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Universo pata negra

CARLA VALLÉS. 01/06/2013 "Ellos y solamente ellos, se mueven relajados sintiéndose a gusto en su sofisticada y grácil piel ataviada por estilismos imposibles..."

VALENCIA. "Això ho pague jo", nos agasaja en tono jocoso un elegante tipo en la barra del hotel Astoria con dos Gyn Tonics de la mejor ginebra del bar. Sorprendidas ante la inusual cortesía, mi amiga y yo aceptamos la sublime invitación volviendo a guardar nuestros monederos en el bolso, dispuestos únicamente a proporcionarnos una simple Coca-cola. "Hoy en día quedan poco caballeros, este busca meneo", pienso. Sin embargo y contra todo pronóstico, el generoso varón comienza lo que deduzco un trabajado cortejo de años salpicado de entretenidas anécdotas con extraordinaria gracia y naturalidad. Atrapadas de inmediato en un habilidoso juego de seducción, alguien por detrás le llama la atención despidiéndose de nosotras con absoluta galantería.

No suelo frecuentar este tipo de selectos ambientes pero hace días un amigo diseñador me invita al acto de presentación de su nueva lámpara, precisamente celebrado en aquel exquisito lugar gracias a un adinerado contacto (contacto, por cierto, encargado de difundir a su refinada agenda el señalado evento). Discretamente engalanada para la ocasión, la fiesta desprendía un aire de alta sociedad a lo Gossip Girl, popular serie americana de TV contextualizada en un lujoso barrio de Nueva York y protagonizada por un grupo de adolescentes multimillonarios.

La velada transcurre sosegada. Enmarcada en una insólita atmósfera de abrumadora exhibición dorada. El Moët, obsequio de un influyente empresario, se descorcha y reproduce como por inercia. La distinción roza el desconcierto. La incoherencia en su esencia (algo así como el póster de la pirámide alimentaria en un Mac Donald) En escenarios así una se siente como en otro universo en época de números rojos. En uno cuatro vías lácteas más lejos. Por no exagerar. Sobre todo cuando irrumpen repentinos en una rutina ociosa menos acomodada y previsible. Más de garitos de ensaladilla, cerveza, vaso de tubo y tapa discreta.

Reconozco algunos rostros de la farándula del mundillo de la moda y del diseño valenciano. Los fotógrafos disparan sus flashes a un ritmo vertiginoso. Retratan a ese fascinante linaje procedente de familias con apellidos de pata negra. Jóvenes que esperan la llegada del verano para trasladarse a sus chalets de Jávea, Ibiza o Benicasim, juegan al golf los fines de semana, estudian postgrados de vacaciones en EEUU y asisten a numerosos eventos sociales tras acicalarse y remojarse en bañeras hidromasaje con tantos chorros que hasta destensan partes desconocidas de la propia anatomía. Ellos y solamente ellos, se mueven relajados sintiéndose a gusto en su sofisticada y grácil piel ataviada por estilismos imposibles, únicamente de revista. Continúan en su burbuja de cristal de bohemia desde la cual su visión caleidoscópica del mundo no ha cambiado.

Entre la muchedumbre de repente se nos acerca el artista. "He encargado la fabricación de ocho lámparas para ponerlas en venta ahora. Igual me he pasado" dice mi amigo con la sospecha certera de que en hoy en día nadie abre la cartera. Finalizado el festejo le anuncian al anfitrión la compra de todos sus diseños con el encargo de un par más.

Ramón, de espíritu emprendedor, decidió abandonar el término "buscar" (ya vetusto por cierto) por el de "generar", en cuanto a trabajo se refiere. Impulsado por el camino de la alternativa. Escéptico a las probabilidades de esperar. Cambiando el tempo del pasado a un presente donde lo inteligente es tener iniciativa y una perspectiva más creativa. Ramón de eso tiene mucho pero también tuvo suerte. O quizás no. Quizás supo por donde moverse.

Consciente de la importancia del "quién". Pues existe una minoría divina inmune a los actuales efectos devastadores en la economía. Un minúsculo porcentaje pedigrí, que por prodigioso y pomposo que nos resulte, reúne las suficientes cualidades para seguir equilibrando la ley de la oferta y la demanda (o más conocida por el pueblo como, la ley de ofrecerse en cuerpo y alma al trabajo y la demanda de un mayor sacrificio sin nada a cambio). Ajenos a lo que cuesta el banquete, acostumbrados a inmortalizarse en las redes sociales, susceptibles a soltar, si el buen gusto del autor los engatusa, un buen fajo de billetes.

Es ahí, donde reside el auténtico poderío. Pues aquellos que viven en tribuna y elevan su estatus casi a lo etéreo fueron para Ramón la clave de su inicial fortuna. Claro que también los hay quienes lejos de poseer grandes cantidades en sus nóminas son fieles a este tipo de actos atraídos por la erótica del postureo. Incapaz de distinguir a unos y otros, lo cierto es que aquella noche el emprendimiento triunfó y Ramón pasó de su inicial formalismo, a bailar el gagnan style cada vez que le extendían un cheque en homenaje al capitalismo.

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1 comentario

Amparo escribió
02/06/2013 12:18

Carla, Cada vez nos parecemos más y más al modelo anglosajón. La elite con sus privilegios de siempre y el resto, que abarca desde la desaparecida clase media hasta la pobreza de los comedores sociales y aún más allá... Que pena. Un beso

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