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Entre relojes, acciones y los movimientos especulativos

DANIEL PINGARRÓN (analista de IG Markets). 04/03/2010

El pasado 4 de febrero, el Ibex 35 experimentaba una caída cercana al 6%, la mayor desde octubre de 2008. El creciente miedo a los problemas de la deuda pública española provocaba el monumental derrumbe de la bolsa 

Los bancos y las constructoras se llevaban la palma en las caídas. Curiosamente, Banco Santander publicaba esa jornada resultados empresariales relativos al cuarto trimestre de 2009, batiendo las previsiones, y alcanzando un beneficio récord. El valor se desplomaba casi un 10%.

Al día siguiente, Credit Suisse, que recientemente había elevado su participación en el primer banco español, hacía público que había vendido 123 millones de títulos, contribuyendo definitivamente a la caída de las cotizaciones. Días más tarde, la prensa publicó rumores sobre presuntos movimientos especulativos contra valores españoles. En cierta medida, estos rumores provocaban al road show de la ministra Salgado por distintas plazas financieras, empezando por Londres.

Pero, ¿cómo se articulan esos movimientos especulativos que hacen más grandes las caídas? Es mucho más sencillo que lo que la gran mayoría pudiera pensar. Partamos de un ejemplo básico. Supongamos que poseemos un reloj de pulsera determinado. En estos momentos, no usamos el reloj y lo tenemos guardado en el cajón del dormitorio. Un conocido nuestro, que destaca por su pericia, nos hace una oferta: quiere que le prestemos ese reloj que no usamos, a cambio de un tipo de interés que nos va a pagar diariamente, por la disposición del mismo. En principio, no pactamos ninguna fecha de expiración determinada. La devolución se realizará bien cuando él quiera devolvernos el reloj, y cesar por tanto de pagar intereses, o bien cuando nosotros se lo reclamemos.

En realidad, nuestro conocido no tiene demasiado interés en lucir nuestro reloj sino que conoce a otra persona interesada en adquirirlo. Además, nuestro conocido es un experto en la industria relojera e intuye que la marca del reloj no va a tardar en lanzar un nuevo modelo, que haga que el nuestro pierda interés. Entonces, bajará el número de compradores de nuestro modelo de reloj y, por tanto, bajará su precio. Nuestro conocido vende el reloj prestado a esa tercera persona, por una cantidad de 1.000 euros.

Tres semanas después, la marca del reloj lanza un nuevo modelo. Nuestro conocido se acerca a un establecimiento y comprueba la caída en el precio del reloj que le habíamos prestado y que él, astutamente, ha vendido. En estos momentos, nuestro reloj vale tan sólo 600 euros, de tal manera que, nuestro conocido -que se puso en corto en el reloj-, compra un reloj exactamente igual al que le habíamos prestado. Esa misma tarde nos lo entrega, cesando el pago de intereses y habiendo obtenido un beneficio de 400 euros. La operación se ha completado a tres bandas.

Si sustituimos el concepto 'reloj' por 'acción', podemos explicar parte de las caídas en aquellas jornadas de principios del mes pasado. Fondos de alto riesgo (hedge funds) y grandes especuladores internacionales se valieron de este tipo de operación financiera para empujar más aún los descensos en los mercados: aumentan las órdenes de venta y se desajusta la demanda de títulos en favor de la oferta, desplazando así el precio de equilibrio a la baja.

En las siguientes jornadas, los días 8, 9 y 10 de febrero, Banco Santander subía un 1,9%, 2,2% y 3.7%, respectivamente. Es muy posible que parte de estas subidas se debieran al llamado short squeeze o 'cierre de posiciones cortas'. Habiendo obtenido un beneficio suficiente en la operación, los inversores que se habían puesto cortos, vendiendo el título antes de comprarlo, recompran el título para cerrar la operación, haciendo aumentar la demanda sobre la oferta, e impulsando la cotización.

El miedo en los mercados es tan irracional como exagerado, pero en muchas ocasiones, no por casualidad, si no por simple interés. Se pueden obtener pingües beneficios en las caídas, a través de operaciones que, si bien antes estaban limitadas a grandes y sofisticados especuladores, hoy, a través de los contratos por diferencia (CFDs), están a disposición de cualquier pequeño inversor.

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