Comparte esta noticia

• Tweet
• meneame

Otras noticias

• España quiere devolverle la moneda a Francia
• El Villarreal busca trasladar a Europa su buen arranque en Liga
• Un golazo de la Roma sorprende al Barça

VALENCIA. El de la Fundación Valencia CF va a ser el segundo marrón que el Consell de Alberto Fabra tendrá que tragar procedente de las pasiones deportivas del expresidente Francisco Camps a un coste multimillonario después de que hace ya algo más de un año tuviese que comprar Valmor Sports, la empresa que tenía los derechos de celebración del GP de Europa de Fórmula 1.

En el caso de la F1, la Generalitat tuvo que acabar quedándose una empresa privada en la que sus socios no hicieron aportaciones de capital y solo acumularon deuda con el propio Gobierno valenciano. Pero la compra de Valmor no fue lo peor. Lo realmente grave fue tener que asumir el contrato con Bernie Ecclestone, con unas condiciones draconianas, que imposibilitan de facto su ruptura bajo pena de una indeminización mayor que el canon total que tiene que pagar la Generalitat por organizar la carrera.

Ese juguete de Camps se rompió, pero además el expresidente se encargó, un día antes de dimitir, de dejar atado el acuerdo en mejores condiciones para Ecclestone (más canon y más tiempo) y para los socios de Valmor, especialmente para Bancaja, a la que liberó del aval que le obligaba a pagar los derechos de organización de GP si no lo hacía la empresa. A partir de ese momento esa obligación recaía sobre la Generalitat.

El segundo juguete roto es el Valencia CF. De nuevo el Gobierno de Camps avaló a una fundación a todas luces incapaz de generar fondos, para pedir un crédito que no iba a poder devolver. Cuando se ha hecho evidente esa situación, de nuevo es el Consell de Fabra el que tiene que lidiar con una situación que nunca debió producirse. Por ley, a la Generalitat no le queda más remedio que reclamar las acciones del Valencia CF y pagar los 86 millones que le debe la Fundación a Bankia.

Centenares de millones de euros que tiene que pagar la Generalitat por dos proyectos en los que jamás debió entrar (avalar clubes de fútbol y organizar carreras de Fórmula 1). Mientras, los impagos de cosas realmente importantes, como la dependencia, los colegios o las farmacias, siguen al orden del día.