VALENCIA. La última vez que un servidor tuvo la oportunidad de pulsar de primera mano (es decir, de voz de sus impulsores) el estado de salud de la música pop rock en directo en nuestra Comunidad, fue con ocasión de un reportaje publicado en las páginas de El País, hace ahora siete años. La palabra crisis ni siquiera figuraba en nuestro vocabulario cotidiano, parecían correr vientos a favor de la recuperación de cierta forma tradicional de entender el rock (con el retraso pertinente con el que todo nos impacta por aquí) y nuestra ciudad aún parecía ser una plaza apetecible para los inversores que operaban desde puntos más pudientes (como Madrid y Barcelona, lógicamente).
Ahí quedan para certificarlo, y para el recuerdo, iniciativas que animaban sobremanera nuestra agenda otoñal de conciertos, como el Greenspace o el itinerante Wintercase. Por si fuera poco, las cifras de asistencia a nuestros festivales no presentaban aún picos en sus gráficas, y con ello quedaba redondeada la bondad de aquel análisis. Y la actividad de los promotores locales, quienes al fin y al cabo conocen a fondo las vicisitudes del negocio durante todo el año, era tan incesante como estable.
El número de promotores ha ascendidoEl clima económico puede haber cambiado mucho desde entonces (huelga recalcar en qué sentido), pero sorprende comprobar que el número de promotores locales que se mantienen en pie no solo no merma, grosso modo, sino que incluso ha ido en ascenso en los últimos tiempos. Es la suya hoy en día una labor casi de supervivencia, apenas amortiguada por los últimos datos del informe anual de la SGAE. En él se señala que, pese a que las artes escénicas perdieron un 33% de público en 2012 en nuestra Comunidad, los conciertos de música popular en vivo han conseguido mantener durante el año pasado los niveles de 2005, con cifras en torno a los 1,9 millones de asistentes.
Los mejores resultados en espectadores datan de 2008, y desde entonces no han hecho más que bajar. Pero la recaudación se ha incrementado con respecto al principio de este quinquenio, ya que si en 2008 era de 12,9 millones, en el pasado ejercicio creció hasta los 17,6 millones. Posiblemente gran parte de esto tenga que ver con el tirón de unos grandes festivales cuya proliferación ha ido en aumento (Low Cost, Arenal Sound), y que muy poco hacen por favorecer el circuito anual de conciertos en el que se mueven las promotoras de nuestro ámbito más próximo. En conjunto, diríase que el panorama así trazado insinúa que la sangría está cerca de detenerse, quizá porque se quiera dar la sensación de que hemos tocado fondo, y que cualquier atisbo de brote en un futuro inminente solo puede adquirir tonalidad verdosa.
Hay quien lo expresa con mayor o menor énfasis. Entre los más gráficos figura Lorenzo Melero, responsable de Alta Tensión, la promotora que se encarga de traer al Loco Club desde hace cuatro años a bandas como Lisa & The Lips, The Dictators o The Posies, quienes ofrecieron un apabullante concierto el domingo pasado: "Lo nuestro se está convirtiendo en un ejercicio de supervivencia digno de un reality. No hace falta irse a una isla en el Caribe. ¡Vivan los emprendedores!", afirma con sorna.
Él considera que el público "ha de satisfacer otras necesidades más básicas", y eso es algo en lo que coincide la mayoría de fuentes consultadas. La veterana (así se le puede llamar) Tranquilo Música ha tenido que reducir sus promociones (que cada vez ocupan un porcentaje mayor de su actividad, frente a las producciones) casi a la mitad, debido a que "aquí nadie sale a girar si no va a caché pagado", tal y como lamenta Neus Aulló, cincuenta por ciento de una promotora local que es responsable de haber traído a Valencia a grupos como Yo La Tengo, Lambchop o Richard Hawley, entre muchísimos más.
En tiempos de vacas flacas, el ocio y la cultura son lo primero que se sacrifica. Y no digamos ya si parte del empeño se ha sustentado con dinero público, tal y como les puede haber ocurrido a veteranos como Vicente Mañó, responsable de Tratos (su última gran producción fue el concierto de Alejandro Sanz en la Marina Real, otros de los muchos grandes espacios infrautilizados de nuestra ciudad), quien asume ser "tan víctima como responsable en gran medida, por haber centrado buena parte de nuestra actividad en el sector público. En otros tiempos la gestión privada sostenía el sector.
Pero en cierto momento, a finales de los 80, el sector publico comenzó a contratar conciertos para regalarlos, en muchísimos casos al público, destruyendo por tanto la actividad privada". De hecho, su condición de corredor de fondo dentro del sector le hace afirmar que la subida del IVA a cotas poco homologables con el resto de Europa "ha sido más traumática en nuestro caso, puesto que nos subieron del 7 al 10% con Zapatero, y recientemente del 10 al 21%. Son 11 puntos de diferencia que hay que repercutir en cachés y precios de tickets".
Las consecuencias de esa subida, una suerte de remate (quién sabe si con visos definitivos) a un sector ya de por sí tambaleante, son tan palmarias que hasta quienes menos tiempo llevan en el negocio las califican como "una soga a la profesionalización y a la subsistencia de promotoras, salas y grupos", tal y como apunta Quique Medina, responsable de Vinilo Valencia y uno de los motores del Deleste Festival ,que alcanzó su segunda edición hace pocas semanas con un relativo éxito de público, descollante si nos atenemos a la coyuntura. "Si esto no cambia sólo quedarán grandes promotoras y grandes (que no buenos ni mejores) artistas: cultura plana", dice Medina, quien no deja de mostrar, pese a todo, cierta esperanza en el futuro, quién sabe si como acto de fe o con pleno convencimiento.
