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Química
en la red

CARLA VALLÉS. 23/02/2013 "Ante la existencia de un mundo cibersentimental a nuestro alcance que sacia el sufrido acto de la búsqueda..."

VALENCIA. Hacer uso de las nuevas tecnologías para ligar se ha convertido hoy en día en una práctica habitual. Son muchos los usuarios en la actualidad los que se inscriben en páginas cibernéticas encomendadas a tal misión con el fin de conocer a un compañero de vida al que profesar eterna fascinación o una pareja esporádica con la que darse de vez en cuando un revolcón.

Y es que, en medio de una crisis mundial y sin dinero en los bolsillos, se torna cuesta arriba salir a cenar y tomarse unas copas de más donde culminar por casualidad con un romance nocturno. Golpeados por la dureza del momento, tampoco es saludable para la cartera, si el rollo de la noche anterior resulta oportuno, alargar unas citas interminables cuyo único pretexto no es otro que el del intercambio de información con el fin de averiguar si la persona elegida podría convertirse en la media naranja ideal, un negocio generalmente consensuado entres ambas partes durante un proceso en el que los implicados, de manifiesta predisposición, se esfuerzan por vender lo mejor de sí mismos mientras se entregan a un cruel pero inevitable consumismo.

Internet se impone pues como una socorrida herramienta para hombres y mujeres hastiados de invertir tiempo y dinero en ligues que con suerte llegan a un tercer encuentro si antes no les han mandado a paseo con el consiguiente escaso magreo. Por ello, deciden sumergirse en el amplio océano de la red donde existe, a parte de una profusa fauna de solteros, la posibilidad de elegir económicamente una pareja a la carta sin necesidad de embarcarse en un costoso crucero.

Recientemente me encuentro a un amigo de farra al que hace tiempo que no veo comprando en la frutería de Mercadona. "¡Ya nunca se te ve el pelo, Miguel!", exclamo alegre al verle. "Lo sé, estoy algo perdido y sin un duro pero es que tengo entre manos un asunto con perspectiva de futuro", se excusa. Ante mi expresión inquisidora, prosigue.

"Te lo cuento pero prométeme no decir nada", baja la voz a punto de hacerme cómplice de su secreto. "Tras la ruptura con Isabel un amigo me animó a recurrir a una página de contactos online. Al principio accedí por divertimento pero ahora parece que he encontrado a una mujer que me deja sin aliento", me cuenta.

"¿Pero ya os habéis visto?", pregunto-. "Aún no. Ella vive en La Habana pero tenemos previsto conocernos en un par de semanas". Le pido más información pues no entiendo cómo Miguel puede estar colgado tras unas pocas citas online prescindiendo del cortejo tradicional y sin la necesidad física del palpado dual.

"Es fácil. Das de alta tus datos: edad, orientación sexual, profesión, signo del zodíaco, lugar de residencia, descripción física, y el sistema informático busca un miembro con características similares al proporcionado en tu perfil", argumenta-. "El porcentaje de fracaso en congeniar con alguien, por tanto, se vuelve escaso", concluye.

Alucinada, ante la existencia de un mundo cibersentimental a nuestro alcance que sacia el sufrido acto de la búsqueda del amor a través de un programa de ordenador, me surge una duda: "¿Y el sexo no te preocupa? ¿O existe también una botón donde describir preferencias a la hora de entrar en acción?", le suelto. Me enseña entonces desde el móvil una foto en la que aparece una tía despampanante en la playa de vertiginosas piernas y voluminoso escote. "Con este terremoto de mujer imposible no ponerse como una moto", sentencia orgulloso por el trofeo que le ha otorgado el azar de la red.

"¿Y si la foto está trucada y ella es más fea que la abuela de la fabada?", le reto. En mi opinión, ligar a través de una pantalla ofrece la oportunidad de mejorar la versión de uno mismo. Las opciones son variadas: buscar en Google una foto de alguien en quien te gustaría convertirte, o bien hacer uso del maravilloso Photoshop...

"En ese caso será una decepción pero no importa porque cuento con la solución", confiesa misterioso. Me explica que la evolución del negocio de las relaciones por Internet ha llegado a tal magnitud que dispone de una aplicación en su móvil capaz de detectar candidatas afines en un radio de proximidad inmediato para un casual arrebato. "Mira, el programa me indica que Corderita_hermafrodita2 está disponible a pocos metros de aquí", me enseña mientras teclea algo que no logro descifrar.

"¿Y cuál es tu apodo?", pregunto abrumada. Mirando con recelo a su alrededor se acerca a mi oído y me susurra "Pepino XL". Sin poder evitar estallar a carcajadas, Miguel termina de pesar en la máquina, precisamente, unos cuantos del citado fruto. "Te dejo que tengo que preparar una menestra de verduras y de postre hacer honor a la reputación de mi tersura", grita ya a lo lejos en dirección a la caja con las hortalizas escogidas.

En los códigos de la seducción no hay nada establecido. Cualquier alternativa se presta estimulante cuando en el terreno de lo fogoso el resultado es fascinante. Las nuevas tecnologías brindan pues métodos para establecer relaciones y sexo sin preludios en una época en la que el desparrame genera repudio. En el olvido se encuentra la costumbre de la escritura de puño y letra para hacer estremecer a la amada/o a través de una carta rigurosamente estudiada.

El auge de las plataformas electrónicas y mensajerías instantáneas han desbancado ese ritual de antaño en el que hombres y mujeres revelaban mediante poéticas vivezas, letra temblorosa y palabras quebradas una pasión desbocada. Los designios de la era digital introducen nuevas y modestas propuestas ante la necesidad de un lenguaje más directo, embrutecido y coloquial. Sea o no de nuestro gusto lo inteligente es adaptarse. Quizás perdamos la sensibilidad y reflexión meditada que sólo el papel es capaz de transmitir en pos de una comunicación virtual más fácil de construir.

Pero existen excepciones. Personajes que reniegan del teclado y reivindican el arte de la escritura en cartas, postales y libretas como únicos medios palpables capaces de dar testimonio de sus propios avatares de forma fiable a través de una ejecución caligráfica envidiable ¿Por qué esa rebeldía actual de una minoría detractora a las nuevas tecnologías? ¿Deberíamos tomar ejemplo de esos pocos que priorizan los asuntos del corazón a través del envío por buzón?

Una cosa es cierta: las modas del pasado vuelven. Quizás, estos románticos empedernidos por naturaleza, desbanquen lo digital para imponer de nuevo lo manual o, lo que es lo mismo: el arte de la sutileza y el uso del vocabulario con destreza. Aquel que brilla por su exuberante riqueza. Aquel que utilizan para agasajar a su amor, aunque desde el anonimato, pues no les interesa declarar quién es el literato. Arte vintage. En mayúscula y negrita (o lo que es lo mismo, en B).

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3 comentarios

Juli Gomez escribió
25/02/2013 15:46

Buscar pareja no es fácil a veces y las citas online pueden ser muy sensuales. Les recomiendo www.bairesdating.com. En la vida hay que probar todo.

Amparo escribió
24/02/2013 17:36

Buenisimo el apodo de tu amigo, con ese Nick no hay mucha competencia!!! Aunque yo soy mas de buzón, serán los años jajaja!! Abrazos Carla! Y gracias como siempre.

Colorincolorado escribió
23/02/2013 20:33

Querida.....lo veo tan complicado ....lo de la química en la red.... Que perezon ... Me gusta más , el cara a cara o las postales....jajajajajaja...

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