VALENCIA. El antiguo monasterio de San Miguel de los Reyes, sede de la Biblioteca Valenciana, se llena una vez a la semana de niños. Van en grupos, de un lado a otro, riendo y fotografiándose con sus móviles. Pese a ser una institución dedicada a la investigación, desde su puesta en marcha hace trece años se han venido realizando con regularidad actividades con centros escolares. Las consideraba fundamentales el primer director José Luis Villacañas y así lo comparte la persona que actualmente ocupa su cargo, la directora general de Patrimonio Marta Alonso, sobre quien ahora también recaen las responsabilidades del centro.
A pesar de los continuos recortes, el complejo ha conseguido sobrevivir a la austeridad y se ha convertido en uno de los escasos grandes proyectos culturales que aún sigue funcionando. En estos momentos se encuentra al 80% de su capacidad. Cuando los depósitos estén llenos no existe fórmula para crear nuevos almacenes porque el terreno dónde se tenían que construir pertenece al Ayuntamiento, y el plan urbanístico que se iba a ejecutar está paralizado.
EL DINERO MATÓ A LOS ROBOTS
Las cuatro personas que han dirigido la Biblioteca Valenciana (Villacañas, Vicente Navarro de Luján, Silvia Caballer y Alonso) se han distinguido por ajustarse a los presupuestos. Los dos primeros eran de corte más intelectual, ambos catedráticos, mientras que Caballer y Alonso serían más tecnócratas. Ninguno ha dejado déficit. "Lo habrán hecho mejor o peor, pero nadie ha gastado lo que no tenía", dice un trabajador del centro.
Villacañas vivió los escasos años de esplendor económico que tuvo la Biblioteca. Con él aún funcionaban los robots de Siemens que trasladaban libros. Se compraron 12 a un precio aproximado de 72.000 euros pero sólo se usaban dos y el resto estaban en el almacén como piezas de repuesto. Son una gran cajonera de color naranja que se desplaza sin ayuda humana, un poco más bajos que el R2-D2 de La Guerra de las Galaxias.
Los robots se empleaban poco. "Eran buenos para catalogaciones y digitalizaciones", explica una trabajadora, "porque los llenabas de libros, los mandabas a digitalización y tú podías seguir trabajando en el depósito, pero se usaban sobre todo para impresionar a las visitas". Aún hoy se recuerda la cara de asombro del premio Príncipe de Asturias Amin Maalouf cuando los vio desplazarse por los pasillos centenarios del monasterio.
Hay dos visibles, el 3 y el 12, que están parados al fondo del pasillo de la primera planta de los depósitos, en una esquina, perfectamente alineados y sin polvo pese a que hace años que no se usan. La jefa de servicio de la Biblioteca Valenciana, María Rosario Tamarit, recuerda que una biblioteca alemana hizo una oferta por ellos. "La tecnología es muy cara y no se encuentran fácilmente repuestos", explica. "Los volveremos a usar cuando podamos", comenta Alonso.
No es la única innovación desechada. Los investigadores iban a disponer de unas tarjetas electrónicas que les permitirían abrir las taquillas, encender la luz de las mesas de investigación y pagar las fotocopias. Las taquillas se abren con llave, la luz se enciende a mano y las fotocopias se pagan a un empleado.
DEL FANTASMA Y OTRAS HUMEDADES
La Biblioteca tiene diversos problemas, unos más reales y otros imaginarios como el supuesto fantasma de Germana de Foix, que vivió allí y cuyos restos se encuentran en la cripta. A la actual responsable del monasterio le gusta quedarse hasta tarde en el despacho. La semana pasada una trabajadora le preguntó si no tenía miedo. Alonso, extrañada, le inquirió por esa leyenda urbana.
El bulo nació en los años ochenta cuando el edificio, abandonado tras ser usado como cárcel durante más de un siglo, se empleaba como almacén municipal. Dos aficionados a la parapsicología entraron para grabar psicofonías y consiguieron captar una voz que decía: "¿hay alguien ahí?". Se da la circunstancia de que habían entrado sin permiso y un vigilante iba buscándoles.
Al mito contribuyó que recién inaugurada la remodelación del edficio, al principio de la pasada década, cayeron dos rayos sobre el inmueble: uno sobre la Torre sudoeste, donde se encuentra el taller de restauración, y el otro sobre la torre del prior donde se rompió una bola. Una supuesta vidente le dijo a una trabajadora: "Ella quiere que os vayáis de ahí". Hasta el espacio de Canal 9 Lluna plena grabó un programa. Finalmente, el personal de mantenimiento instaló un pararrayos.
La restauración la dirigió el arquitecto de la Conselleria, Julián Esteban Chapapría. Fue funcional y se ajustó al presupuesto. Aún así no ha podido vencer a uno de los problemas tradicionales de las edificaciones en la Horta Nord de Valencia: las humedades. El edificio tiene varias paredes dañadas pero, insiste Alonso, no afecta a partes "delicadas". "No tenemos mucho dinero pero sí tuviéramos noticia de que la humedad llega a una zona importante, lo arreglaríamos inmediatamente", dice.
