VALENCIA. Mariano Barroso tuvo suerte cuando fracasó con Todas las mujeres. Se trataba de la primera serie producida en España expresamente para un canal de pago, en este caso TNT. No la vio prácticamente nadie y quienes lo hicieron dijeron tan pocas cosas buenas de ella que no tuvo una segunda vida en cadenas en abierto.
La serie se centraba en la relación de un veterinario, personaje que encarna magistralmente Eduard Fernández, con las mujeres de su vida. A partir de una pequeña anécdota, el veterinario le ha robado cinco novillos a su suegro ganadero para venderlos en Portugal en el típico plan-perfecto-que-sale-mal, el veterinario se enfrentaba a su mujer, su amante y compinche (encarnada por Michelle Jenner antes de triunfar con ‘Isabel'), su ex novia, su madre, su cuñada y una psicóloga, en seis capítulos de media hora.
Barroso, que había concebido inicialmente la serie como una película convencional de hora y media, tuvo fe en el proyecto, tuvo fe en la forma de contar la historia, y tuvo fe en el personaje principal y en sus antagonistas, "un maravilloso elenco de mujeres" en palabras de Jenner. Así que, tras el fracaso, recogió las ventanas rotas de su ego y decidió remontarlo todo, volver a su idea inicial, reducir y condensar casi tres horas de nadería en noventa minutos, retitular cada uno de los segmentos, incluir nueva música incidental y diferenciar el grano de la paja. Como bien se ha encargado de difundir el propio Barroso, fueron "a la esencia" de las cosas.
Las limitaciones del presupuesto le obligaron a montar secuencias con ‘ruido digital' (no había posibilidad de volver a filmar), a incluir planos desenfocados, a romper una serie de normas ortodoxas en aras de la narración. En cierto modo, su película está más cerca de los Dogmas daneses que muchas películas que recibieron el certificado de marras; en cierto modo, recuerda por su aspecto estético a filmes procedentes de países del Segundo Mundo, donde hacer cine es poco menos que una heroicidad. En cierto modo, ha sido una locura. Bendita locura.
La obstinación, no rendirse, ha tenido premio. Todas las mujeres, en su segunda vida como largometraje convencional, acudió este año al Festival de Málaga fuera de concurso y salió como la vencedora moral del certamen. Todo fueron parabienes. Los pocos que conocían la serie insistían que, ahora sí, la estructura de Barroso tenía sentido. Esos seis segmentos, independientes pero consecutivos, funcionaban. Las elipsis enriquecían el conjunto. El aspecto teatral no molestaba sino que, al contrario, resultaba un valor añadido. Los defectos formales carecían de importancia. Insistir en ellos es como que te señalen la Luna y mires el dedo.
En la nueva versión no queda de la pequeña pantalla más que la manera de enfocar los planos y contraplanos. Ni rastro de referencias televisivas. Todas las mujeres es una buena película que parece beber de las fuentes de Woody Allen antes que de Los soprano. Es una buena comedia. Es una ácida reflexión sobre la muerte del macho ibérico, a partir de esa parodia de hombre que es el personaje de Fernández, miserable, egoísta, desgraciado... Como bien dice el personaje de Marta Larralde, su cuñada en la ficción, uno no tiene claro que sea una buena persona.
Sustentada en el humor que suscitan las situaciones en las que se ve envuelto el rol de Fernández por su cobardía e inmadurez, los 90 minutos de Todas las mujeres son divertidos, simpáticos, entretenidos e invitan a una somera reflexión sobre los comportamientos de pareja, nada especialmente profundo, nada especialmente mágico, pero con una discreta brillantez que devuelve al espectador el placer de pasar un buen rato viendo los avatares ajenos.
Pero Murphy siempre manda, y cuando todo parecía indicar que la suerte sonreiría por fin a Barroso, su distribuidora habitual, Alta Films, la empresa de Enrique González Macho, echaba el cierre y Barroso se quedaba sin forma de hacer llegar al público su trabajo, el que tantas horas le había robado.
Han sido meses de espera en los que el cineasta, con resignación zen, ha tenido que aguardar a que apareciera luz al final del túnel y comprobar que no fuera otro tren en dirección contraria. Esa luz se llamaba Avalon y aunque la distribuidora no está precisamente para tirar cohetes, ha hecho un esfuerzo para que este viernes, tres años después de la emisión del primer capítulo de Todas las mujeres, llegue a la pantalla grande esta simpática revisión de la guerra de los sexos. Con sus defectos, sí, con sus momentos innecesarios, también, pero con sus numerosas virtudes.
La distribuidora, no ha podido ni pagarle el billete de tren ni al director ni a su reparto para que visitaran las ciudades donde se estrena pero, al menos, se estrena, y eso ya es una noticia. El cine español sigue vivo, mal que les pese a algunos.
Muy buen artículo, Carlos. Yo sí que puede ver algo de la serie en el canal TNT, ese canal de pago que es un comodín porque al final siempre emite programas que me gustan. Así fue como descubrí la serie y valoré enormemente que por fin alguien tuviera los cojones que hacer algo low-cost, digital y con una trama interesante. Desgraciadamente los horarios me fueron incompatibles y ahora por fin me entero que se ha estrenado. ¡Intentaré verla en cine, que narices!
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