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VALENCIA. Cuando finalizó el recuento de votos de las últimas elecciones municipales en Mojácar (Almería), donde yo encabezaba una candidatura independiente, supe que a pesar de haber sido elegido concejal por tercera vez, dado que obtuvo mayoría el PP, no estaría en el equipo de gobierno (igual hubiera pasado si el vencedor hubiese sido el PSOE).

Los partidos mayoritarios tienen muchos compromisos y les importa un bledo la valía, el trabajo o la dedicación de las personas, incluso la lealtad: tienen que colocar a los suyos. No les importan los resultados de la gestión sino perpetuar su poder y fomentar el clientelismo (si me votas y me continúas votando, algo sacarás o tú o alguien de tu entorno).

Así que salí concejal, pero me quedé sin trabajo. Pocos días después fui a apuntarme al paro. Una simpática funcionaria del Inem me ayudó a rellenar el formulario. Para resolver el problema de que en su fichero figuraba como bachiller y no contemplaba mi licenciatura en Económicas, me indicó que tenía que presentar el certificado final de estudios, pero confesó que de poco serviría para encontrar trabajo en esta época y con mi edad, por lo que decidimos entre ambos dejar mi casilla de estudios en lo que constaba: "Bachiller".

A su pregunta sobre lo que me gustaría hacer en el futuro, le contesté que ser concejal y que llevaba doce años en ese trabajo. A mi favor el hecho de que podía ser concejal de cualquier cosa; había desempeñado el cargo, según las ocasiones, en Hacienda, Transportes, Cultura, Turismo... Tampoco la ideología debería ser obstáculo para conseguir empleo: puedo ser liberal, demócrata, de centro derecha o de centro izquierda, socialista no radical, nazi democratizado, o comunista de la nueva China capitalista...

Y en lo que no tengo ninguna restricción es en el área geográfica. Me da igual ser concejal de Paris, Ámsterdam, Glasgow, Brno o Venecia (ésta ciudad me encanta). Señorita, por favor, ponga mi preferencia por ésta última ciudad de los canales. Han pasado muchos meses y no he recibido ninguna oferta. Estaba empezando a deprimirme cuando, de pronto, surge Eurovegas.

Sheldon Aldeson, presidente de Las Vegas Sands despejó hace unos días la última incógnita: Alcorcón, la localidad del sur de Madrid será el lugar donde se levantará su faraónica obra. El desarrollo, que contará con 12 hoteles de 3.000 habitaciones cada uno, teatro y campos de golf, comenzará a construirse a finales de 2013. La compañía de casinos aportará el 35% del capital.

Elegido el emplazamiento, Gobierno y compañía esperan que los plazos de desarrollo y ejecución del proyecto puedan acelerarse. "Hemos venido con la propuesta definitiva y comienza ahora la primera fase, que consta de cuatro resorts", dijo Leven.

Tan sólo en éstos ya se crearán 40.000 empleos directos que se duplicarán si se cuentan los trabajadores de las zonas comerciales que se levantarán en el recinto. En total, Las Vegas Sands promete que su desarrollo integrado creará más de 260.000 puestos de trabajo, además de atraer once millones de nuevos turistas a España.

Pero había una condición sine qua non para aceptar definitivamente el emplazamiento. Una medida polémica que el Gobierno madrileño ha tenido que aprobar: que se pueda fumar en el recinto. ¡Esta es mi ocasión! ¡Por fin un trabajo!

Licenciado, con idiomas, educado y viajado. Para Eurovegas ha de ser un lujo que yo trabaje allí, pienso.
Pero...hay dos pegas. Una: el juego no es lo mío. Cuando iba a partidas de cartas con mis amigos (hace tiempo que no me llaman) a la media hora empezaba a charlar y a distraerme; me aburren las cartas, el bingo, la ruleta y todo lo relativo al azar, en el que no creo. En mi niñez recibí en varias noches de Reyes los Juegos Reunidos Geiper, que poco tiempo después iban a la basura.

Pero lo más grave es lo del tabaco. Tras dejar de fumar, el nueve del nueve del nueve (como escribí en un artículo anterior) me he vuelto un luchador antitabaco de primera línea. No resisto el humo. Grito cuando alguien enciende un cigarro a mí alrededor. He dejado de ir al futbol y a los toros para no soportar el olor nauseabundo de los puros. No invito a nadie a mi casa que sea esclavo del pitillo. Y así.

Claro de Eurovegas me han contestado que odiando el juego y el tabaco va a ser muy difícil encontrarme un acomodo en la empresa. Por lo que, dada mi necesidad de obtener un salario, me he puesto en manos de un psicólogo que me ha prometido que en treinta o cuarenta sesiones (a cien euros cada una) me convertirá en un perfecto ludópata y en un fumador empedernido.

Y también se ha comprometido a que con unas pocas sesiones más (unos mil euros de aumento) me puede convertir en gay, que aumenta mucho la puntuación en las selecciones de personal.