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EL LENGUAJE DEL CINE

'Trance': Danny Boyle y la televisión pública

MANUEL DE LA FUENTE. 15/06/2013 "No estamos ni ante un director alternativo ni ante un tipo interesado en la más mínima reflexión que no sea la de crear películas tramposas..."

VALENCIA. Grecia se levantó este pasado miércoles sin televisión pública. El gobierno del país decidió aniquilar de manera fulminante el ente radiotelevisivo ERT a golpe de decreto ley, como sólo saben hacer los gobernantes más chulos y valentones. De la noche a la mañana, Grecia se quedaba sin un organismo de control de los desmanes antidemocráticos porque el modelo europeo de radiotelevisión pública, como es potencialmente peligroso, tiene que ser exterminado. Y si es con saña, mejor.

Este modelo es hijo del estado del bienestar, es decir, de ese momento histórico de reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial. Una reconstrucción basada en el fortalecimiento de las instituciones y recursos públicos para la creación de una sociedad civil dotada de servicios de sanidad, educación, telecomunicaciones e información.

Frente al modelo estadounidense, que confió el grueso del ordenamiento audiovisual a las empresas privadas, en Europa se pensó que los medios de comunicación manejaban material demasiado sensible como para dejarlo en manos del libre mercado. Había mucho que rehacer después de la guerra, muchas identidades que construir y muchos valores de responsabilidad y sentido cívico que inculcar.

Danny Boyle durante el rodaje de Trance

De este modo, se crearon los grandes entes de radiotelevisión públicos, pensados como hegemónicos no sólo en términos de audiencias sino también en diseños de programación: su nacimiento fue acompañado de ordenamientos jurídicos que obligaban a los medios de comunicación privados a respetar, en sus emisiones, los valores democráticos y de respeto a las minorías. Este sentido público no se limitaba a la televisión: también alcanzaba al cine desde el momento en el que muchos cineastas se curtían antes en el oficio televisivo.

Así, si cogemos la cartelera y echamos un vistazo a las películas europeas, veremos que muchos realizadores actuales tienen un bagaje en este modelo de televisión. El caso de esta semana es Danny Boyle, que estrena su última película, Trance. Boyle empezó su carrera a principios de los años 80 en la BBC, donde realizó diversas películas y series hasta que, diez años después, dio el salto al cine con Tumba abierta. Su segunda cinta, Trainspotting, le convirtió en un referente del cine británico de los  que prometía una línea de análisis social en su obra.

Sus posteriores películas desmintieron esa promesa, y films como La playa, Millones o Slumdog Millionaire nos presentaron a un cineasta muy poco interesado en profundizar en la senda apuntada al principio de su carrera. Todo lo contrario: Danny Boyle se confirmaba como un realizador de films rollo new age. Vamos, uno de esos cineastas que no permiten que la realidad que retratan estropee un final feliz, de ésos cuyas películas nos vienen a decir que la sociedad tiene salvación.

Como no podía ser de otro modo, discursos así sólo le podían catapultar hacia el éxito: ahí están los Oscar a Slumdog Millionaire en 2009 y, sobre todo, el encargo de llevar a cabo la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres del pasado año. Curiosamente, Boyle ha sabido construirse una imagen de cineasta independiente, que trabaja con presupuestos menores.

Será que hacer películas de "sólo" 20 millones de dólares (una cifra que ha dado a conocer él en diversas entrevistas) te sitúa en los márgenes del sistema. Esta última película, Trance, vuelve a insistir en que no estamos ni ante un director alternativo ni ante un tipo interesado en la más mínima reflexión que no sea la de crear películas tramposas y huecas.

Trance se nos presenta como un thriller. Un jugador que adquiere una deuda que no puede pagar se implica en el robo de un cuadro de Goya. Durante el robo, sufre un golpe en la cabeza que le deja inconsciente. Cuando despierta, no recuerda dónde escondió el cuadro, de modo que se somete a terapia de hipnosis para recobrar la memoria. A partir de ahí, la trama consiste en una serie de vueltas, requetevueltas, sorpresas y giros argumentales cada cual más imposible con un único objetivo: llevar al espectador de un sitio a otro para pillarle siempre a contrapié sin ningún otro objetivo que el de engañarle.

Porque Boyle prefiere olvidar en Trance que el género negro sirve para desvelar los entresijos del sistema. En su película no hay ningún atisbo de la podredumbre del mundo del hampa ni de la sociedad contemporánea, y los gángsters son meros personajes planos convertidos en piezas de un engranaje argumental tremendamente inocuo.

Para venderse como autor, Boyle va diciendo por ahí que sus películas siempre tratan sobre el dinero y sobre cómo afecta a la gente. Pero eso en su cine no es una denuncia, sino una constatación. Es como si dijera que, en sus películas, hay una reflexión sobre el sometimiento a las modas porque sus personajes van vestidos en lugar de ir desnudos por la calle.

Toda esta impostura debería ser suficiente para bajar del guindo a Danny Boyle cuando, además, su película no resulta especialmente entretenida. En cualquier caso, viene a demostrar que estamos ante un director mainstream, que incomoda más bien poquito y que se dedica a vender las bondades del sistema. Lo que a su vez desvela que el desmontaje de las televisiones públicas es una prueba más de la irracionalidad del neoliberalismo actual, que destruye sin pensar, tirándose piedras contra su propio tejado.

Porque acabar con la televisión pública implica también acabar con la escuela de los realizadores oficiales, de los que luego exaltarán las bondades de ese mismo capitalismo en ceremonias de juegos olímpicos, películas insulsas y demás productos pensados para mantener a la población quietecita y en la inopia. Los griegos han sido los primeros, pero no serán, ni mucho menos, los últimos.

Ficha técnica
Trance, Reino Unido, 2013, 101'

Director: Danny Boyle

Intérpretes: James McAvoy, Vincent Cassel, Rosario Dawson

Sinopsis: Un atracador recibe un golpe en la cabeza que le impide recordar el escondrijo del cuadro que ha robado de una subasta. Sus compañeros del golpe le obligan a pasar por una terapia de hipnosis para recobrar la memoria.

Otras películas de Danny Boyle: Trainspotting (1996), La playa (2000), 28 días después (2002), Slumdog Millionaire (2008)

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2 comentarios

JoJo escribió
16/06/2013 23:57

Un apunte: en EE.UU. la radio y televisión públicas consiguieron sus mayores cuotas de audiencia durante el mandato de George Bush por ser las más críticas con su política.

Juan Carlos I escribió
15/06/2013 09:45

Desde luego, habia que ir más puesto que los protagonistas de la pelicula, para ver en Trainspotting cine de profundidad social y sesudo analisis. Si era un 20% de cine negrillo y un 80% de "me pongo hastas las trancas". Eso si, y ahi Manuel puede decir misa, el director domina el medio audiovisual. Pero bueno, viniendo de alguien que considera que Kubrick es un tuercebotas...

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