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MADRID (FOTOS: ALEJANDRO RODRÍGUEZ). Pablo, de 30 años, es arquitecto. Su espacio de trabajo se encuentra situado en el interior del mercado de San Fernando, frente al puesto de frutas y verduras Navarro, en el barrio de Lavapiés. Junto a él comparten mesa otras cinco personas, cada una especializada en un área diferente: construcción, arqueología y patrimonio, comunicación, servicios editoriales y expresión gráfica. Todos ellos componen el equipo de (e)co-working que se ha instalado en este peculiar entorno, ofreciendo a los clientes la posibilidad de contratar un proyecto integral o por separado según sus necesidades.
Ahora bien, ¿qué ha llevado a este grupo de profesionales a juntarse en un mismo ‘despacho' en un mercado tradicional de Lavapiés? Aquí está la clave: alquileres bajos y la posibilidad de que vecinos y personas con grandes ideas puedan desarrollar pequeñas actividades y proyectos colectivos dentro del barrio.
MERCADO DE SAN FERNANDO
Estaba al borde de la desaparición: el 50% de los locales habían cerrado y las necesidades de los habitantes de la zona ya no eran las mismas. "En Lavapiés ya no sólo había hippies", bromea Fernando, diseñador gráfico. Él es otro de los vecinos que han estrenado local hace poco. El pasado sábado inauguró su cafetería, Carmen, en la que ofrece muffins, quiches y su especialidad: las tartas de chocolate, queso con arándanos y zanahoria. Y de momento no le va mal. Su fórmula: la oferta de café y tarta por 4,30 euros.
El vecindario se ha transformado y el perfil del comerciante del San Fernando ha tenido que actualizarse. Pablo es uno de los pocos veteranos que quedan en el edificio. A sus 66 años aún conserva su puesto tradicional de jamones ibéricos y carnes de Castilla, la charcutería Hermanos Ortega, y ya acumula 30 años al frente de este oficio. A su alrededor, la cosa cambia.
Paloma, treintañera de la tienda de alimentos ecológicos La repera, es filóloga. Sin embargo, lleva ya unos meses ofreciendo compotas, mermeladas y cestas de frutas y verduras a sus clientes. Los fines de semana el producto estrella es el zumo. Todo natural. Y ecológico.
A escasos metros se encuentra La fruslería de Estrella, una chica de 35 años que hasta ahora trabajaba en el mundo de la tele. Un establecimiento dedicado a los productos artesanales y a la literatura ‘alternativa', donde se pueden comprar patucos Converse de ganchillo, broches, cuadernos forrados con telas africanas que traen los vecinos y todo tipo de objetos realizados con material reciclado. También organiza talleres.
En la esquina opuesta está la bióloga, Susana, de 37 años. Cambió su profesión por la venta de libros de segunda mano. En su báscula pesa cada ejemplar y, como si fuesen tomates, en función de los kilos que marque la aguja establece su precio, hasta un máximo de 8 euros. "Comerciamos con la huella ecológica del libro, en función de la materia". Recuerden: es bióloga.
El domingo es, con diferencia, el día estrella del mercado. La cercanía con el Rastro de Madrid ha hecho del San Fernando un lugar atractivo para los amantes del aperitivo, el vermú y los zumos. Porque van, sobre todo, muchas familias jóvenes, con niños. Y por eso Pablo, el charcutero, no ha notado la metamorfosis del mercado en su negocio, que va "como España", porque estas nuevas familias vienen "a beber" y sus clientas, sus "abuelas", "no se van de botellín".
MERCADO DE SAN MIGUEL
Es esta cultura de tapeo la que también se ha instalado en el mercado de San Miguel, reformado y reconvertido en un lugar turístico-gastronómico desde hace casi cuatro años.
