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La Eurozona es un completo desastre

LARS SEIER. 14/05/2013

MADRID. Hoy en día comprender plenamente el impacto de las divisas en nuestro mundo y nuestras inversiones es más necesario que nunca.

Se emplean de forma generalizada como herramienta fundamental a la hora de definir las políticas de negociación internacionales y las iniciativas de crecimiento, por lo que los inversores tienen que comprender perfectamente las implicaciones sobre sus carteras.

Y, por supuesto, -y lo que es más importante-, la crisis del euro se ha convertido en un desastre fatal, con enormes consecuencias para todos los implicados. Rara vez en mis 25 años de carrera en el sector de las divisas he asistido a una coyuntura tan turbulenta y fascinante.

Vamos a ser francos a la hora de afrontar la situación de la eurozona: es un completo desastre. Y es un desastre que empeora cada día que pasa. Y no solo en Bruselas. De allí nos llega constantemente una letanía de promesas a seis meses vista; nos dicen que el euro está a salvo, y que si nos limitamos a conceder más responsabilidad a nuestros líderes de Bruselas, todo irá bien.

Nada más lejos de la realidad. Acabamos de presenciar el rescate del quinto país de la zona euro, y tanto Eslovenia como Malta están en la cola de los rescates.

SITUACIÓN ABSURDA

Solo es cuestión de tiempo que la Troika llegue a estos dos países, y entonces se creará una situación absurda en la que prácticamente la mitad de los países de la eurozona se habrán roto por adoptar la divisa única, el mismo euro al que se unieron con tantas esperanzas depositadas en el futuro.

Pero estos países son pequeños y se les puede tratar como tales... Y si no, recordemos lo ocurrido con Chipre. Yo sugeriría a Malta, Eslovenia y otros candidatos al rescate, que se preparen para tiempos difíciles hasta que pasen las elecciones alemanas. Tras lo ocurrido en Chipre, ya sabemos lo que ocurre si nos ponemos en el camino de un líder alemán en plena carrera electoral.

UN INVENTO POLÍTICO

¿Pero qué es lo que funciona tan mal en la eurozona? Creo que a estas alturas lo tenemos todos muy claro. El euro es un invento político, y básicamente no tiene ni fundamento económico ni fiscal. Y a no ser que se pongan dichos cimientos, el euro acabará por desplomarse.

El capital político invertido en el euro es ingente, y por tanto, no debemos subestimar la voluntad de mantenerlo vivo todo lo humanamente posible.

CARGOS NO ELECTOS

Se han tenido que probar todas las herramientas, y cuando digo todas, me refiero a todas y cada una de ellas, para que los numerosísimos cargos no electos de Bruselas se rindan por fin a la realidad.

El economista jefe de Saxo Bank, Steen Jakobsen, que trabajó en relación con la Comisión Delors en los años noventa, me ha comentado en numerosas ocasiones que los peligros que vemos ahora, ya se debatían abiertamente entonces. Pero la presión política para seguir adelante por aquel entonces era incesante, y el tirón de la UE parecía tan fuerte que a muchos les parecía que se estaba construyendo la casa por el tejado.

FALTA DISCIPLINA

Y lo cierto es que durante la primera década del euro, quedó claro que las supuestas ventajas del euro no se llegaron a materializar nunca. La influencia de Europa en el mundo no se reforzó, faltó disciplina entre los miembros, se empezaron a percibir problemas graves en los países más débiles para estar a la altura de Alemania en cuanto a competitividad y productividad.

No había forma de gestionar la economía sin controlar los intereses propios a corto plazo. No había forma de devaluar la propia moneda para recuperar el equilibrio y mejorar la competitividad.

INTEGRACIÓN

No se produjo un impacto beneficioso a largo plazo sobre los tipos de interés, ya que el gran beneficiado de la eurozona, Alemania, no les vendió a sus ciudadanos que debían suscribir un eurobono común, o transferir grandes cantidades a los países más débiles para siempre.

Y ahora, no hay forma de que los europeos quieran seguir adelante con el proceso de integración. Y no es que se les esté pidiendo demasiado, ya que casi todas las decisiones se toman en sus propios parlamentos o en Bruselas, a puerta cerrada. La razón es que a que a nadie se le ocurre preguntar a sus ciudadanos a través de un referéndum ¡Porque saben que la respuesta sería un NO rotundo! Y un NO es la respuesta adecuada, porque Europa no es, y nunca será, Estados Unidos.

UNA INTEGRACIÓN POR LA PUERTA DE ATRÁS

Nuestras culturas, nuestras economías, nuestros ciudadanos son demasiado diversos para llegar a integrarse de forma eficiente y feliz en una unión forzada. Sin embargo, la integración se ha realizado por la puerta de atrás, a través de contribuciones al mecanismo de rescate, corrompiendo los balances del BCE, por parte de la unión bancaria que acabaría con la credibilidad de los bancos más sólidos si se llegara a implantar completamente, aprobando acuerdos de cambios de forma rápida y desordenada a través de los parlamentos, alegando que la democracia representativa lo justifica.