Como quiera que el edificio es enorme, alberga también la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Hay problemas en cuanto a la distribución de espacios y el monasterio en sí no es muy funcional. Fue concebido para otros usos. La restauración ha salvado muchos inconvenientes, pero no ha podido con todos. El edificio se compone de dos espacios unidos en medio por la gran iglesia que preside la fachada. El templo se emplea para todo tipos de actos; el claustro nortes es para depósitos y trabajo, y el sur es la zona pública. Cualquier traslado es largo.
DONAN HASTA LOS CARILLONES
El monasterio de San Miguel de los Reyes fue inaugurado pensando en albergar dos millones de documentos. La semilla fue una donación, la de Nicolau Primitiu, y ése ha sido su leit-motiv. Los continuos legados que ha recibido han hecho que la Biblioteca Valenciana, independientemente de su holgura económica, haya crecido. El centro se encuentra en estos momentos al 80% de su capacidad, con 1,5 millones de documentos que van desde libros hasta carteles, pasando por una de las mejores colecciones de fotografías, dibujos, cartas, archivos personales.
Los depósitos están casi colmatados. Los terrenos donde se crearían los nuevos almacenes son unas edificaciones próximas que tenían que haber sido derruidas y que, en algunos casos, están ocupadas por familias de inmigrantes. Sólo se tiró abajo la más próxima, cuyo solar está habilitado como aparcamiento. Ante esta perspectiva en la Biblioteca son más selectivos en la captación de fondos para su archivo. No vale cualquier cosa. No valen paquetes enteros. Cualquier legado que llega ahora es primero escrutado para evitar "duplicidades", según Alonso. Son muchos los que han sido rechazados.
Aunque no tienen aún la luz roja encendida, en la Biblioteca no quieren verse superados por los acontecimientos. "Es una cuestión de espacio, de pragmatismo y de sentido comun", añade la directora general de Patrimonio. "Hay ocasiones en las que la gente que nos llama parece que quiere que les vacíemos las casas", comenta María Rosario Tamarit. En una ocasión se incluyó en una donación un carillón del XIX que sus herederos luego solicitaron que les fuera devuelto.
En San Miguel de los Reyes son conscientes del valor de sus fondos, que es su piedra angular. Han decidido emplearlos para organizar exposiciones de fotografías, de documentos, de carteles... Constantemente reciben peticiones del extranjero para que les faciliten libros o imágenes para muestras. Aunque la partida para compras se ha reducido, han adquirido una plancha de un grabado histórico de Valencia. Y ya a partir de diciembre exhibirán un documento al mes bajo el epígrafe: 'Biblioteca Valenciana destaca...'
COMICS, NIÑOS, APLICACIONES DE IPAD...
La Biblioteca Valenciana trabaja para completar colecciones como la de la revista satírica La Traca. Igualmente, se han iniciado los primeros trabajos para adquirir el mayor número de fondos posibles de Editorial Valenciana, que publicaba las aventuras de Pumby o El Guerrero del Antifaz, entre otros. "El cómic es muy importante aquí, tenemos a algunas de las grandes figuras y completando la colección les rendiremos homenaje a toda una generación de dibujantes", asegura Alonso. Es su gran objetivo para 2014.
Se celebran conciertos en el claustro o la iglesia, como el que dio este sábado Carles Magraner con Capella de Ministrers, ciclos de cine mudo o visitas teatralizadas. "Tenemos poco dinero pero queremos que le llegue a la gente", dice Alonso. Están diseñando una aplicación que permitirá a las personas que se encuentren en el monasterio realizar una visita virtual en el tiempo desde su iPad. El viaje lo están definiendo aún.
Trabajan en la captación de público a través de redes sociales. Han digitalizado 5.000 documentos que han colgado en su web especializada, Bivaldi y hasta la fecha tienen casi 70.000 visitas. Son de las bibliotecas digitales más visitadas en la web especializada Europeana.
Recientemente se ha incorporado a la Biblioteca Valenciana Antonio Peña como nuevo subdirector general de Libro, Archivos y Bibliotecas. Él pertenecía al equipo de Lola Johnson y fue reubicado en este puesto porla consellera María José Catalá. Peña insiste en la importancia de las nuevas tecnologías y en su uso para el fomento de la lectura. "Es algo que tenemos ahí y que no podemos obviar", dice. Al pasar junto a la iglesia se escuchan las risas de los niños que visitan hoy San Miguel de los Reyes. "Estos sí que se lo pasan bien", sonríe.
Afuera, en la caseta de entrada se encuentran las taquillas de los investigadores que están trabajando en la Biblioteca Valenciana: doctores, historiadores, estudiantes que realizan tesis... Un viernes a mediodía la mitad de las taquillas no tienen llave. Tantas llaves faltan, tantos investigadores hay dentro. "¿Y los recortes? ¿Van a sufrir muchos?". "Como todos" se limita a responder Peña, y ladea la cabeza.
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