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EL CABECICUBO

¿Pasaría el Planeta Imaginario los test de Bob Esponja?

ÁLVARO GONZÁLEZ. 04/05/2013

MADRID. Es tal la cantidad de souvenirs de Nickelodeon que nos invade que a veces uno llega a preguntarse si cuando llegue otro rescate y la troika nos imponga a un tecnócrata se decantará por Bob Esponja. Cualidades no le faltan. Raúl Michilena dijo en un artículo en el suplemento de cultura de La Vanguardia sobre esta serie de dibujos animados que retrataba a la perfección las consecuencias de las políticas neoliberales en el mundo. Bob Esponja nunca se queja, vive para trabajar y no al revés, pero a todo le pone una sonrisa.

Dado que la política en la actualidad parece, más que una herramienta para mejorar las condiciones de vida, una gestora atenta a que no cunda el pánico mientras se hunde el barco y todo lo demás es populismo, la esponja amarilla podría ser un gran líder de masas para España. Al menos Nickelodeon nos dejaría unos duros con el patrocinio.

Este ejemplo sólo sería válido para la piel de toro. En otros países, como Ucrania, han dictaminado que Bob Esponja es homosexual. Lo hizo, según el teletipo de EFE, una Comisión Nacional para velar por la moral pública. Y también se cepilló a Los Simpson, Padre de Familia, Pokemon, los Teletubbies y Futurama. Una psicóloga se quejó de que después de ver estas series, a los niños les daba por: "muecas y burlas delante de adultos que no conocen, ríen a carcajadas y repiten sinsentidos de manera ostentosa". A las instituciones ucranianas se conoce que les preocupa que los niños parezcan niños.

No obstante, más grave que todo esto fue un estudio de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, que decía que el ritmo endiablado de Bob Esponja "perjudica la capacidad de atención en niños de cuatro años y aumenta su impulsividad". Además, que sea "extremadamente fantástica" también "perjudica el aprendizaje temprano".

Teniendo en cuenta que la imagen de Bob Esponja está más presente en todas partes que la de Cristiano Ronaldo, Obama o el mismísimo Papa, es natural que se someta el producto televisivo a análisis de todo tipo, algunos más afortunados que otros. Pero de nuevo surge la duda.

Qué pasaría si sometiéramos a este tipo de análisis las series infantiles del pasado. Cómo se quedaría el comité ucraniano o la Universidad de Virginia si, por ejemplo, le mandásemos analizar El Planeta Imaginario.

Josep Maria Vidal y Miquel Obiols fueron los creadores de este recordado espacio que todavía resulta controvertido. Algunos lo recuerdan como momentos mágicos de televisión, otros tan acreditados como El Hematocrítico lo califican directamente de "mierda" y reconoce que lo veía de niño porque no podía cambiar de canal. Seguro que también los hay que dicen que Jan Svankmajer era su entretenimiento de cabecera cuando eran críos y El Planeta Imaginario una banalidad para las masas y futuras chonis tatuadas. Sea como fuere, el espacio lo que está claro es que era de todo menos convencional. 



A menudo se recuerda El Planeta imaginario con lugares comunes. Ida de olla, psicodelia en vena, etcétera. Pero era algo más que eso. Tenía marionetas, danza, era un circo televisado que, sí, se desarrollaba en contextos surrealistas propios de Alicia en el país de las maravillas. Su emisión coincidió con un programa mucho más celebrado, La Bola de Cristal, donde Javier Gurruchaga, por ejemplo, protagonizaba unos sketches que bendito sea el niño que los entendiera o llegara a disfrutar de ellos, y la fama de incomprensible se le ha quedado al Planeta. Pueden introducir también aquí la cuestión nacional y preguntarse por qué el programa madrileño se recuerda como el enrollado y el catalán como el pretencioso.

 

Hombre, cuando un programa infantil empezaba diciendo "Un viaje imposible con René Magritte", como se hizo en dos especiales sobre el pintor emitidos en marzo del 86, es difícil no hacer chistes. Tanto ahora como hace veinticinco años, que Miquel Obiols incluso tuvo que explicarse en La Vanguardia:

"Que un programa catalogado de "infantil" dedique dos capítulos a la pintura de Magritte podría ser interpretado como una locura pasajera. Pero es que se partió de dos ideas fundamentales que "todo lo infantil" no es ni debe ser un producto de segunda fila, sino al contrario y que el espectador joven recibe constantemente propuestas y estímulos de todo tipo. Por eso, estamos convencidos de que el mundo de los sueños voluntarios de Magritte podrá resultar igualmente apasionante tanto para los niños como para los adultos".

