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EL LENGUAJE DEL CINE

La caza
y la podrida Dinamarca

MANUEL DE LA FUENTE. 27/04/2013

"Vinterberg muestra esa violencia cotidiana que desvela un mundo de falsas apariencias en sociedades inmaculadas, donde parece que nunca pasa nada.."

VALENCIA. En 1969, el cineasta Peter Fleischmann estrenaba una de las películas más inquietantes del cine alemán contemporáneo: Escenas de caza en la baja baviera. En ella veíamos el rechazo de todo un pueblo contra uno de sus habitantes, un chico homosexual, al que acababan persiguiendo como en una cacería. Se trataba de una reflexión demoledora sobre los impulsos de las masas, sobre esas actitudes fascistas que van anidando en las comunidades y que, de repente, explotan de manera irracional.

Lo que hacía Fleischmann era acercar esa realidad a un primer término, mostrando que las heridas no estaban cerradas en la Alemania de los años 60, y que la emergencia de la violencia ultraderechista no era cosa del pasado. Es más, constituye un tema al que vuelve una y otra vez el cine alemán y europeo, como reflejo del trauma del nazismo.

Porque, ya en 1931, Fritz Lang había realizado la película M, el vampiro de Düsseldorf, sobre un asesino de niños que era atrapado por los miembros de la comunidad y juzgado por ellos mismos. "¿Quiénes sois vosotros para juzgarme?", les espetaba el protagonista, en un grito que iba dirigido a los espectadores de una Alemania que estaba aupando a Hitler al poder. La película se iba a titular, de hecho, Los asesinos están entre nosotros, lo que contribuyó a que su director, Lang, tuviera que huir del país en cuanto Hitler llegó a la cancillería.

Pero incluso en las sociedades más aparentemente tranquilas discurren estas fuerzas de violencia social. Lo han mostrado muchos directores, como Alfred Hitchcock retratando la sociedad londinense de principios del siglo XX en El enemigo de las rubias, o el propio Lang, que situó el mismo tema en la Norteamérica de los años 30 en Furia. Es lo que nos muestra Thomas Vinterberg en La caza, esa violencia cotidiana que desvela un mundo de falsas apariencias en sociedades inmaculadas, donde parece que nunca pasa nada.

En la película, Lucas en un profesor en una guardería de un apacible pueblecito de Dinamarca. Todo transcurre con calma, incluso su divorcio o los intentos por consolidar la custodia de su hijo adolescente. Sin embargo, este orden se ve alterado cuando una niña, de unos cuatro años de edad, reproduciendo una situación que ha visto en unos niños mayores, le cuenta a la directora del colegio que ha visto el pene de su profesor. A partir de ahí, el psicólogo del colegio le hace una serie de preguntas capciosas a la cría para concluir que ha habido abusos sexuales.

De repente, toda la comunidad le da la espalda al profesor pese a que la niña, intuyendo lo que sucede a su alrededor, se desdice y asegura que Lucas no ha hecho nada. Sucede lo que recogía Capturing the Friedmans, un documental sobre el furor acusador de las comunidades ante ciertos temas como el de la pederastia: los otros niños empiezan a decir que también han sufrido abusos del profesor, alentados por los propios padres, en una especie de psicosis colectiva en la que todos quieren ser víctimas, cobrar un protagonismo macabro que une a la comunidad en una malsana red de reproches y acusaciones.

La hipocresía radica en ese discurso de protección de la infancia, discurso inoculado en el debate público por los sectores conservadores norteamericanos. Los niños están en el centro de todo, según esa idea, de modo que hay que aplicar leyes censoras y prohibir libros, películas y discos por si acaso los niños acceden a ellos y se exponen a contenidos "inadecuados". Es el lema perverso estadounidense del "no child left behind" ("que ningún niño se quede atrás"), con el que el gobierno de George Bush acuñó una ley en el que vinculaba las subvenciones al sector educativo con el fracaso escolar: los colegios con mayor tasa de fracaso recibirían menos ayudas. Todo con la excusa de que hay que animar a los niños, esos seres indefensos que necesitan de una sobreprotección. Y si para ese exceso de celo tenemos que infantilizar e idiotizar a nuestras sociedades, pues se hace y punto.