En el San Miguel no se escucha a nadie pidiendo un "cuarto y mitad". En el San Miguel hay excursiones de turistas. Hay portugueses que recomiendan probar la ‘amarguinha' del Café del mercado, regentada -cuentan- por otro portugués. También puede aparecer Carlos de Inglaterra junto a Camila para probar uno de los helados de La yogurtería (que aún luce la foto de aquel momento sobre el mostrador). Y Eva Longoria. Allí estará Borja para ofrecerles los helados de yogur natural hechos con leche fresca de Lleida, mermeladas de Italia y un surtido de toppings a elegir.
También es posible encontrarse con una de las hijas de la Preysler y que Ana explique después qué fue lo que tomó. Ella, desde su puesto de vinos ecológicos ubicado en la zona central del edificio, habrá visto eso y más. Entre sus vinos, por cierto, algunos calientes para contentar a los guiris y todos ellos, sin distinción, elaborados en Madrid. Ahora se están "dando a conocer aquí", aunque antes ya habían exportado al exterior.
El precio competitivo del mercado atrae, sobre todo, a hombres y mujeres de entre 30 y 50 años de edad. Es el caso de Amparo, que prefirió celebrar su 36 cumpleaños junto a una amiga "sin comer mucho", pero en un sitio especial. En un mismo bar no es posible degustar una tapa de comida japonesa, otra de bocadillos de butifarra de trufa y una última de paella a la vez que se pasea por el local buscando la bebida que las acompañe. En el interior del San Miguel sí, y eso es lo que más gusta de él.
Los clientes acuden llamados por la variedad, la calidad y el toque ‘gourmet', y la idea ha encajado bien. No en vano hay hasta una tienda de recuerdos con el logo del mercado para los más ‘fans'.
MERCADO DE SAN ANTÓN
El mismo concepto conservando aún un cierto aire de mercado tradicional es el que ha emulado el mercado de San Antón. Situado en el barrio de Chueca, cuenta con tres plantas superiores, dedicada cada una a un tipo distinto de actividad, y una planta baja, en la que se encuentra un Supercor.
En la primera planta está el mercado en sí: con el pescadero y el carnicero de antes de la remodelación, una frutería con algunos ingredientes y frutas exóticas difíciles de encontrar en otro lugar, un puesto de hamburguesas... Pero lo que vuelve a atraer al público está en la planta número dos. Los amantes del aperitivo vuelven a sustituir su tasca habitual por la variada oferta que hay aquí. "Ha cambiado nuestros hábitos", reconoce una pareja formada por una ingeniera y un programador.
En este piso vuelven a aparecer distintos negocios con productos de todas las nacionalidades y sabores, platos ‘delicatesen'... Disponibles para tomar o llevar. Eugenia, del puesto de cocina griega Delítaca se atreve a comparar su mercado con el de San Miguel: "Es mejor". "La gente del barrio compra, sube y pica". La combinación ideal. Algunos visitantes se suman a este debate, confirman que en este centro no hay tantos extranjeros y aprovechan para hacer defensa de lo español: "Es más nacional y de momento es mejor".
El mercado lo cierra en la parte alta un restaurante con terraza y el broche lo pone la música (sobre todo pop anglosajón) que suena por todo el espacio a través del hilo musical.
Después de todo esto parece complicado contestar a una pregunta: ¿Qué fue antes, el mercado o el nuevo consumidor? A juzgar por el éxito de estas tres propuestas, todo hace pensar que el usuario, el cliente, ya estaba allí. Sólo necesitaba que alguien pusiera el lugar, las tapas y el vermú.
Un interesante y gran articulo de la curiosidades de madrid de los grandes enprededores enorabuena
Interesante información, curiosos sitios que visitar en Madrid y el trasfondo de la reinvención para seguir adelante:)
Interesantísimo artículo, a los que nos gusta el Mercado de San Miguel nos va a gustar mucho conocer estos otros dos. Y también nos gusta saber del empeño de la gente por vencer las malas crisis.
Gran articulo
Un gran artículo,tanto en la información útil para los que buscan nuevas ideas de negocio u ocio en su ciudad o como visitante que descubrirá más rincones con sabor donde dar nuevas experiencias a sus sentidos ; )
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