Hay, como puede apreciarse, motivos materialmente obvios para considerar el sector de la música en directo como una cuestión delicada. Pero también hay quien apunta a causas más profundas. Es el caso de Iván Labarta, cara visible de Mundosenti2 (empresa que cuenta con Lenny Kravitz, Andrés Calamaro o Rolling Stones en su historial, generalmente habituado a los grandes recintos), quien alega que hay "una carencia de artistas, porque son pocos los que garantizan una cifra mínima de ventas que hagan plantearte sacar adelante un concierto.
Falta relevo generacional, y los artistas que más venden son principalmente los clásicos con ya una trayectoria larga", algo que unido al hecho de que "algún artista ha vendido de un año para otro el 50% menos", redondea su visión de conjunto. Otra dificultad añadida, a un nivel más minoritario que el apuntado por Labarta, es la reducción de fechas en las giras estatales de muchos artistas. Valencia, en más de un caso, se queda fuera. Lo apunta José Gimeno, jefe de otra promotora local con muchos años de actividad sobre sus espaldas, como es Play Producciones: "los artistas no giran tanto, y solo haces las fechas que te salen a cuenta, que suelen ser las ciudades grandes con actividad cultural musical: Madrid, Barcelona, Bilbao, Granada o a veces Valencia, en el resto de ciudades su flujo de programación desciende".
Luego está la proverbial imprevisibilidad de Valencia, una plaza siempre incierta. Como dice Quique Medina, una ciudad "experta en romper esquemas, porque aunque uno lleva las estadísticas bien apuntadas, esta ciudad no deja de sorprenderte. Por desgracia, no somos una ciudad con cultura regular de conciertos", lo que le lleva a preguntarse "¿cómo es posible que el Arenal Sound o el Low Cost hayan tenido tan buenos números de asistencia, y luego artistas que han pasado por esos festivales no metan ni a 200 personas en invierno?".
Iván Labarta le respondería, no sin razón, que "un festival, más que música, es un evento social e incluso una experiencia vacacional". Algunos de esos festivales, por cierto, en ocasiones llevan a cabo curiosos vetos de exclusividad sobre las giras de algunos artistas, como reconocen algunos promotores off the record. Su proliferación afecta, inevitablemente, a las programaciones estables y consolidadas, incidiendo por otra parte en una espiral tarifaria que las debilita porque "no se pueden pagar cachés exagerados a determinadas bandas", como reconoce Neus Aulló.
Y hay un obstáculo añadido en el que reparar, y en cuya llaga solo Manolo Tarancón (responsable de La Viejita Música y partenaire ocasional de Let's Go) pone el dedo: la carencia de salas en condiciones. "Contamos con buenas salas con un aforo máximo de 350 personas. Pero de ahí ya saltas a otras con casi 1.000, no tenemos muchas opciones intermedias para bandas que funcionarían con ese aforo. Doblar un concierto a veces es arriesgado y no siempre funciona, y claro, a veces tienes que desestimar opciones por este motivo", apunta el músico y promotor. Tampoco podemos olvidar, como señala Lorenzo Melero, que "es complicado mantener el equilibrio entre los gustos personales y los del público. Nosotros intentamos acercar a la gente artistas no demasiados populares que creemos merecen la pena ser descubiertos", aunque a veces le desconcierte que "no haya más respuesta del público".
Habituados a ejercer de intermediarios entre los promotores y el público, los medios de comunicación también juegan su papel en este complicado tablero de equilibrios (sobre la cuerda floja, la mayoría de las veces) en el que se mueve la música en directo. La crisis no le es en absoluto ajena, y es por ello que Iván Labarta afirma que "la prensa y medios generalistas han relegado la música a un segundo plano", al tiempo que Vicente Mañó incide en que "los medios deberían tener más en cuenta que nuestra actividad genera riqueza por un lado, y diversión y cultura por otro".
José Gimeno ve algo positivo en el hecho de que "algunos artículos ya destripan el negocio de la música, aunque qué todavía hay mucho desconocimiento", y es Lorenzo Melero quien tiene una visión más crítica, cimentada en el hecho de que "hemos tenido grupos increíbles (que dice el público que son increíbles, que no lo decimos nosotros) y no hemos recibido ni una petición de acreditación. Y en otros, por el contrario, nos llueven. No hemos estudiado periodismo pero supongo que un periodista además de opinar tiene que informar de todo lo que ocurre a su alrededor".
Last but not least, como se suele decir, es de ley no dejar de mencionar el revulsivo que la autogestionaria sala La Residencia está suponiendo dentro del panorama de directos en Valencia, con visitas de bandas underground internacionales y locales que reúnen una afluencia de público nada desdeñable. Así como la programación de la sala La Llimera, la recién creada plataforma Munube, que retransmite conciertos en vivo a través red, o el trabajo que desde hace años lleva a cabo el ciclo Sons en Castellón. Todos ellos, y algunos más que seguramente se queden en el tintero, ayudan a perfilar la situación de un sector al que, más allá de la frialdad de los números, muchos aún consideran esencial para medir la temperatura cultural de una sociedad. Y con razón.
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