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Un Papa en la guerra anglicano-católica de la Gran Bretaña para sanear las finanzas parroquiales

Londres Plaza/ VÍCTOR JIMENEZ. 18/09/2010 El déficit presupuestario en el diminuto Estado pontificio nunca supera en exceso el millón de euros, pero la salud económica de sus diócesis es otra cosa. Literalmente: el Vaticano no cubre a la Iglesia. Y en Inglaterra y Gales, las diócesis necesitaban ya el empujón de Joseph Ratzinger

LONDRES. Joseph Ratzinger habrá sido el último en sorprenderse. La delegación británica de la editorial Penguin ha recibido a Benedicto XVI de una forma bien particular: con la publicación del libro "The Case of the Pope", cuyo subtítulo reza "Transparencia en el Vaticano y los abusos de los Derechos Humanos", escrito por el abogado activista Geoffrey Robertson. Se trata de un opúsculo de menos de 250 páginas, en edición rústica y con un precio más que asequible (apenas siete libras esterlinas). El gesto y la intención habla a voces sobre la actitud con que Inglaterra ha saludado la presencia del segundo Sumo Pontífice que pone el pie en la isla desde la era de la Reforma Protestante.

Globalmente, una de cada seis personas que pisan nuestro planeta han sido bautizados en la fe católica. Pero en Inglaterra y Gales, la cuenta cambia. Hasta 28 millones de británicos se declaran miembros de la Iglesia Anglicana y todavía 1,1 millones asisten a misa al menos una vez con periodicidad semanal. En agudo contraste, la comunidad católica inglesa y galesa se mantiene estanca en los cuatro millones desde hace tres décadas.

De nada ha valido que el Santo Padre beatifique al cardenal londinense John Henry Newman durante una ceremonia orquestada en el parque Cofton, en los alrededores de Birmingham, para ganarse la simpatía britànica. La prensa nacional, incluso la de corte político, le ha enseñado los dientes y algún colmillo con artículos como éste En The Daily Telegraph, que hace referencia al atractivo sexual del secretario personal de su Santidad ─los italianos le bautizaron con el sobrenombre de "bel Giorgio" cuando la edición local de Vanity Fair difundió unas fotografías tomadas mientras jugaba al tenis en pantalones cortos.

Claro que la elección del hoy beato Newman, que ahora se encuentra a un paso de su santificación, no parece casual: murió en 1890 tras abandonar la Iglesia de Inglaterra y haberse convertido al cristianismo romano apostólico. Más importante, sin embargo, es el hecho de que los seguidores de su figura y obra consistan en universitarios católicos de la Gran Bretaña y que posea, además, un círculo considerable de devotos en Irlanda, donde fundó la primera universidad católica. No en vano la cuestión educativa se halla en epicentro de la agenda de Ratzinger. El motivo sería que el Tesoro británico debe invertir hasta el año 2011 unos 24.000 millones de libras esterlinas en escuelas y colegios. Es decir, 29.000 millones de euros.

Las 2.300 escuelas y liceos católicos representan menos del 10% del sector público. De hecho, desde 1982, los Servicios de Educación Católica del país han clausurado 610 por falta de usuarios. Por el contrario, uno de cada cuatro colegios de enseñanza primaria y uno de cada 16 de secundaria pertenecen a la red educativa de la Iglesia Anglicana. O un alumnado superior al millón de pupilos. Desde 2008, también las universidades católicas han sufrido el retroceso en sus propias filas, de cinco a tan sólo tres, frente a otras 14 en las que debe compartir espacio con el socio mayoritario anglicano.

En Edimburgo, el llamado Pastor Universal traspasaba las puertas del parlamento escocés en Holyrood y estrechaba la mano de su majestad la reina Isabel II. En Londres, sin embargo, el primer acto público en el que Ratzinger ha participado, ha sido en Saint Mary's University College ante sus 3.000 estudiantes.

CÓDIGOS SECRETOS Y BOLSILLOS VACÍOS

Según las sumas del canal de negocios CNBC, si la Iglesia Católica fuese una corporación ─aparte de amasar una experiencia en márqueting y ventas milenaria─ se codearía con las firmas de Fortune 500 y FTSE 100. Elucubraciones: lo cierto es que las finanzas eclesiásticas son un jeroglífico tan misterioso como el propio concepto de la Trinidad, incluso para la Iglesia misma.

En los Estados Unidos, después de realizar por primera vez en 2006 una encuesta para descubrir cuántas diócesis ejecutan auditorías de sus hojas de balance, se supo que el 97% nunca había contratado servicios independendientes para revisarlas. En 2008, menos del 50% devolvieron respuestas al cuestionario, pero se avanzó algún paso hacia la luz; por ejemplo, los obispados y otras sedes católicas admitieron servirse de corredores de bolsa (un 44%) y banqueros externos (el 65%).

En Europa, si no datos, al menos los delitos económicos de los que las diócesis y parroquias son víctimas comienzan lentamente a aflorar en la superficie. Tan sólo en Alemania, la patria chica de Benedicto XVI, han surgido varios escándalos financieros en los últimos años, con cantidades que oscilan entre el millón y medio de euros escondidos en la colada y los guardarropas de sus aposentos privados por el reverendo de Würzburg, o los cinco millones en Limburg, a la poco desdeñable cifra de 40 millones de euros que levitaron desde la diócesis de Magdeburg a distintas cuentas de inversión privadas en Frankfurt.

La imperturbabilidad del gobierno vaticano, hasta cierto punto, es razonable. Al fin y al cabo, el gobierno de la plaza de San Pedro no carga con responsabilidad alguna en términos de capital. Cuando en mayo de 2009, Caja Sur desveló pérdidas por valor de 595 millones de euros, nunca tuvo la opción de pedir socorro a la Hacienda pontifica.

Precisamente por esta causa, la Conferencia Católica de Obispos de Inglaterra y Gales anunció en 2005 "la necesidad urgente y real de redeterminar las prioridades económicas del trabajo de la Iglesia en el ámbito nacional como testimonio de la palabra de Cristo". La consecuencia del proceso de evaluación fue que el nuevo objetivo de su campaña para captar donaciones se elevó a 11,5 millones de libras esterlinas o 14 millones de euros. En 2010, las 22 diócesis del Reino Unido ha recogido oficialmente 3,6 millones de euros.

La capacidad de la Iglesia Católica de desplegar recolectas con éxito es respetable: una estimación del propio Vaticano con fecha de 2003 apunta a los 8.000 millones de dólares a escala mundial. Pero en Inglaterra y Gales, el combate es fiero. La Iglesia Anglicana asegura que más del 70% de sus necesidades financieras para cubrir gastos como el de las reparaciones en sus propiedades, provienen de donaciones y legados privados.

Por el momento, la Ley Canónica requiere que cada parroquia disponga de un consejo financero, pero no que publique los resultados, así que cualquier intento de medir el impacto de la reciente visita papal al Reino Unido será condicional. CommonWeal, la revista católica independiente de mayor tirada en lengua inglesa, ya ha insinuado que "es hora de que las organizaciones religiosas se apliquen las misma regulaciones de transparencia financiera que el resto de corporaciones".

PriceWaterhouse realizó la primera auditoría en el Vaticano en 1994 y señaló que los Estados Unidos, Italia y Alemania habían sido las principales fuentes de donativos para las arcas pontificias. Aunque con un ojo en sus intereses como jefe de Estado, no es arriesgado argumentar que Benedicto XVI ha decidido que el siglo XXI demanda que el Papa número 265 sea más emprendedor y conquiste nuevos mercados.

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