VALENCIA. Los ultrarricos del mundo tienen los bolsillos más llenos que nunca, según la revista Forbes. En su exhaustivo informe de 2013 que fue publicado recientemente, las distancias con el grueso de mortales asustan. Pero para evitar malas digestiones bastará con destacar la siguiente afirmación: las 400 personas más ricas de la Tierra tienen el doble de dinero que hace 10 años. ¿Quién dijo crisis?
En el particular top 20 estadounidense sólo aparecen tres mujeres: Christy Walton, Alice Walton y Jacqueline Mars. Las tres, bajo la etiqueta ‘fortuna heredada'. Otra mujer, lejos de tan magníficas posesiones pero próxima al sentido opulento de la buena vida, también viene marcada por la etiqueta de la fortuna y la herencia: Sofia Coppola (Nueva York, 1971).
THE BLING RING: CINE BAJO MÍNIMOS
The Bling Ring es el quinto largometraje de la hija de Francis Ford Coppola y por el cual no será encumbrada a ningún pedestal de la cinematografía. Todo bajo una estética Spring Breaker: marcas de ropa y product placement, jóvenes sin problemas con su IMC por decirlo de alguna manera, drogas a gogo, días soleados, superficialidad pacífica y todo fucsia. Enfangada en la inexplicable existencia de las celebrities hollywoodienses como en su anterior película, Somewhere, la pequeña de los Coppola -con producción de su padre y hermano- aborda un hecho real en el cual cuatro amigas tetrapijas y su amigo gay alivian su aburrimiento teenager asaltando casas de famosos.
Tras el fiasco de crítica y taquilla de la ya mencionada Somewhere (2010), Sofia Coppola ha intentado con esta producción recuperar algo de confianza en ambos campos. En el asunto de la crítica acercándose a una visión plana de la historia a través del artículo publicado por Nancy Jo Sales para Vanity Fair en el que se basa el guión. La no intervención se consolida, pero el inherente paso de las interpretaciones, el aséptico estado de los objetos limpios en la imagen y la composición visual inmaculada, la superfcialidad del tema que trata, vaya, no parecen sumar en exceso a la hora de salir reconfortado del cine.
Porque, precisamente, en la cuestión recaudativa de la película se encuentra el principal agujero negro de la misma. La historia, especialmente escogida por sus posibilidades comerciales, da rienda suelta a que la marca Louis Vuitton abarrote la película. Pueden ver el patrocinio hasta en el photocall de la premiere que hay en la foto superior a esta crítica. No es la única marca: Rolex, Channel, Lexus, Porsche, Prada, Alexander McQueen, loubotines, Hervé Leger, Hermés, bolsos de YSL, Balenciaga... la lista es interminable y el espectador se satura porque la enumeración, que podía haberse narrado de forma encadenada, ahondando en las inquietudes de estos adolescentes, en la influencia de las celebrities y portales como TMZ.com en su forma de entender a sus propias familias y amigos, pasan inadvertidas en el film.
El origen de la película, los nietos e hijos de papá en Los Angeles, herederos desconectados de cualquier necesidad material gracias a la gran industria del cine y la publicidad, ya fueron retratados en la impecable novela Menos que cero (1985), de Bret Easton Ellis. Aquellos adolescentes, Facebook y BlackBerry aparte, no eran más cultos ni más interesantes que estos. Hip hop a un lado, trataban de hacerse notar a través de la ilegalidad y tomaban drogas y alteraban su mundo perfecto con relajación y descaro, igual que Rebecca, Marc, Nicki, Chloe y Sam en la historia. En el caso de Coppola, sin levantar cabeza a la hora de hilar una película redonda desde su debut con Las vírgenes suicidas (1999) con un descenso preocupante y paulatino a través de su filmografía, la vigencia de The Bling Ring si recuerda al debut de Easton Ellis, pero sólo en referencia a su título.
En las interpretaciones, a destacar entre los jóvenes actores los papeles protagonistas ejecutados por Katie Chang (Rebecca) e Israel Broussard (Marc), capaces de sobrevivir a la vacuidad de la historia y las constantes apuestas de Coppola por recrearse en ambientes de cámara lenta. Aun así, ni estos dos ni Emma Watson, que cuenta con cualidades de sobra para abordar papeles de otra talla, salen especialmente encumbrados por la falta de fuerza de la película en su conjunto, que es lo más destacable.
CUESTIÓN DE GUSTO
De lo que no cabe duda y de lo que no se puede culpar a Sofia Coppola es del buen gusto. Heredado o no, afectado por sus posibilidades económicas o no, la estética de la sencillez y el buen gusto contagia todos los aspectos de la película. Se disfruta especialmente una vez más. De agredecer es que vuelva a contar con Brian Reitzell. El compositor también tocó la batería en una de las bandas sonoras más incontestables del cine contemporáneo, la de Las vírgenes suicidas (1999), película ya destacada.
Amigo íntimo de Coppola y Thomas Mars, vocalista y compositor de la banda de rock francesa Phoenix (pareja y padre de los dos hijos de de la directora), Reitzell volvió a dar lo mejor de sí en Lost In Translation (2003) y, tras pasar de puntillas por Maria Antonieta (2006) y no aparecer por Somewhere (2010) regresa a su puesto con éxito con The Bling Ring.
La banda sonora cuenta con lo mejor de lo mejor del género choni bañado en oro de la generación TMZ a la que hacíamos referencia. Están M.I.A., Kanye West y Azealia Banks, además de una píldora semi-instrumental del último disco de Phoenix y que da nombre al mismo: Bankrupt!. Escuchando su letra se entiende la idóneidad de la canción, pero atendiendo al encasillamiento y al cine estéril al que ha devenido la prometedora carrera de Sofia Coppola, quizá el título de otro de los temas de ese disco parezca el idóneo mientras ella recupera mejores ideas que llevar al cine: 'S.O.S. In Bel Air'.
y por cierto, la banda sonora de Lost in translation le debe más a Kevin Shields que al tipo de Phoenix
total, que te cae mal Sofia Coppola y te molesta que su padre sea rico, como te encargas de recordar constantemente. "cine estéril", diu pd. veo que de Somewhere no entendiste nada. seguramente está hablando de ti y ni te diste cuenta
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