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La ciudad del espectáculo: 
¿megalomanía o fetichismo?

JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO (*). 25/03/2013

VALENCIA.  El acceso al poder autonómico del Partido Popular que situaría en 1995 a Eduardo Zaplana como Presidente de la Generalitat a la vez que Rita Barberá era reelegida alcaldesa del cap i casal comportaría un drástico giro en la promoción de la imagen exterior de la Comunitat Valenciana.

El cambio de ciclo político en España (VI y VII legislaturas) coincidiría con una década de bonanza económica que llevaría a la mayoría de las grandes ciudades a capitalizarse mejorando su oferta cultural, turística, deportiva...

En Valencia la apuesta fue grandilocuente y mediática favoreciendo la desmesurada proliferación de ostentosos proyectos institucionales plagados de excesos. En 1996 se impulsaría la creación de un gigantesco parque temático, Terra Mítica, que sería inaugurado en el 2000 con un coste de casi 300 millones de euros. Le seguirían la Ciudad de la Luz y del Cine -Alicante-, Mundo Ilusión -Castellón-...

La capital centró el debate en la Ciudad de la Ciencia y la Tecnología -CCT- concebida en 1991 por Santiago Calatrava por encargo del último gobierno socialista de Joan Lerma. Con las obras muy avanzadas el proyecto sería rebautizado como Ciudad de las Artes y las Ciencias ampliándose, modificándose sustancialmente y alcanzando sobrecostes de vértigo.

Fuera de contexto e incapaz de adaptarse a una topografía de gran valor pero con unas dimensiones y una escala realmente grandiosas, la Ciudad de las Artes es hoy una colosal colección de grandes artefactos antropomórficos: l'Hemisfèric (1998), el Museo Príncipe Felipe y l'Umbracle (2000), el Palau de les Arts (2005) y l'Àgora (2009).

Tan sólo el formalismo orgánico de Calatrava (estructuras-esqueleto, pieles-carcasa, espejos de agua,...), su irreverente desmesura y su poética narcisista, repetitiva pero ricamente plástica (hormigón blanco, trencadís,...) definen esa monumentalidad que caracteriza el vocabulario biomórfico del valenciano, al que tanto rédito icónico ha sacado.

Porque el fetichismo de unos gestores que entendieron la arquitectura como expresión paradigmática del poder y eficaz instrumento de propaganda, acabaría siendo el caldo de cultivo del despilfarro, el capricho (aeropuerto de Castellón...) y la ostentación de las obras públicas.

Paralelamente a la floración de esas megalómanas construcciones emblemáticas, Valencia conseguirá con su designación en noviembre de 2003 como sede de la regata de la 32nd America's Cup un éxito que reforzaría el prestigio y valor de su marca en el mapa mundial.

Más allá de su enorme capacidad para dinamizar e impulsar la economía regional, favoreciendo su visibilidad, la celebración de tan relevante cita deportiva suponía una ocasión única para mejorar las grandes infraestructuras estratégicas, fortaleciendo el atractivo inversor y turístico de la metrópoli.

El escenario era idóneo para alcanzar definitivamente una solución integral al maclaje y continuidad de la ciudad hasta su fachada marítima. Además, a partir de 2008 se incorporaría el sector del Grao para acoger el Gran Premio de Europa de Fórmula 1 en un circuito de carreras callejero (5473 metros) diseñado por el alemán Hermann Tilke.

Sin embargo, pese a las enormes expectativas e ilusiones suscitadas desde la Generalitat y a la formidable inversión pública acometida, el resultado no sería el esperado ni económicamente, ni urbanísticamente.

La Marina Real Juan Carlos I es el principal legado hoy de la America's Cup a pesar de que ni ha zanjado esa brecha infranqueable con el mar, ni ha conseguido crear un nuevo epicentro de actividad y atracción urbana.

La recuperación de la dársena interior del puerto para su disfrute cultural y lúdico y la rehabilitación de ese privilegiado espacio que es el Marítimo constituían una vieja aspiración ciudadana todavía pendiente en el nuevo milenio.

En las últimas décadas Europa había presenciado una auténtica eclosión del urbanismo de los waterfronts, impulsada por la necesidad de valorizar las identidades locales en un contexto de creciente competición territorial. Y como había sucedido con los astilleros (Euskalduna...) y la ría de Bilbao o con los puertos de Barcelona (Bohigas...) y de Génova (Piano...), la modernización de las infraestructuras portuarias existentes, posibilitaba la disponibilidad de las obsoletas áreas industriales del XIX, definitivamente amortizadas funcionalmente.

De hecho la Copa América estaba considerada el tercer acontecimiento deportivo con mayor impacto económico tras los Juegos Olímpicos y el Mundial de Futbol. ¿Cómo explicar entonces la actual situación, tras dos ediciones valencianas consecutivas -2007 y 2010- y pese a los enormes recursos y potencialidades de la Marina?

Buena parte de ese escenario recesivo tiene su origen en la permanente confrontación política en el seno del Consorcio Valencia 2007, cuya inoperancia ha impedido asumir e impulsar cualquier plan estratégico propio.

Sin duda, es la actual crisis la que ha sacado a relucir las múltiples disfunciones y flaquezas jurídico-administrativas del mismo: graves errores planificadores, permanentes conflictos competenciales (Ministerio, Comunidad, Ayuntamiento...), ausencia de criterios de viabilidad económico-financiera (devolución del crédito ICO, falta de previsión de indicadores socioeconómicos adversos, estabilidad presupuestaria,...), indefinición del modelo urbanístico (desafectación del dominio público estatal a favor del municipio, nuevo diseño de la dársena, reutilización de las bases,...),...

Todo ello ha impedido que una de las mayores apuestas públicas en la Comunidad Valenciana sirviera como catalizador de una profunda transformación urbana -Balcón al Mar-, auspiciando una mínima eficiencia territorial y en consecuencia la lógica sostenibilidad económica y reversibilidad inversora.

Urge, pues, un cambio copernicano en la gestión. La Marina Real podría ser, pese a los continuos desaciertos, excesos y sobre todo a la a inacción que padece, la principal marina urbana europea y un singular foco de captación turística: deporte, ocio, tecnología, negocios...
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(*) Javier Domínguez Rodrigo es arquitecto

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1 comentario

Manuel escribió
25/03/2013 20:57

Don Javier ¿sabe lo que dicen en el Ports i el Maestrat: "que li anem a fe, si la burra no vol anà ¡l'hem de matà" Pues eso. Si la "fachada marítima" no tiene ningún interés, a nadie interesa. Sólo interesó a los especuladores. Allí quedan "los muertos" y ninguna idea clara. Es más es otro más de los excesos ¡pagados con Dinero Público! del Popular Partido. Por cierto, sr. Dominguez,m no lo dice Vd. lo digo yo; Toda la operación de la American's Cup fuera de la Propaganda y la Exageración se queda en lo que fue: una regata para los multimillonarios pagados por los mirones. No más. No menos. Luego, una vez más, los especuladores, intermediarios y propagandistas hicieron "el agosto". Y como siempre rematada con la chapuza final del "pensat i fet" querer amañar una nueva edición de la Copa con un arreglito ilegal. Bonitos son los Norteamericanos con sus cosas. Como para que unos "paletillos" creídos de ser los más listos del mundo les arrebaten una Tradición Made in USA. A ellos que les faltan todas. Y a nosotros -como sociedad- que nos sobran la picara latinidad y el creerse, especialmente los valencianos, el cul del món!!

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