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LOS PERSONAJES Y EL AUTOR

‘Hugo Chávez sin uniforme' (y sin mucha propaganda)

ÁLVARO GONZÁLEZ. 14/03/2013 Antes de que llegue la oleada de libros sobre Hugo Chávez, las librerías rescatan los que tienen a mano. Éste es uno de los más rigurosos

MADRID. Le ocurre mucho a los músicos. Es morirse y empezar a vender discos y recopilatorios que da gusto verlo. Hombre, puede pasarte como al cantante Darby Crash, que se suicidó el día antes de que asesinaran a John Lennon y te quedes sin titulares. Pero lo normal es que la muerte multiplique la atención que te han mostrado hasta el momento.

Prueba de ello, constatable porque a veces se publican por error, son los detallados reportajes que tienen preparados los periódicos para el óbito. Sí, aquí te homenajeamos desde que eras niño, pero lo tenemos guardadito para cuando ya no estés. Nada parece indicar que con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no vaya a ocurrir lo mismo. Veremos libros y libros. No obstante, por el momento, lo que se ha hecho es editar para el mercado español lo que ya andaba circulando por Venezuela.
 
‘Chávez sin uniforme’ la hemos encontrado colocada en primera fila en Madrid y tal vez sea la más 'nutritiva' de las que puede uno adquirir.. Se trata de un trabajo elaborado por la periodista Cristina Marcano y el escritor, también guionista de telenovelas, Alberto Barrera. Es un libro que analiza la personalidad de Chávez con cierta solvencia y pone en duda sus políticas sociales en el poder.

Como sus misiones, acusadas de clientelismo. O su estrecha relación con Cuba, que podría estar sirviendo para llenar el país de especialistas cubanos a la manera en que antaño la URSS te llenaba un país de asesores, ya sabemos para qué. Si bien, nada en esa dirección ha podido ser confirmado, señala claramente la obra, aunque "en los cuarteles de Venezuela dicen que se escucha el característico acento caribeño", advierte apocalípticamente.

Pero el problema es que bajo el suelo de Venezuela hay petróleo. Lo que equivale a muchos recursos invertidos en propaganda por todo el mundo; lo que equivale a su vez a la proliferación de visiones fundamentalistas o fanáticas sobre el personaje y su movimiento político. A favor y en contra. Parece la dicotomía Cristiano Ronaldo o Messi. Habrá que esperar a que algún historiador desapasionado meta las narices en el asunto, para lo que aún hacen falta unos años que den rigor a los análisis. Por lo pronto, podemos contentarnos con este trabajo que por lo menos, al margen de otras consideraciones subjetivas, deja una imagen del personaje lejana a los tópicos que manejamos habitualmente.

De entrada, porque diferencia dos etapas muy distintas en la vida de Hugo Chávez. Antes y después de entrar en prisión por el golpe de febrero de 1992. En la primera parte, analizan a un lector incansable. "Devoraba libros", dice, un buen apunte para quienes gustan de tacharlo de "mono". Fue educado por José Esteban Ruiz, militante comunista con cuyos hijos Vladimir (por Lenin) y Federico (por Engels), jugaba, quien le recomendaba lecturas como Rousseau o El Príncipe de Maquiavelo, pero la edición buena, a su juicio, la comentada por Napoleón. Sobre esas sesiones de calentarse la cabeza con Historia y política da cuenta la esposa de José Esteban:
 
"¿Ustedes nunca se cansan de hablar de comunismo? ¡Dios mío, señor, estoy hasta aquí de comunismo! no quiero saber nada más de comunismo porque yo sufrí mucho por eso, refiriéndose a los años de prisión de José Esteban. Vladimir entonces empujaba suavemente la puerta: 'Tú te vas para allá fuera, mamá'. Así, asegura doña Carmen, pasan días enteros”.

Antes también comenta su infancia. Hugo fue educado por su abuela porque sus padres necesitaban ayuda. Hasta el punto de que su madre no pudo recuperar su cuidado por chantaje emocional de su suegra. Se iba a morir si se lo quitaban. Muchos han tirado de esta circunstancia para tacharle de inmisericorde falto de amor maternal, pero su caso era común en Venezuela. Eran humildes, como tantos otros. La abuela cocinaba dulces, ‘arañitas', y él los vendía. Todo muy típico. Como las dos pasiones del joven Hugo. Una, la pintura. Los más exaltados dirán ¡como Hitler! ¡como Hitler! Pero no, la que le volvía realmente loco era la segunda, el béisbol.

Esto fue determinante. Por este motivo decidió enrolarse en el ejército, por los buenos entrenadores de este deporte con los que contaba. Entonces era habitual entre los jóvenes venezolanos soñar con dar el salto a las grandes ligas estadounidenses. Él era uno más. Su abuela le consiguió un enchufe en una universidad, pero Hugo optó por la vida castrense porque en el campus al que podía ir sólo se jugaba al balompié. No obstante, desde que se probó el uniforme por primera vez, le cogió gusto al cuartel, pero sepan que el barril de petróleo está al precio que está porque un día a alguien le dio asco el fumbol.

Por aquel entonces "busca la aprobación de todos y a veces reacciona con desmesura al rechazo", dice la obra. Cita un par de ejemplos contundentes. Robó una vez una gallina para hacer un guiso a su pandilla. En otra ocasión, él y sus amigos cogieron la cabeza putrefacta de un burro muerto en la carretera y la dejaron en la puerta de la casa de una bella chica que no les hacía caso. Hasta ahí bien, muy español.

El análisis de su personalidad sigue con sus diarios. "De ortografía cuidada obsesivamente", con un estilo "cursi, antiguo y recatado". En román paladino, por ejemplo: "No escribe ‘cojones' en estos textos privados, sino ‘redonditas'". Así, en cualquier caso, da muestra de su sensibilidad social.

