Unas imágenes de gran tamaño instaladas en varias medianeras se han convertido en un símbolo para El Carmen. El correoso autor, Luis Montolio, se explica y promete más
VALENCIA. Desde poco antes del mes de agosto irrumpen en varias medianeras del barrio de El Carmen de Valencia una sorprendente colección de fotografías gigantes. Los fotografiados son indígenas urbanos, personajes densos de las calles. De repente, los vecinos miran a otros vecinos colgados de lonas industriales.
Las fotografías XXL, todas del mismo autor, comienzan a colonizar las calles viejas de Valencia y amenazan con difundirse a ritmo de virus. Es la exposición más activa y visitada de la ciudad, a pesar de estar completamente inacabada. Tiene la singularidad de mantenerse viva. En una interpretación muy creativa, supone un espejo para que los vecinos se vean a gran tamaño y crean en sus fuerzas.
Junto al mercado de Mossén Sorell, la foto enorme tamaño 9 por 7 metros de un joven guerrero endulzado por un pequeño perro, despertó los ojos del vecindario. Tras el guerrero se esconde la identidad de Fer, uno de los habitantes más mediáticos de El Carmen, de profesión estilista y camarero. "Si saliera en la tele sería una estrella", cuenta el fotógrafo.
Hecho un coloso y convertido en primer gran icono de esta especie de rebelión de los ciudadanos anónimos, su resonancia es más grande que la de cualquier anuncio publicitario impreso en una pared. Entre otras cosas porque anuncia muchos productos a la vez: es el anuncio de que los métodos tradicionales sirven menos y los artistas para sobresalir tienen que cambiar sus propias reglas; es el anuncio de que un fotógrafo espontáneo puede embellecer una ciudad; es el anuncio de que la fortaleza de un barrio es directamente proporcional a cómo de gigante sea el pulso colectivo; y, ya que estamos, es el anuncio de una fina metáfora: antes de la foto, en ese mismo emplazamiento, una inmobiliaria (quebrada con el tiempo) anunciaba apartamentos de lujo.
Son también un pequeño nuevo rostro turístico. Pasando junto a la imagen de Fer, varios turistas se aferran a sus iPads para capturar el 'monumento' (¿por qué ahora los turistas hacen las fotos con el iPad?). Unos minutos más allá, en la calle de la Corona, la prota es Olga Poliakoff, bailarina, coreógrafa, empresaria y rostro épico de la historia de El Carmen. Fallecida hace unos años, este verano ha sido recuperada a través de una gigantofoto. Un tocado de bombillas le cubre la cabeza. Vigila intensa desde las alturas, llena de misterio. Y al pasar, alguno de sus conocidos le devuelve la mirada: "Olga ha vuelto a casa".
Nuevas fórmulas para un fotógrafo
Yendo a la primera persona, todo este mecanismo artístico tiene otro desenlace: supone una promoción eficaz para el autor, el correoso fotógrafo Luis Montolio. "Mi objetivo era romper las reglas del juego", comenta. Salió del circuito tradicional, se deshizo del control de comisarios, y decidió crear su propia galería en un espacio tan amplio como toda una ciudad. De cada foto vende pequeñas reproducciones.
Criado bajo las faldas de la estrella Mágnum, David Alan Harvey, Montolio ya amenaza con ir más allá de El Carmen. Busca ubicación para su nueva obra en el Eixample. "También estoy pendiente de ir a ver medianeras en El Cabanyal". En lo inmediato, actuará en una pared del Hotel Jardín Botánico. "Ahora las medianeras me vienen a mí".
Cuando se le pregunta al fotógrafo cualquier cosa sobre su obra, se explica así: "Para cada fotografiado tengo una ecuación distinta; me gusta que el fotografiado sea activo e influya en la composición de la foto". Y sigue: "Creo que las fotos son producto de mucha exigencia". Al tiempo que deja un recado: "Los fotógrafos técnicos no tendrán mucho que hacer en el futuro, las condiciones técnicas se igualan y sólo los más exigentes progresarán".
Luis Montolio, un personaje con tres cambios bruscos
Luis Montolio razona que todos los personajes a los que retrata guardan un mismo patrón: "Son como estrellas del rock". Y justo así aparenta ser él, de metabolismo encendido, zarandeado por tres cambios bruscos.
Nació en Reino Unido, consecuencia de una historia de amor valiente. Su padre, malcasado, se enamoró de otra y ante la imposibilidad del divorcio, ella y él cogieron los bártulos y se piraron a Inglaterra. A los 13 años pisó España y lo pusieron a vivir en un pueblo pequeñísimo del Alto Palancia. "Fue un choque brutal". "El entorno era muy hostil y no encajé durante 5 años". Primer cambio.
A los 19 empieza a trabajar en una empresa de juguetes, donde seguirá hasta los 30. "Yo sabía que tenía que hacer algo, no podía continuar una década más con aquello". Jamás había tenido relación con la fotografía, pero se apuntó a un máster. "¡Y comencé a ser libre!". Pronto pasó a ser pupilo de los García-Alix, García Rodero y David Alan Harvey, con el que trabajó en California y Nueva York. "A uno le tratan como un loco hasta que demuestra cosas y entonces te ven como un genio, pero yo simplemente trabajo mucho". Segundo cambio.
Establecido de nuevo en España, comenzó a entablar algo más que una amistad con El Carmen. "Tiene un punto de pueblo, lleno de movimiento de gente especial". Antes de ser el fotógrafo y editor gráfico del IVAM, decide dejar Valencia definitivamente. "Yo me iba a Nueva York, pero justo en ese momento a mi madre le diagnostican un cáncer. Me quedé. Y pasé de tener un enfado permanente con Valencia a decir: esta ciudad está llena de oportunidades, ¿nadie va a hacer nada?". Tercer cambio.
Desde entonces mantiene una cruzada contra la desidia y a favor de embellecer las calles con, por ejemplo, sus fotografías enormes. "Realizaré bombazos, y quizá no sólo fotos", advierte.
un proyecto cojonudo que pone a Luis como un provocador que excita de forma calculada e intencionada, que no es fácil... personalmente enfurece mis órganos sexuales...
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