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EL CABECICUBO

Drones y reporteros de guerra, 'La noche temática' más deprimente

ÁLVARO GONZÁLEZ. 29/03/2013

Las guerras son cada vez más horribles, ya no hay forma de pararlas: señora, cualquier día, en la calle, le espera la muerte 

MADRID. Cuando le pusieron la canción de Ry Cooder para 'Paris Texas' a la cabecera de Documentos TV consiguieron, con esa sintonía, marcar a una generación e inducirle a pensar que detrás de los reportajes de televisión elaborados y en profundidad se encontraba el terrorismo, la guerra, la contaminación letal, la muerte ¡el fin del mundo!

'La noche temática' del pasado fin de semana logró devolvernos esa sensación. Las guerras son cada vez más horribles, ya no hay forma de pararlas: señora, cualquier día, en la calle, le espera la muerte.

¿Y saben qué es lo mejor de todo? Que los reportajes llevaban bastante razón. El primero, sobre reporteros de guerra, era descorazonador. Muy bueno, muy interesante, quien no lo haya visto que no lo deje pasar, pero verdaderamente triste.

Los ojos de la guerra, el documental de La noche temática, en TVE a la carta

En síntesis, venía a decir que lo que nosotros vemos como intrépidos reporteros de guerra se reduce, en demasiados casos, a espabilados que utilizan las redes de contactos de la prensa local para elaborar sus informaciones sin soñar con citarles. Estos periodistas, los de la zona en conflicto, son los primeros en morir como chinches.

Sin embargo, la evolución de la sociedad mediática ha llevado a situar a los reporteros de los países acomodados también en el punto de mira. Una fotografía de un guerrillero puede servir para que más adelante le identifiquen -un método que ya se empleó tras nuestra guerra civil-, también se sabe que la información es un arma más y, por lo tanto, los periodistas un objetivo a batir en según qué circunstancias para vencer en la contienda.

Frente a esto, surge la figura del periodista empotrado en una unidad militar. Un reportero del que habría que poner muy en duda la veracidad de sus informaciones, se explicaba. Los soldados sobre los que tiene que hablar, están protegiendo su vida, se la salvan en media docena de veces ¿les pondría él en un compromiso después?

Y la situación del reportero tampoco es ninguna bicoca. David Beriain comentó cómo el hecho asistir imperturbable con su cámara al asesinato de otros seres humanos, por mucho que fuese una guerra, le ensuciaba por dentro.

Todo esto para que luego, en lo que no tocaba el documental, a los espectadores les preocupe bien poco lo que llega de las zonas de guerra. La espectacularidad de las imágenes puede ganarse un puesto en el prime time, entre la última rueda de prensa leída de un ministro y el próximo partido de la Champions, pero a otro tipo de información, más constructiva, más compleja, la audiencia le da la espalda.

Al final, Pérez Reverte daba una visión desapasionada del oficio. Dijo que quien se va a una guerra a informar está buscando aventuras y que, luego, la dureza de los conflictos, dependiendo de su personalidad, le iban transformando. Él, en su caso particular, reconoció que todos los bandos beligerantes en una contienda tienen sus motivos para empuñar un arma, que él mismo tardaba tiempo en entender qué había ocurrido realmente en casa conflicto después de volver. Y que para más INRI, no se podía esperar de una sociedad pacífica como la de Madrid o Nueva York fuera capaz de poner en valor lo que sucedía en una zona de guerra.

Al margen de que luego él se haya destacado en alguno de sus artículos por comparar su experiencia de guerra con los jóvenes que celebraban el Orgullo Zombie por comportarse, a su juicio, de forma frívola y pueril, lo que se traducía de sus palabras de experto en la materia era una pregunta ¿Sirve realmente de algo hoy en día el periodismo de guerra?

Ramón Lobo, para dar una respuesta, citaba a Hemingway. El estadounidense, que fue reportero en la Guerra Civil española, ya se preguntaba qué sentido tenía lo que hacía, y lo describió diciendo: echo piedras en un estanque, no sé si tiene importancia, pero yo sigo echando piedras.

Si no el gran público, los historiadores siempre pueden echar mano de la experiencia de los reporteros de guerra para poder explicar qué ha sucedido en un enfrentamiento de esas características. Pero estamos hablando de un problema nacido póstumo a día de hoy. El siguiente reportaje que emitió ‘La noche temática' iba sobre los drones. Era el complemento ideal, te quitaba todas las dudas anteriores y daba una gran certeza: vamos todos a morir.

 

http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-noche-tematica/noche-tematica-guerra-control-remoto/1732348/

Los drones ya están en funcionamiento lanzando pepinos allá donde la engorrosa legislación internacional no permite que entren las tropas americanas o aviones tripulados. Funcionan estupendamente, el único problema es que suelen llevarse por delante a gran cantidad de civiles.

Es en este punto donde aparecía otro debate que situaba a los reporteros de guerra como algo de la edad de piedra. Se persigue que los drones sean lo más autónomos posibles, que no necesiten decisiones humanas detrás para cumplir una misión. Los expertos entrevistados sostenían que eso de "tranquilos, siempre habrá un humano detrás" era simple propaganda. Nos encaminamos hacia ejércitos formados por robots que asesinarán de forma implacable.

Pero lo gracioso de verdad venía después, al final del documental. Salían un grupo de americanos que tenían como afición construir drones en el garaje de su casa, a lo Bill Gates y Steve Jobs. Uno de ellos presumía de que una empresa le había confesado que lo que él hacía con dos motores de diez dólares y un GPS, ellos se lo vendían al ejército por dos millones de dólares.

La conclusión, sencilla. En el momento en que ya nos habíamos informado de la capacidad letal de estos artefactos, ahora nos contaban que cuatro zumbaos podrían construir los suyos por dos duros. Es decir, si no te matan los drones de la libertad y la democracia, lo harían los de los terroristas. Aunque ya estaban investigando cómo fabricar otros aparatos para dar respuesta a ataques de drones porque ahora mismo, ante esta amenaza, estamos literalmente en bragas. ¿Estrellar aviones contra las Torres Gemelas? Un juego de niños, concluía el reportaje, comparado con los estragos que se puede causar en una ciudad con estos juguetitos no tripulados.

El mundo es un lugar maravilloso, pero recuerden: Si algún día ven que sube el share de La2, vendan sus acciones de Bankia y depositen sus ahorros en participaciones de los laboratorios que fabriquen prozac, litio y caramelos de ese tipo.

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2 comentarios

asertus escribió
02/04/2013 21:24

El otro día el hijo de Ron Paul estuvo 12 horas de cháchara en el parlamento USA para que garantizaran que los drones no se usarían dentro de USA contra ciudadanos "americanos"... ¡y ni eso garantizan!, a saber cómo quedamos los demás...

Manué escribió
02/04/2013 08:33

¿Estamos LITERALMENTE en bragas? ¿seguro? Por favor, editen el artículo, el error hace daño a la vista.

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