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La ciudad y otros vicios... de agosto

EUGENI ALEMANY
Viaje interior a una Valencia congelada en el tiempo

VICENT MOLINS. 07/08/2013

VALENCIA. Estudiado desde lejos Eugeni Alemany (presentador, humorista, personaje) tiene trazas de espigado señor inglés dedicado a los oficios, pero que en lugar de venir a tomarte las medidas te traduce la realidad a un idioma rayano el disparate. Va a la guerra con un arsenal de comentarios jocosos, dispuesto a explosionarlos cuando más convenga, normalmente en su espectáculo cómico Te lo digo sin acritud.

Durante unos años recorrió la Comunidad Valenciana con uno de los programas más edificantes que ha parido la Canal Nou reciente, Trau la llengua. Y como actuación especial, este señor que a sus mails telefónicos les añade la firma 'Enviado desde mi batidora', se saca sus debilidades urbanas aquí y ahora.

Vive en el barrio de Juan Llorens, que, "aunque muchos de los vecinos no lo sepan, fue el ideólogo de la revuelta de las Germanías". Pero para revoluciones, la que protagonizó Eugeni Alemany en el barrio de Amistat, el lugar al que rinde mayor afecto: "siempre me ha gustado el nombre y, además, un año compartí piso con otros estudiantes. A nuestro lado, Sodoma y Gomorra eran un Marina d'Or". No hay más preguntas.




Se revuelve ante los lugares comunes, y de repente nos suelta que uno de sus rincones favoritos de Valencia es una tienda preñada de hilos, nudos y cuerdas, sita en San Vicente Mártir, 87, entre Plaza de España y la estación del Norte. Al llegar allí se comprueba que Eugeni Alemany no deliraba: el lugar es sorprendente, como toparse con un animal relicto. La tienda se llama Cordelería Antonio Mañes, aunque no hay cartel que lo indique. En medio de una calle comercial del centro de la ciudad, se ingresa en un universo donde "parece que se haya detenido el tiempo". Alemany comenta: "siempre me quedo mirando desde fuera pensando una excusa para entrar, pero claro, me da miedo que se me note y pasar vergüenza. Lo mejor sería entrar y decirle: oiga, entro aquí a mirar".

Lo que hay dentro de Cordelería Antonio Mañes es un paraíso vintage extremo. Balanzas, mostrador y artilugios desconocidos intactos desde su inauguración, en 1942. También está Antonio Mañes, hijo del fundador. Podría haber traspasado su local a las decenas de ofertantes (cafeterías, tiendas de ropa) o haberse jubilado, "pero qué voy a hacer en casa".

En la parte trasera, un almacén bien oscuro, se cuela la luz sobre la penumbra. Ante el mostrador entran clientes -algunos, intuimos, son voyeaurs que también vienen a mirar- a los que Mañes provee de alguna de sus 350 referencias de cordeles, cuerdas e hilos. "La mayoría son agricultores, industriales, hombres de náutica...", señala Mañes mientras se fuma su cigarrillo. ¿Esto lo hace por pasión, Antonio?, le preguntamos. "¿Mi pasión? ¡Qué va! Es sólo una profesión". Sin él, la última cordelería de Valencia, un espacio casi mitológico, desaparecerá. 

La ruta que propone Alemany por la Valencia más congelada en el tiempo llega a otra reliquia, la horchatería Collado, en la plaza homónima. Se fundó en 1892 y siempre ha vivido a la sombra de las dos grandes, Santa Catalina y El Siglo, a las que sin embargo golea en aura castiza. "¡Está tan vieja! Las sillas, las mesas, las paredes... ¡No sé por qué no la arreglan!", reflexiona Eugeni, "parece que estemos en los 50. Hacen una cebada buenísima".

Para regresar en el tiempo, Eugeni Alemany -que una vez como reportero del Caiga Quien Caiga consiguió que Gallardón se desinhibiera tanto que acabó dándole besos a un perro de peluche- reivindica el antiguo cauce del Turia como la mejor infraestructura urbanística de la ciudad. "Sobre todo porque está hecha para que los ciudadanos la aprovechen todo el año. ¿Cuántas veces vas a la Fórmula Uno o al edificio de la Copa América? Desviar todo un río para ganarlo a los ciudadanos me parece no sólo un obra de ingeniería bíblica, sino una demostración de la capacidad de esfuerzo y el deseo de progreso de un pueblo". Ha hablado un hombre.

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