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José Pío Beltrán: "Me parece un desperdicio gastar tanta energía y dinero en crear doctores y no utilizarlos"

MARIA COSTA. 22/07/2013 Delegado del CSIC en la Comundad Valenciana

VALENCIA. El CSIC ha elevado la voz. Si no llegan 75 millones antes de octubre algunos centros podrían cerrar y algunos proyectos ralentizarse in eternum. De entrada, y desde 2009, cerca de 1.000 jóvenes investigadores se han quedado sin proyecto. Los que quedan se han unido recogiendo más de 60.000 firmas para "salvar al CSIC".

José Pío Beltrán, doctor en Ciencias Químicas y profesor de investigación en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP) de Valencia es el delegado institucional del CSIC en la Comunidad Valenciana. Es optimista. "No se me puede pasar por la cabeza que una institución de la envergadura del CSIC que emplea al 6% de los investigadores del país, genera el 20% de las producciones científicas, presenta la mitad de las patentes del país, y licencia 80 al año, lo que supone una cada cuatro días, cierre".

Ha publicado más de cien artículos de investigación en revistas de ámbito internacional sobre interacción planta-patógeno y biología del desarrollo de flores y frutos. Miembro de la Comisión de Expertos de la Confederación de Sociedades Científicas de España, y del Comité de Dirección de la European Plant Science Organization, también ha desarrollado una amplia actividad de divulgación sobre la Ciencia y la Biotecnología en los ámbitos educativo y social. 

-¿Qué se puede hacer para evitar éxodos masivos como los 16.000 universitarios de la Comunidad Valenciana que han salido fuera desde 2009?
-Apoyar a la ciencia e investigación con planes estratégicos que eviten el menoscabo de las generaciones futuras de científicos.

-Sin embargo a la I+D+i ¿le deben mucho dinero?
-Sí, la situación es muy delicada hasta el punto que si el Gobierno no inyecta 75 millones de euros en octubre habrá que suspender pagos o cancelar proyectos.

-Y en concreto en el CSIC-CV, ¿qué ha ocurrido?
-Hemos tenido que suspender todos los programas que teníamos de incorporación de jóvenes investigadores, de técnicos, etc. Hemos cerrado la cantera de futuros investigadores que puede haber afectado a cerca de 1.000 personas, pero en toda España.

-Han disminuido los presupuestos, entra menos dinero en el sistema para competir, menos transferencias, etcétera. ¿De cuánto estamos hablando?
-Desde 2009 han dejado de entrar en el CSIC más de 500 millones de euros. Una pérdida que nos ha conducido a esta situación. Así que o se inyecta dinero o se pone en cuestión el funcionamiento de los centros. Soy optimista porque no se me puede pasar por la cabeza que una institución de la envergadura del CSIC que emplea al 6% de los investigadores del país, genera el 20% de las producciones científicas, presenta la mitad de las patentes del país, y licencia 80 al año, lo que supone una cada cuatro días, cierre. Tenemos un grave problema, pero es imposible que no se resuelva.

-¿Cómo se puede deber tanto dinero y no haber protestado antes?
-Sí que hemos protestado, quizá en otros foros. Hay una serie de deudas que tienen contraída con nosotros distintos actores. De todos modos cuando decimos al Gobierno que nos den 75 millones de euros o tendremos que cerrar, es un dinero que no se nos debe, lo pedimos. En la Comunidad Valenciana nos deben 6 millones de euros entre empresas, gobierno autonómico, etc, pero además pedimos otros 6 millones para superar el actual momento.

-Así que mientras no haya dinero, ¿qué opciones B pueden evitar el éxodo universitario?
-No hay planes B. Estamos en un momento muy duro, que no creo llegue al cierre, pero sí vamos a ir reduciendo los recursos humanos que tenemos. Los jóvenes que quieran seguir el camino de la investigación tendrán que hacerlo fuera de España. Lo peor no es que se vayan sino que los buenos investigadores ni se plantean España como destino para trabajar.

-Pero, ¿España estaba siendo puntera en investigación?
-Desde luego nos estábamos acercando e íbamos por el buen camino. Eso se ha frenado ya. Lo malo es que volver a acelerar costará mucho más. Para el CSIC lo más importante son los investigadores. Por eso no tiramos a nadie a la calle. Es preferible pedir dinero que desprenderse de su principal valor. El futuro del CSIC es el futuro de sus investigadores.

-¿Tienen idea de las consecuencias de estos recortes en I+D+i?
-La verdadera dimensión del desastre se verá cuando se retiren las aguas. Lo que está claro es que no habríamos llegado a esta situación si la gente que decide creyera de verdad en una economía del conocimiento. Lamentablemente no hay síntomas de esto. De hecho los laboratorios no saben todavía con qué dinero van a contar este año para desarrollar sus proyectos, ya que el Gobierno no ha hecho pública la convocatoria de ayudas a I+D+i que debía haberse anunciado en enero. Y así vemos con tristeza como mes tras mes vemos salir personas que sabes no van a volver.

-¿Se han quedado investigaciones en el camino?
-No, pero se han ralentizado tanto que no sabemos cuándo, ni cómo acabarán. Aunque el Gobierno tenga actualmente graves problemas no puede dejar de invertir en futuro. En España hay dinero para traspasar a un jugador de fútbol, pero no lo hay para evitar enfermedades. Me pueden decir que se trata de clubs privados, pero tampoco es cierto porque luego les eximen de pagar impuestos. Y aquí no pasa nada. Nadie se atreve a tocar un club de fútbol. Si les obligarán a pagar los impuestos muchos de ellos tendrían que cerrar.