Imagínense un programa para niños así actualmente. Ahí, en el horario de Sálvame. Obiols seguía:

"El resultado puede ser calificado de viaje en tres dimensiones a través de sus pinturas, provocando una multiplicidad de imágenes ‘magrittianas" en cada una de las secuencias televisivas. Mientras Flip y Muc están jugando una apasionante partida de ajedrez, en el cielo del Planeta se detiene una singular nave espacial o un planeta de los sueños, donde viajan dos pasajeros dormidos; un león y un niño. Pero cuando el sueño de los viajeros se trunca, el niño desaparece. Para recuperarle, para que el león pueda devolver al niño a su casa, al amanecer, será necesario reconstruir el mundo de los sueños que ha soñado el niño y que el león recuerda.

Entonces, con la imprescindible ayuda de los habitantes del Planeta imaginario, el león hará aparecer: la Manzana viviente, la Mujer con el ramo de violetas en la cara, la Habitación mágica, los Hombres del Bombín y de Papel Recortado, la Mujer de la Cabellera, el Espejo Invertido, el Castillo de los Pirineos, la Ciudad Encantada y otros. Situación y personajes que se van hilvanando oníricamente, mientras aparece lentamente la figura del niño M, aunque por partes".

Prueben a llevarle este argumento a un ejecutivo de la televisión privada actual, ya verán que risa. Lo cierto es que el trabajo de Obiols no se quedó ahí. Luego su siguiente proyecto en la televisión pública, Picnic, en los noventa y con Pere Ponce, también se basaba en efectos visuales y locuras varias. Lo mismo que Programa Más o menos multiplicado o dividido, en Canal Plus, donde siguió con sus juegos de imágenes, esta vez con dos personajes, Poliéster y Plexiglás, que aparecían y desparecían y hasta se codificaban a voluntad. Una fiesta, vaya.

Pero habría que ver la repercusión o el interés que despertaría en el público de hoy el antiguo Planeta Imaginario. Al margen de que algunos sketches estaban protagonizados por Pepe Rubianes, maligno antiespañol, o Galindo, el de Crónicas Marcianas, que hacía de vampiro que chupaba la sangre de los libros y los dejaba en blanco, lo que no parece que case actualmente no es su mensaje cultural, pseudoecologista, o sus inclinaciones gays para las mentes calenturientas ucranianas, sino su calidad. No son pocas las personas que cuando vuelven a ver la cabecera del programa, con la música flipante de Isao Tomita, tienen un 'momento madalena de Proust' importante.

 

Era la antesala a media hora fascinante. A veces te quedabas embelesado, otras perturbado, pero la digestión nunca era normal; era un espacio trabajado con un respeto a sus espectadores, los niños, y a sí mismos, los creadores, que, hoy por hoy, se nos antoja imposible de reproducir. Ni a propósito. Y ese es el problema.

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13 comentarios

Armin Tanzarian escribió
07/05/2013 09:12

Jojo, a mí me pasa exactamente lo mismo.

Conde escribió
07/05/2013 01:18

Dios, ¿por qué mierda me has hecho recordar esta bazofia? Esperar esa hora escasa que los niños teníamos de programación (ausencia de otros canales, video, internet...) y casi ponerme a llorar y coger mis soldaditos de plástico para ahogar mi frustración con ellos era todo uno.

JoJo escribió
06/05/2013 17:46

Para mí EPI resultaba hipnótico, me quedaba mirando la pantalla y no pestañeaba. Vale que yo era muy pequeña (entre 4 y 6 años) cuando lo emitían y seguramente no me enteraba de nada pero recuerdo imágenes, no canciones ni historietas como recuerdo de La Bola de Cristal. Es como si recordara cuadros en lugar de un programa de la tele. Con este artículo he entendido el porqué. La fuerza visual de este programa era innegable. En cambio, mis hermanos mayores, ya adolescentes, decían cosas como "este programa no hay quien lo entienda". Reconozco que esos comentarios me hacían sentir más lista que ellos.

pululando escribió
06/05/2013 16:26

Pues que quiere que le diga, mis recuerdos van más en la línea de Bigote Prusiano, con el agravante de que ni siquiera tengo recuerdos (malos o buenos) del programilla este: tendrían buena intención pero qué coñazo. Y me da que somos de la quinta, porque del Ulises 31 y demás series de animación de por aquel entonces sí que tengo buenos recuerdos (seguro que hoy no las aguantaría ni tres segundos: mazíngeres, abejas, pitufos...) Vamos que la llegada de la Forta fue una liberación.

Bigote Prusiano escribió
06/05/2013 15:11

Anda, pues no me acordaba de la 4ª Parte en "La bola de cristal". Sí que era bueno, sí. Y algún sketche de Pedro y Pablo (Carbonell).

