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Bancaja: Sorolla se va, ¿Spencer se queda?

JORDI PALAFOX. 01/03/2010

Tras tres años de marcha triunfal, Joaquín Sorolla -los inmensos paneles de su discutible Visión de España- ha vuelto a la Hispanic Society. Serán, una vez acometida su siempre retrasada restauración, mostrados de nuevo al escaso público que visita su caserón de Washigton Heights a partir de mayo... 

Han sido unos meses de relevancia innegable para la potenciación de la imagen de Bancaja, que, está vez sí, ha conseguido que su Fundación contribuya a dar un paso de gigante en lo que es su único futuro: luchar por llegar a ser una entidad tan visible como potente en el mapa español, no quedándose en mero referente regional como es hoy por más que no guste oírlo.

El fin del periplo Sorolla hace más visible todavía los retos a los que se enfrenta la primera entidad financiera de la Comunidad Valenciana. Es reconocido por todos los expertos que 2010 va a ser un año difícil y complejo para el sector. Pero en el caso de Bancaja su situación requiere la adopción de medidas aún más drásticas si se frustra, como es harto probable, esa fusión con la CAM que el conseller Camps se empeña en radiar como si se tratara de un partido de fútbol.

Sin duda, como al resto del sector, es mucho lo que queda por sanear en su balance. Y no será fácil responder a los latigazos del mercado en forma de aumento de la mora, restricciones de liquidez o diferencial en las renovaciones pendientes, ni a los rumores inducidos por sus directos competidores. Pero, aun con ello, el interrogante capital es qué se quiere que sea Bancaja dentro del sistema financiero español y europeo en el horizonte de 2020. O, incluso, de 2030.

Y aquí no caben opciones intermedias: o el camino que simbolizaría Sorolla o el que ejemplifica Carlo Pedersoli (Bud Spencer) y la ordinaria elección publicitaria que viene realizando la entidad con el único objetivo de llamar la atención e ignorando cualquier otra (cual sería fijar su público objetivo, mejorar su reputación o no provocar el rechazo en otros segmentos de clientes).

Sus rectores actuales tienen que elegir entre contribuir a convertirla en una de las entidades punteras del sistema financiero español aunque ellos no recojan los frutos (tampoco lo hicieron quienes imaginaron el periplo Sorolla) o mantenerla como caja de ahorros local con el nuevo estatuto jurídico que resulte de la crisis del sector.

Entre lo uno y lo otro no hay nada. Y entre ambos hay la misma distancia que entre el reconocimiento a Sorolla por parte de Sargent, Boldoni y la Exposición Universal de Paris de 1900 y la calidad que la crítica concede a los spaghetti westerns del derrotado candidato de Forza Italia.

Pero como supongo que confirmaría Tomás Llorens, no obtuvo Sorolla su reputación y status sin duros sacrificios, continuado esfuerzo y destacadas renuncias (aceptando, por ejemplo, pintar por dinero los tan visitados paneles). Desde luego, no alcanzó su posición con los valores de los spots frikis que ha elegido Bancaja y que ilustran los mamporros del octogenario Spencer, resucitado sin que uno acierte a saber por qué después de más de un tercio de siglo desaparecido.

Ése es, en mi opinión, el desafío principal que tienen ante sí Aurelio Izquierdo y José Luis Olivas. Y por la respuesta que le den figurarán de una u otra forma en la historia de la entidad.

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