-Hablemos de su especialidad, los transgénicos. ¿Conseguir una planta libre de polen que evita alergias no interesa en Europa?
-Interesa más en EE.UU como así el resultado de otra investigación que produjo un trigo apto para celiacos. La Unión Europea no quiere transgénicos. La legislación europea es muy severa y estricta respecto a las condiciones para autorizar transgénicos. Sólo se pueden cultivar determinados tipos de maíz y España es el país que más maíz transgénico cultiva. Unas 100.000 hectáreas al año.

-¿Europa lo acabará aceptando?
-Sin duda. Europa está condenada al fracaso más absoluto en materia de transgénicos. Además se ve que la posición europea es muy hipócrita. En estos momentos si quiero alimentar el ganado necesito fuentes de proteína vegetal. Básicamente se usa soja. La soja transgénica en Europa no se cultiva. Pero el 90% de la soja mundial es transgénica. Así que la UE no permite cultivarla, pero sí dársela al ganado para alimentarlo.



-Por otro lado parece que solo las grandes multinacionales pueden asumir los costes de producción de transgénicos...
-Digamos que es un efecto colateral rarito. El dinero que hay que invertir para demostrar que un transgénico es seguro es de tal magnitud que sólo las grandes multinacionales pueden permitírselo. Ya les viene bien a los ecologistas que sea tan caro.

-¿La revolución en la alimentación con alimentos que curan o evitan enfermedades está en consonancia con los avances tecnológicos?
-Sin duda. Estoy convencido que el mundo dentro de cien años ni nos lo imaginamos. Uno de los retos por resolver es saber si vamos a ser capaz de producir suficientes alimentos de calidad para los que vamos a ser.

-¿Con los transgénicos se resolvería esta duda?
-No. Los transgénicos dan la oportunidad de incorporar mejoras, no garantizan el que vayamos a ser capaces de elevar la producción ante la elevada población mundial que se avecina. Vamos a tener un problema gravísimo. Y nos hará falta la agricultura tradicional, ecológica y transgénica. Hay que elevar por dos y por tres la productividad en este siglo.

-Usted dijo que un país que produce 10.000 doctores al año, es curioso que no seleccione ninguno para ser maestro, ¿debería extrapolarse esta máxima a otras profesiones?
-Sin duda. Lo dije porque me llamó la atención que ser doctor no puntúe en una oposición a maestro y sí puntúen un montón de chorradas inimaginables. No vendría mal tener doctores en las aulas para que despertaran en los niños el amor a la ciencia e investigación que hoy ven como algo muy difícil y poco remunerado. Todos parecen querer ser artistas o salir en la televisión en algún concurso. Me parece un desperdicio gastar tanta energía y dinero en crear doctores y no utilizarlos. Este país produce más de diez mil doctores al año y el ser doctor no sirve para nada a la hora de ser seleccionado como maestro o como profesor de enseñanza secundaria.

En el caso de la política debería corregirse el sistema de elección de políticos, porque no parece primar en ellos el conocimiento, el desarrollo intelectual, ni el método científico. No son tontos, pero priman más las fidelidades partidarias que saber idiomas o haber trabajado en una empresa. Creo que España se merece ya tener un presidente que por lo menos hable inglés. Quizá la falta de amor al conocimiento es el que nos ha conducido aquí y por eso se deba tanto dinero a la ciencia.

-¿Su última preocupación?
-Me siento deudor de las personas que hicieron posible que estudiara una carrera científica. Por eso no he dejado de fomentar la creación y puesta en marcha de centros de investigación. Varios de estos centros, que también tienen problemas de financiación porque de esto no se libra ninguno, dan trabajo a estupendos científicos. Me preocupa saber si todo ese esfuerzo pudiera acabar malográndose.

-¿En el momento presente, la legislación europea en relación a los transgénicos, supone más bien una garantía de seguridad, o un inconveniente al progreso? ¿Por qué?
-Las dos cosas al mismo tiempo. Desde luego, dicha legislación tiene como consecuencia que cuando un transgénico obtiene el nihil obstat de la Unión Europea para su comercialización ofrece garantías al ciudadano en el sentido que se trata de las plantas mejor evaluadas de la Historia de la Humanidad tanto para la salud de las personas y de los animales como para el medio ambiente.

Este sistema de garantía es muy caro y su principal efecto es que sólo las empresas multinacionales muy poderosas económicamente pueden soportarlos, y eso si nos referimos a la media docena de cultivos importantes en alimentación. A veces me pregunto por el interés de dichas empresas en mantener los mercados así, lo que en la práctica excluye la competencia de empresas de menor tamaño. Otro efecto colateral de la actitud de los políticos europeos hacia los transgénicos es la emigración de la investigación que realizan las empresas hacia territorios menos hostiles fuera de la Unión Europea.

-Desde cuándo está permitida la comercialización de productos transgénicos?
-Llevamos 15 años de comercialización de alimentos transgénicos. Esto supone una superficie de cultivo que supera los 148 millones de hectáreas en todo el mundo. Hoy en día, se cultivan en unos 29 países, entre los que destaca especialmente EE.UU, y otros de América Latina como Brasil y Argentina. También en países africanos, y en potencias asiáticas, como China e India. Dentro de este panorama, Europa es una isla, donde el cultivo apenas llega al 1% del total.

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