Oddball escribió
06/05/2013 09:35

Pues yo no recuerdo haber visto en la vida el Planeta éste, por lo que no puedo opinar sobre él salvo con un español y preventivo pues-tiene-pinta-de-castaña-grandeh, pero el momento madalenoproustiano me temo que se lo lleva La Bola con los episodios de Los Monster, La Pandilla, las majaradas de Pedro Reyes y Pablo Carbonell y el Gurruchaga haciendo de impersoneitor de Durao Barroso en silla de ruedas y con mantita a cuadros sobre las rodillas. Ahora bien, para programa molón jovenoinfantil de la transición, Pista Libre, donde igual te metían un videoclip de Parálisis Permanente que te emitían la peli de Farenheit 451.

Armin Tanzarian escribió
06/05/2013 08:22

Yo estoy con Álvaro. Recuerdo EPI como algo que me fascinaba, aunque no acababa de entender completamente. Recuerdo que leían unos comics impresos sobre plástico transparente en lugar de papel que me habría encantado tener. No puedo hablar de ritmos narrativos ni de pedanterías varias porque en su momento no era eso lo que me atraía, sino la magia y misterio del asunto. Además, he evitado cuidadosamente volver a verlo, para no perder los buenos recuerdos. Con picnic también me pasó lo que dice el autor: ya pajero impenitente, el programa tenía su aquel, pero mis prioridades eran otras. Yo soy del 77, por cierto.

05/05/2013 22:57

Gracias por los comentarios. Quizá yo era muy pequeño, pero a mí me encantaba El Planeta, es mi mejor recuerdo junto con Ulises 31. Luego es cierto que Pinnic me parecía una locura, pero ya era un adulto pajero que no podía dejarse llevar por la 'magia' xD

05/05/2013 20:40

Mis sentimientos son contradictorios. Uno recuerda el programa como muy aburrido porque para un ninño como yp carecía de un sentido narrativo al uso. Luego, de mayor, acojonas de que te inyectaran en vena semejante dosis de surrealismo e imaginación y agradeces muy profundamente el visionado. Y, sinceramente, la parte de Javier Gurruchaga de La bola de Cristal a mi me parecía la escojonación . Esos personajes como Cayetana Gurruchaga , el padre cara y fachae pero siempre acompañado de dos culturistas en slip, la prima Nancy, el particular noticeriero que el propio Gurruchaga tenía (la 4ª parte)..todo eso fue el germen de lo que luego sería "Viaje con nosotros", que creo que junto a "EL peor programa de la semana" de Wyoming es lo mas cerca que se ha quedao aquí en España de acercarse en calidad a los grandes shows norteamericanos de entretenimiento

de ventre escribió
05/05/2013 18:53

el que suscribe se tragó con diez años una retransmisión de la BBC de el rey lear en versión original y acabó pasándoselo bomba-cañon, pero a dios pongo por testigo que recuerdo cada segundo pasado viendo PLANETA IMAGINARIO como una pesadilla de aburrimiento en la magra franja horaria de espacios infantiles de la época pedante, petulante . . . en fin, terrible. j sólo había uno peor: destino plutón

Fulano escribió
05/05/2013 18:06

Bueno, la música es de Debussy, aunque sea arreglada para sintetizadores por Tomita.

karpov escribió
05/05/2013 14:31

...y al final siempre ardía un muñeco de Sisa.

Bigote Prusiano escribió
04/05/2013 17:45

Creo que muchos de los programas infantiles de los 80 estaban llenos de buena voluntad, de un verdadero intento de tomar al niño por alguien curioso o inteligente, sólo que aquello quedó en manos de pedantes, gilipollas y, sobre todo, de gente que había olvidado su infancia. De otra manera no se entiende los aburridísimos "Planteta imaginario", "3, 2, 1 contacto", "La comenta blanca", la parte española de Espinete en "Barrio Sésamo" o la sobrevalorada "Bola de Cristal", donde lo único salvable eran Los Monster, otra serie muy antigua que había de una pandilla de chavales y alguna canción (se las cargaban a fuerza de repetirlas). Luego el disfrute normal y corriente te lo daban los dibujos americanos y los programas tipo "El kiosko" o "Sabadabadá". Los dos últimos eran convencionales pero eficaces, sin ínfulas de trascendencia. Creo que los primeros cuatro ñordos que he mencionado fallaban porque eran la traslación de algo adulto al mundo supuestamente infantil, el equivalente a recitar a Rilke con voz de pitufo pensando que porque tiene voz de pitufo ya va a encandilar al niño. Esto lo vi más claro cuando de adolescente o adulto le eché un vistazo a Picnic o "Programa + o - dividido...", que eran vergüenza ajena en vena. Aquello fue como dejar la programación infantil en manos de Nietzche, Kierkegaard y La Pasionaria. Que lo intentaron, sí, pero a lo mejor no eran los adecuados.

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