y trabajar un tiempo como profesor en educación física, Rubén sintió una llamada especial. Una llamada latente desde su infancia. A diferencia del mamá quiero ser artista, lo de Rubén fue más bien, "mamá quiero vivir del cuento". "Eso fue lo que le respondí cuando me preguntó qué quería ser de mayor. Supongo que fue una premonición" recuerda.
Siguiendo sus instintos se marchó a Cuba a estudiar en la Escuela Nacional de Circo de La Habana donde encontró su primera oportunidad en una compañía llamada La Gigantería. "Trabajaba haciendo semáforo, teatro de calle y más tarde cuando la gente empezó a conocernos, organizamos festivales nacionales de circo por todo México", recuerda. Dorados inicios al otro lado del charco para este artista circense que cumplía su sueño entre algodones de azúcar y margaritas de tequila (¡Qué güey!).
A su regreso, Valencia olía más bien a azufre, con la dificultad añadida de aterrizar "con una mano delante y otra detrás", pues Rubén tenía que empezar de cero. Sin embargo, más allá de lo postizo y lo accesorio, el payaso interior de Rubén le animaba a continuar con la función. Bien sabido es, que bajo ninguna causa o contratiempo, un artista abandona la actuación.
Y comenzó el reto. Desde que se abrió el telón, Rubén hizo malabares y alguna que otra temerosa acrobacia para salir adelante y , hasta ahora, jamás le han negado un aplauso porque se lo curra. "Entreno duro para mejorar mis espectáculos día a día. Para ello, al mismo tiempo de actuar, he tenido que aprender a ser publicista, manager, productor, diseñador y gestor".
Actualmente y bajo su dirección, actúa en una obra llamada "Mi maleta y yo" representada en ayuntamientos, colegios, fiestas de pueblos y fallas. Además, acaba de crear la compañía, "Circ Embolic" e imparte clases de circo a niños y adultos. No satisfecho con una apretada agenda, aún saca hueco para más. Gracias a la subvención europea Youth in Action, Rubén participa en un proyecto de circo social de la Asociación Circolio que se llama El circo como transformador social. "Estamos acercando el circo a adolescentes del centro de menores Colonia Vicente Ferrer de Godella. Una experiencia sin duda del todo gratificante para ellos y para nosotros", expone entusiasmado.
Además, Rubén no olvida ni descuida sus orígenes. "Quizás estemos haciendo una buena labor al acercar el espectáculo gratuito a la calle, el teatro del pueblo, donde familias que no tienen para gastar en ocio pueden pasar una mañana en el circo o viendo un obra". Fan máxime del teatro convencional, para Rubén existe lo que llama "la cuarta pared, aquella que separa al actor del público, quien es un mero observador". Sin embargo, "en la calle todo es más casual, te adaptas a las incertidumbres de lo que pueda pasar. Suena el teléfono entre el público y se lo quitas para hablar con la mujer de ese hombre anónimo de la segunda fila". Si es la mujer, claro.
Y es que, cuando en la escena gobierna la improvisación tengan a bien convertirse en repentinos candidatos a entrar en acción pues a diferencia de la normativa bajo techo, al aire libre, el fin sí justifica los medios. Sobre todo, cuando se trata de perfilar sonrisas. Una habilidad de la que precisamente Rubén es gran conocedor por vocación y profesión.
Este es el cuento de Rubén. Un multidisciplinar acróbata callejero de nariz roja que hace de la evasión sus escenas protagonistas allá donde encuentra unos cuantos metros cuadrados inspiradores, decentes o espontáneos. Un maestro de "la buena onda" que huye del encorsetado guión del número de manipuladores y títeres al que estamos tan habituados.
Debajo de cada uno de sus atrevidos disfraces y exageradas pelucas, la piel de Rubén hierve a talento, compromiso y vitalidad. Tres cualidades que, a pesar de los pesares, Rubén toma por bandera para catapultarnos al mundo del divertimento improvisado. Ese donde la disposición a realizar piruetas imposibles, por mucho que asusten, poseen el valor original de la actitud de los verdaderos valientes.
Un género de supervivientes que se prestan justos y necesarios en una época llena de preocupaciones. Colorín Colorado, este cuento no ha acabado ¡Mucha mierda para todos!
Te he visto actuar. Eres buenisiiiismo.
Ole ole y ole Circolio, bravo Riubens! Un artistazo de los buenos, con carisma y corazón. Sigue adelante para que tu público esboce como ya lo hace su mejor sonrisa. Un abrazo atleta!
El artículo de hoy me ha resultado especialmente refrescante, agradable y emocionante. Que bien que en estos tiempos y en esta tierra contemos con artistas como Rubén. Muchas gracias Carla.
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