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El programa incombustible de la televisión en España regresa partiéndole los brazos a un experto en arte moderno. Eso no lo da el fútbol ni los toros...

MADRID. El filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Zizek, considerado por no pocos de sus compatriotas un genuino fantoche, comentó en cierta ocasión que cuando uno tiene relaciones sexuales de repente puede sobrevenirle una sensación de que lo que está haciendo es absurdo. Ahí, sudando, desafiando a una luxación inverosímil, entre jadeo y jadeo, haciendo por fin eso que se considera lo más de lo más y, de pronto, pensar: ¿Pero no es todo esto una ridiculez?

Muchos españoles ven tres o cuatro partidos de fútbol a la semana. Millonarios en calzoncillos pateando tripa de vaca. Ah, que unos son de su pueblo. Por eso merece la pena verlo, claro que sí. Y otros españoles consideran un arte sublime trapear toros con las mismas lucecitas y movimientos que C3PO. Es que es una tradición ancestral, un arte sutil, emparentado con la danza, de una plasticidad, de una belleza inconmensurable que no tiene parangón. Pues sí, sobre todo cuando le arrancan las orejas al animal.

No es que los toros y el fútbol no sean maravillosos, pero... ¿quiénes nos creemos que somos para tachar Gran Hermano de entretenimiento absurdo? Cada gala se la tragan tres millones de personas, llevan catorce años dando mal y su público se nutre tanto de estudiantes adolescentes como de jubilados. Se puede ver en familia y solo en la vida con una botella de whisky.

Ni siquiera se sabe si el nivel cultural de los que lo siguen es más bajo o más alto que el de los que están enganchados al balompié o van a los toros. Tan sólo es un hecho que los índices de audiencia que registran en las islas Canarias son escalofriantemente altos. En todo lo demás, es tan ridículo como el tenis de mesa, la crónica rosa, las encuestas del INE o el documental sobre Esperanza Aguirre que emitió Televisión Española cuando dijo que se retiraba.

Si de algo peca este programa, en cualquier caso, es de ser tedioso como él solo. Y lo dice una persona que disfruta con Maurice Pialat, Hou Hsiao-Hsien y hasta Tsai Ming-liang cuando quiere sudar una gripe. Cada gala dura tres horas y algo. Con publicidad, cuatro y pico. Eso no hay dios que lo aguante a no ser que esté viéndolo con los amigos rodeado de latas de cerveza, que es como debe seguirse este programa. De hecho, la famosa frase de Tierno Galván elogiando la tauromaquia es en realidad, ya lo siento, mucho más apropiada para Gran Hermano que para la defensa de la Fiesta:

"El espectador de los toros se está continuamente ejercitando en la apreciación de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo. El que va a los toros es exactamente lo contrario de aquel aficionado a los espectáculos, de quien dice Platón que no tolera que le hablen de la belleza en sí, de la justicia en sí y de otras cosas semejantes. El espectador de los toros no es un mero, un simple aficionado a lo espectacular, ni tampoco exclusivamente un entusiasta de la exaltación embriagadora, es, mejor que todo esto, un amante del conjunto del cual, en cuanto acontecimiento, es parte necesaria".

Los aficionados a este programa continuamente toman partido. Su vida, sus complejos, cuando les pegaban con toallas mojadas en el internado en mitad de la noche, pasa frente a sus ojos cuando comparten algo con un concursante o cuando, por lo que sea, éste es antagónico a ellos. Todos juzgan la conducta de los demás -algo execrable, sí, como matar a un toro, insultar a un árbitro, hacer una peineta al público...- y se pierden en debates sobre, como dice el Viejo Profesor, qué es justo y qué injusto, que está bien o está mal.

Muy conscientes, para nutrirse de ello, la dirección del programa pone a prueba a los espectadores. Por ejemplo, en esta décimocuarta edición ha entrado un tartamudo, nieto e hijo de tartamudos. Su padre comentó en el plató que el chico no ha salido a él, que no se esfuerza por vencer su problema, que no lee ni hace los ejercicios correspondientes, dio a entender, porque está contento con su tartamudez. Juzguen este buen ejemplo de la juventud actual. Antes de esforzarse, prefiere quedarse tartamudo. O esforzarse en otras cosas, como el fútbol, su pasión. ¿No les dice nada?

De otra participante dijo Mercedes Milá que tenía algo especial: "Le gusta el color rosa", comentó. Anunciaba que en el programa entraba otra ‘Fresita', un prototipo de concursante cursi a más no poder que parece que se afanan por llevar a Guadalix de la Sierra año tras año. De hecho, tiene un peligroso antecedente en Gran Hermano 11, Rebequita. Una chica infantil hasta la nausea que entró hablando con su muñeca y no tardó en protagonizar una película porno al salir de la casa. Veremos qué depara ésta, cuya mayor afición es montar a caballo ¡glubs!

Por otro lado, como ejemplo de tío espabilado, ha entrado también un DJ. Lo natural es que los concursantes de Gran Hermano, cuando dejan el programa, sean contratados por discotecas para cobrar por pasárselo bien. Lo que ellos denominan ‘bolos'. Este afortunado, que reside en Almería, al ser pinchadiscos, lo tiene todo atado y bien atado. Muy ilustrativo, además, su vídeo de presentación. Dijo que era una persona muy activa, que madrugaba y no podía parar de hacer cosas. Y entonces aparecía depilándose, haciendo pesas, dándose cremitas, mirándose al espejo...

La concursante de Valencia, por cierto, presumía de ser "estilista de uñas". Un negocio también en auge. Vayan a Nueva York y cuenten los establecimientos de ‘nails', hay tantos como bares en España. Quizá, si el año pasado fue la edición de ‘la crisis', ésta se trate de la de ‘los emprendedores'. No en vano, la concursante canaria, un must de todo reality español que se precie de serlo, ha abierto una consulta de odontología con solo 26 años. Se tacha a los concursantes de este programa de ejemplo de vagos, pero este año todos están levantando el país. Incluso hay otra moza que presume de saber hacer de todo con los pies, conducir, abrir botes. Estamos hablando, señores, de la generación mejor preparada de la historia de España.

Hasta ha entrado un experto en arte moderno. Director de exposiciones y todo. Suyo fue el mejor momento de la gala de inauguración. Tenía que agarrar una tirolina para acceder al plató en plan espectacular. Algo se le debió escapar cuando le dieron las instrucciones porque, mientras todos le gritaban "tírate, tírate", pasó olímpicamente de la tirolina y saltó al vacío. Un despiste, pero se ha roto, o astillado, los dos brazos. Hasta su aparición, esas pruebitas que le ponían a los chicos parecían una suerte de Humor Amarillo para la tercera edad, algo con escasa gracia, muy acorde al aludido tedio que provocan estas galas, pero que gracias a este concursante, justo al final, todo pareció como esperar a un gol de Iniesta en el último minuto contra el Chelsea.

Ya le han puesto tornillos y placas. En su vídeo presumía de adorar la cultura, el arte. Es todo lo que defienden los detractores de este programa. Y también un buen ejemplo de que el hombre culto no es más mucho más hábil que un bebé en un reality. Juzguen, juzguen y valoren, que de eso se trata. De entrada, que si Mercedes Milá hubiese seguido el camino ‘serio' de la profesión, tal vez ella hubiese tenido el honor de marcarse la entrevista al rey de su mentor Hermida. Ya me dirán quién necesita más manuales de autoayuda de los dos visto lo visto.