Pues no lo justifica. Bajo mi punto de vista, un parlamento que entrega la soberanía nacional a sabiendas de que sus propios ciudadanos no estarían de acuerdo, comete una traición. Pero una cosa es la política y otra, la economía, aunque cada día cueste más diferenciarlo.

ERROR HISTÓRICO

Cualquiera que tenga una visión razonable del mundo percibirá la colaboración de divisas como un error histórico que puede llevar a consecuencias incluso fatales para Europa y la competitividad del continente, respecto del resto del mundo.

Bajo mi punto de vista, hay varias cosas que están muy claras. La eurozona acabará por romperse y podría ocurrir de muchas maneras. Los países más débiles podrían salirse. Si este proceso se realizara de forma ordenada, podría llevarse a cabo con unos costes inferiores a los de los rescates actuales y futuros, y llevaría a los países que se salieran de vuelta a la senda de la recuperación en poco tiempo.

ALEMANIA PIENSA EN ABANDONAR

Alemania podría salirse. Como único beneficiario de la eurozona hasta el momento, no parece probable que algo así vaya a ocurrir a corto plazo, pero a medida que vayan engordando aún más las facturas, esa solución podría resultar cada vez más atractiva para los ciudadanos alemanes. Lógicamente, eso conllevaría unos tipos de cambio mucho más elevados para Alemania, pero una vez quitada la presión, se reduciría la urgencia de la crisis para los otros 16 países, que experimentarían un empujón en el crecimiento desde un euro en niveles significativamente, aunque no catastróficamente, bajos.

Podría desarrollarse una zona multi-divisa, con países con condiciones económicas más parecidas y con objetivos que los llevaran a unirse más y logar niveles de divisas más apropiados.

EN BUSCA DE SENSATEZ

Pero para que se dieran todos estos escenarios, tendría que volver la sensatez a Bruselas. Sin duda, podría lograrse con menos caos y menos escándalos que los que tendrá que vivir la eurozona en otras circunstancias.

Esto podría garantizar incluso unos resultados atractivos en una UE que recuperaría protagonismo en un mercado común, reduciendo la ficción comercial entre las economías y que se beneficiaría de la gran diversidad de las diferentes competencias en Europa. Tenemos la ventaja tanto de una mano de obra cualificada como de una mano de obra industrial barata, más de 500 millones de consumidores, así como unos sistemas competitivos desde el punto de vista fiscal y del bienestar social. Pero, vuelvo a repetir, todo ello requiere que vuelva la sensatez a la eurozona. Y francamente, no parece que vaya a ser el caso, por desgracia.

TIPOS AL ALZA

Y si no vuelve la sensatez, qué podemos esperar... Bajo mi punto de vista, continuará la recesión durante años, e incluso se convertirá en depresión. Nos podemos olvidar de la recuperación a seis meses; siempre faltarán seis meses para la recuperación. Los activos denominados en euros seguirán siendo poco atractivos, y sería incluso peligroso contar en ellos en los próximos años.

La rentabilidad de los bonos subirá considerablemente en los 17 países, a medida que va quedando cada vez más claro que la situación no es sostenible. Bruselas reclamará cada vez más poder y cada vez lo usará peor. El sector financiero se ahogará en una regulación contraproducente, con consecuencias fiscales y responsabilidades supranacionales por las caídas de bancos, que se acabarán llevando por delante también a los bancos sanos.

Lo de Chipre ha sido el patrón. No solo podemos esperar rescates bajo la fórmula del bail in, que si se definen claramente por adelantado podrían ser parte de la solución, sino también impuestos sobre la riqueza directamente confiscatorios, disfrazados de recaudaciones solidarias.

CAOS CHIPRIOTA

Los gobiernos europeos necesitan dinero y el sector privado lo tiene. Es así de simple. Podemos ser paranoicos.

Debemos esperar sorpresas latentes en el campo de minas de la eurozona. La prueba es el caos de Chipre. Los titulares privados de depósitos que han trabajado duro para ahorrar para sus familias no se llevarán sus cuentas a Suiza o Singapur. ¿Pero qué harán cuando vean que su país es rescatado durante el fin de semana? Pueden comenzar de golpe las retiradas de capitales de los bancos.

Evidentemente, la respuesta a dichas retiradas son las restricciones de capital. Podemos esperar muchas restricciones, siempre presentadas como a corto plazo y de forma temporal, pero que una vez aplicadas, siempre cuesta mucho retirar. Islandia está en su quinto año de restricciones "temporales", para que nos hagamos una idea. Hay muchas cosas que plantearse y sobre las que preocuparse si somos ciudadanos o inversores de la eurozona.

La crisis no se va a terminar. Esta es la realidad para los inversores y traders de todo el mundo. No obstante, una crisis también es una oportunidad, ya que crea condiciones para el cambio. Esperemos que el cambio sea para mejorar la transparencia, para reformar, pero también para tender hacia una mayor honestidad intelectual. El sector de las divisas y el debate sobre las mismas son parte tanto de la solución como del problema de la Europa de hoy.

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Lars Seier Christensen es cofundador y consejero delegado de Saxo Bank

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