"Vi a los pequeños con inmensa tristeza, con su abdomen voluminoso, de seguro lleno de lombrices de tanto comer tierra, descalzos, desnudos. Con un cuadro así, siento cómo hierve la sangre en mis venas, y me convenzo de la necesidad de hacer algo, lo que sea, por esa gente".

Una nota de color en esta etapa la pone la muerte de Néstor Isaías "Látigo" Chávez, su ídolo deportivo. Se hunde con su desaparición. Le hace un juramento y la fiebre no se le pasa de un día para otro. Cuando decide al final que su verdadera vocación es la de soldado y no abandona el ejército como tenía pensando, fue a su tumba a pedirle perdón. Igual es más noble que marcharse de un pleno del Congreso para ver unas semis de la Champions.

De caqui, se sumerge en la historia militar de su país, de la que, ojo, termina siendo docente; un país con 166 enfrentamientos armados con propósitos políticos en el siglo XIX y 39 revoluciones reseñables y cinco golpes de estado exitosos por ocho fallidos en el XX. Y por cierto, también inicia una tesis doctoral sobre transiciones políticas. Sí, inspirada en la buena, la española. Más allá de la anécdota, y para disgusto de sus detractores, era un militar ilustrado.

A Venezuela, mientras a Chávez se le llenaba la cabeza de efervescencia justiciera militar, se la llamaba la "Venezuela saudita". Los nuevos ricos compraban en Miami, la clase media estaba bien asentada, los pobres tenían esperanza -explican los autores-, y el protagonista no ve la posibilidad de actuar, metido como está en organizaciones subversivas. Pero señalan unas declaraciones: "Con Torrijos, me hice torrijista; con Velasco me hice velasquista. Y con Pinochet, me hice antipinochetista", para tratar de esclarecer su ideología. Marcano y Barrera se preguntan por qué no dice "allendista". Entienden que se halla inmerso en "una formación en la que el orden militar siempre prevalece sobre la experiencia civil".

Sea como fuere, en 1992 se atreve a dar el paso y participa en un golpe de estado. Cuando éste se produce, y aquí está el quid de la cuestión, Venezuela se encuentra en un estado político muy similar al del sur de Europa actual o al español en particular. Los militares insurgentes hablan de "corrupcracia". Y así lo veía buena parte de la población. Durante la asonada, Chávez aparece en televisión. Esos cinco minutos de gloria fueron determinantes en su vida. Antes de entrar a prisión, durante el juicio, firma autógrafos. Su acción, merced a esos momentos televisados, fue admirada por un pueblo que había dejado de creer en eso que llaman "la política tradicional".

Herman Marksman había sido su amante durante nueve años. Compañera sentimental e intelectual. Sobre su entrada en prisión señala a los autores de la biografía: "Lo convirtió en otra persona. Le llegaban cartas de cualquier parte de Venezuela; de niños, de familias enteras y de mujeres diciendo lo que menos te puedes imaginar". Pasa a ser "una suerte de sex symbol", dice el libro. No en vano, su amante advirtió a su colaborador Francisco Arias de que se estaba convirtiendo en una "figura mesiánica". A lo que él contestó: "Ahora lo necesitamos así".

A partir de este momento, el Chávez militar ilustrado empieza a encajar más en los estereotipos y las caricaturas que nos venden por estas latitudes. Pero también, hay un hombre que recorrió el país, aldea por aldea, durmiendo en furgonetas y alimentándose de mala manera, para llevar su mensaje redentor a los que luego han sido sus votantes. Por el contrario, la izquierda sudamericana, como los zapatistas, le reciben con frialdad porque no deja de ser un militar golpista.

Alberto Muller Rojas, su jefe de campaña, reconoce que lograron la victoria gracias a los errores de la oposición. Y Rafael Céspedes, su asesor de imagen, admite que tuvieron que darle protagonismo a su segunda esposa, María Isabel Rodríguez, rubia y de ojos azules, para suavizar la impresión que daba su discurso tan agresivo. Lo cierto es que se hizo con el poder en el mismo contexto en el que nos encontramos nosotros: graves casos de corrupción, desprestigio de la política tradicional o, en sus palabras, "los partidos tenían la peor fama posible", etc...

De hecho, ideológicamente, dice esta biografía que cuando llega al poder Chávez ya había entonado el "ni de izquierdas ni de derechas" y había mostrado sus simpatías por ni más ni menos que la Tercera Vía de Tony Blair que también encandiló a nuestro José Luis Rodríguez Zapatero hasta la ignominiosa Guerra de Irak. Incluso sus primeros años gobernando, cuando va al Vaticano a arrodillarse o a Nueva York a hacer sonar la campana de Wall Street, son descritos como propios de un "Zelig caribeño", en alusión a la película de Woody Allen cuyo protagonista se mimetizaba allá donde estuviera.

El legado político de Chávez, bueno o malo, está por analizar con garantías. Las circunstancias en las que alcanzó y mantuvo el poder, no. Son hechos que no se pueden localizar de forma aislada en Venezuela, o Sudamérica, y que a buen seguro se prodigarán en nuestro continente cada día más errante. Verter propaganda sesgada ayudará a que no entendamos nada.


FICHA


'Hugo Chávez sin uniforme'

Autor: Cristina Marcano y Alberto Barrera

Editorial: Debate

Fecha de lanzamiento: 07/03/2013

Precio: 19 euros. 

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2 comentarios

15/03/2013 19:55

gracias por ser nuestro presidente te quiero mucho hugo rafael chavez frias

Teodoredo escribió
15/03/2013 09:10

A mí me gusta "La revolución como espectáculo: una crítica anarquista a la revolución bolivariana", de Rafael Uzcátegui. Saludines

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