La podrida sociedad danesa que nos presenta Vinterberg ha sucumbido a este proceso. La palabra de una niña que apenas sabe lo que dice puede remover los cimientos de toda una sociedad y derivar en una violencia que es la que explica el funcionamiento de esta sociedad. Y eso cuando el cine no para de enseñarnos una y otra vez el poder destructor de la infancia, su fortaleza que se encuentra en su aparente debilidad. Es un tema que se ve en películas como Viento en las velas (con unos niños enviando a la horca a los piratas que los habían salvado la muerte) o La noche del cazador (donde el asesino puede con todos menos con los niños, que son los únicos que sobreviven en una época de depresión y hambruna, de desolación social).

Pero estas sociedades infantilizadas están edificadas en torno a la violencia. En La caza, Lucas, de carácter pacífico, acaba respondiendo con violencia a los ataques de sus vecinos. Y el clímax llega en la iglesia, el espacio donde la comunidad se reúne para escenificar su hipocresía consistente en representar una falsa normalidad, cuando en realidad todos se llevan a matar. Al final, todo queda claro: una sociedad cuyo ritual de paso de la infancia a la madurez es la entrega de una escopeta explica a la perfección su naturaleza de constitución violenta. Una persona forma parte de esa sociedad cuando puede matar, cuando se convierte en cazador.

Peter Fleischmann nos mostraba en los años 60 que esas sociedades tan pulcras por fuera suelen estar podridas por dentro. Cuarenta años después, Thomas Vinterberg incide en esta idea de nuevo en el corazón mismo de Europa. Y nos muestra cómo poco a poco vamos metiéndonos de lleno en todo un orden de hipocresías y falsos avances, alimentando desde abajo un sustrato que clarifica el surgimiento de los grupos de extrema derecha en el Viejo Mundo. Porque si la política está podrida, tal vez haya que reflexionar, desde todos los ámbitos, sobre los caminos que hemos emprendido para llegar hasta este estado de podredumbre.

Ficha técnica
La caza (Jagten)
Dinamarca, 2012, 115'

Director: Thomas Vinterberg

Intérpretes: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp

Sinopsis: Lucas es profesor en un pequeño pueblo de Dinamarca. Un día, una de las niñas le acusa falsamente de cometer abusos sexuales, lo que provoca un ambiente hostil hacia Lucas entre la comunidad

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5 comentarios

Manuel de la Fuente escribió
28/04/2013 11:53

Lang sabía que acabarían yendo a por él y salió despavorido. Porque su cine era peligroso, no sólo por lo de "M" sino también por "El testamento del Dr. Mabuse", su última película en Alemania (sin contar las que hizo después del nazismo), que fue prohibida en su país. Lang no era tonto y salió por patas.

mismendas escribió
28/04/2013 11:21

Una pequeña precisión: Lang abandonó Alemania cuando supo que estaba propuesto para ser el mandamás del cine nazi.

28/04/2013 10:47

Un apunte, que no corrección. Frtiz Lang tomó las de Villadiego, o mas propiamente el tren a París, cuando Goebbels le anunció que le iban a nombrar jefe de los estudios UFA y, de facto de la cinematografía alemana. Y es que fue recibir la llamada y el tipo salío a por tabaco y no volvió. Pero los motivos de fondo siguen siendo los mismos.

Manuel de la Fuente escribió
28/04/2013 01:05

Moltes gràcies pel teu comentari, Josep Aparicio. Jo crec que tot allò que trobes a faltar sí està present a la meua recensió. Una altra cosa és que t'agradaria trobar-ho amb el llenguatge típic per a "dummies", és a dir, una recensió del tipus "els actors estan molt encertats, la direcció és molt bona i el guió està molt treballat". Però eixe llenguatge monolític i buit ja el pots trobar a la resta de mitjans de comunicació. Curiós que reclames que faça el que ja fan els altres. Una abraçada.

Josep Aparicio escribió
27/04/2013 11:41

Com és costum en la secció, un interessant article historicosocial, però una deficient (o incompleta) crítica cinematogràfica. Res sobre els actors, la direcció o el guió. Curiós.

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