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Cinco consejos de Ernst & Young para lidiar con los impuestos en las empresas

12/04/2013

VALENCIA. La forma de gestionar los impuestos en el seno de las empresas y sus relaciones con Hacienda tienen un fuerte impacto en sus resultados e, incluso, pueden llegar a afectar a su propia supervivencia. Pero ¿cuál es la mejor fórmula para gestionarlos? Con esta pregunta de fondo, Ernst & Young Abogados reúne en Valencia a cerca de 100 directivos fiscales de grandes compañías, junto con altos cargos de la Administración Tributaria y socios del Despacho. 

En este marco, el Tax Directors Workshop celebra su V Edición con el objetivo de debatir sobre las principales fórmulas prácticas de gestionar los impuestos en la actualidad. Estas son algunas claves básicas que una empresa debe tener en cuenta:

1- Gestionar la fiscalidad de manera proactiva.

La gestión de la fiscalidad en la empresa no sólo consiste en el cumplimiento correcto -en tiempo y forma- de las obligaciones con Hacienda, sino que debe ir más allá, permitiendo optimizar la generación de caja (de dinero en efectivo) en las compañías que tan necesario es en tiempos de crisis y de restricciones crediticias.

Pero ¿cómo? Mediante la reducción de los importes a pagar o de las devoluciones a percibir. En este sentido, es fundamental tener un correcto control del IVA, maximizando, por ejemplo, deducciones y ajustando el momento de ingreso del IVA repercutido. Asimismo es necesario tener claras las posibles deducciones aplicables por actividades generadas por la compañía (medio ambiente, I+D+i, etc). Todo ello, al final, nos permite incrementar la liquidez de la empresa.

2- Cuestionar permanentemente las normas: no dar nada por supuesto.

Cada vez son más frecuentes los casos en los que la normativa tributaria nacional debe de ser rectificada por ser contraria al Derecho Comunitario o a la opinión del Tribunal de Luxemburgo. Por ello, es fundamental cuestionarla constantemente y valorar si procede reclamar contra su aplicación, solicitando en su caso, la devolución de lo ingresado incorrectamente. Es decir, la propia normativa nos puede proporcionar oportunidades de limitar los costes fiscales. La tributación de las agencias de viaje o el IVA de los equipamientos sanitarios, son buenos ejemplos de ello.

3- Definir las oportunidades de internacionalización.

La crisis está potenciando la salida al exterior de las empresas españolas en busca de nuevos mercados y la estrategia fiscal puede ser un elemento muy relevante a la hora de valorar la rentabilidad y los riesgos asociados. Además, las diferentes administraciones tributarias y organismos supranacionales están trabajando intensamente de forma coordinada en una gestión eficaz de la recaudación fiscal, lo que obliga a disponer más que nunca de una adecuada política de cumplimiento de las obligaciones tributarias en los países en los que se tenga presencia.

En este sentido, la complejidad de normas fiscales a nivel internacional conlleva muchos riesgos incluso de doble tributación que -por desconocimiento o por falta de medios- pueden generar conflictos que deriven en sanciones en diferentes jurisdicciones. También se puede dar el caso de dedicar demasiados esfuerzos y recursos internos a un proyecto en concreto, lo que supone un coste tanto económico como de oportunidad.

Por otra parte, un aspecto a considerar en los procesos de internacionalización es el de los expatriados o los profesionales que desarrollan el proyecto en el extranjero. La correcta gestión tanto de su elección como de su traslado es un elemento clave para el éxito del mismo, así como las obligaciones fiscales que deben cumplir personalmente en el país de destino y en España. La mejor opción es asegurar al expatriado que, con carácter general, su carga fiscal durante los años que dure la expatriación, no será diferente de la que habría tenido que soportar en España.

4- La actividad fiscal como "imagen de marca".

La función fiscal debe ayudar a toda la cadena de producción de valor de la empresa. Detectando procedimientos incorrectos y las contingencias asociadas a los mismos, se podrá analizar cuál es la forma más adecuada de regularizar estas situaciones y no continuar incurriendo en ellas en el futuro. Todo ello evitará conflictos con las autoridades tributarias y redundará en un incremento de la reputación social de la empresa, en especial respecto a sus clientes, proveedores e instituciones. De hecho, una de las principales preocupaciones de las grandes corporaciones es el impacto que el pago de impuestos tiene en su reputación corporativa.

5- Afrontar una inspección fiscal.

El riesgo de afrontar una inspección de Hacienda es cada vez mayor. No sólo por la situación económica, sino porque el flujo de información es cada vez de mejor calidad y, a la vez, hay una creciente colaboración entre las diferentes administraciones tributarias. Si recibe una comunicación que inicia la misma, el primer paso es informarse adecuadamente de lo que se está solicitando, los límites de la actuación administrativa y, en todo caso, los riesgos asociados a la eventual respuesta de la compañía.

Pero, ¿cómo actuar? Si un inspector quiere entrar físicamente en la empresa hay que tener en cuenta que el acceso sólo es legal si se da el consentimiento expreso o cuenta con una autorización especial, administrativa o judicial, según los casos. En el trámite de audiencia, es conveniente acudir a Hacienda porque permite comprobar toda la documentación incluida en el expediente para preparar las alegaciones de la manera más completa posible. Una vez concluida la inspección, la duda, por lo general, consiste en si recurrir o aceptar la regularización. En este punto, hay circunstancias que deben ser tenidas en consideración como la posible reducción de sanciones en caso de conformidad, o el posible fraccionamiento o suspensión del pago con menores intereses si se cuenta con un aval.

Por último, hay que tener en cuenta que el procedimiento está muy regulado y cualquier fallo procedimental puede servir de defensa legal a la compañía para ganar un pleito a Hacienda. Además, debe recordarse que el empresario no es un experto fiscalista y siempre es aconsejable que esté acompañado en todo momento por un especialista.

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