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LA OPINIÓN PUBLICADA

La política como profesión: ¿dónde quedaron la pasión, la responsabilidad y el criterio?

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA . 13/01/2013 "Casi cien años después de que el sociólogo alemán Max Weber analizara los rasgos que debían caracterizar a los políticos profesionales, no puede decirse que la mayoría se ajuste a estas virtudes..."

VALENCIA.  En una conferencia pronunciada en 1919 en Munich, con Alemania inmersa en pleno proceso revolucionario, el sociólogo alemán Max Weber analizaba los rasgos que caracterizaban a los políticos profesionales, entonces una figura relativamente novedosa en el espacio público. Según Weber, tres eran las virtudes que, convenientemente entrelazadas, propiciarían una labor del político que resultase socialmente beneficiosa. Por un lado, la pasión política, pero no una pasión desaforada, sin rumbo ni objetivos, sino una pasión canalizada por el sentido de la responsabilidad del político.

Este sentido de la responsabilidad, catalogado como segunda virtud fundamental, permitiría encauzar adecuadamente las energías y el entusiasmo del político en beneficio de la sociedad. Finalmente, Weber estima fundamental un tercer elemento: el criterio, definido por Weber como "la capacidad de dejar actuar a la realidad sobre uno mismo manteniendo la cohesión y la paz interiores, es decir: la capacidad de mantener distancia frente a las cosas y a las personas".

Carlos Fabra, y su hija Andrea, diputada nacional

Casi cien años después, lamentablemente, no puede decirse que la mayoría de los políticos profesionales se ajuste a estas características. En cualquier caso, la noción que se tiene en España de lo que es un "político profesional" ha adquirido ribetes cada vez más negativos, conforme los ciudadanos percibían que los políticos profesionales, en España, lo eran no por su capacidad, ni por su afán por dedicar su vida al servicio público, sino más bien por lo contrario: que se dedican a la política porque no podrían dedicarse a otra cosa (no, al menos, con condiciones igual de ventajosas). Y que su afán es por poner los medios públicos a su servicio, y no al revés.

Esta visión de las cosas, naturalmente, corresponde a una percepción excesivamente cáustica y negativa respecto de lo que representan los políticos profesionales. Una percepción que se ha visto exacerbada, como tantas y tantas cosas, por la crisis económica. Por la constatación, en plena crisis, de que la política puede ser rentable. Y que, además, los que ocupan los puestos, muchas veces, lo hacen sin suficiente capacitación profesional, o sin capacitación de ninguna clase.

ASESORES QUE ASESORAN... A SU PARTIDO

Una noticia recientemente publicada en Valencia Plaza, que tuvo una repercusión más que significativa en Internet, anunciaba los planes del Ayuntamiento de Valencia para recortar la retribución de los asesores adscritos a los diferentes grupos políticos. Estos asesores son puestos como ejemplo, desde hace años, en similares reportajes, comentarios, análisis y debates en los medios de comunicación convencionales y en Internet. Como mal ejemplo.

Barberá junto a varios ediles en una visita al cauce

Entre otros factores, porque la batalla interna (en el partido, y haciendo méritos para los jerarcas del partido) es lo que les garantizará en el futuro continuar ocupando estos puestos, o quién sabe si puestos mejores.Los sueldos que cobran estos asesores resultan llamativos por su generosidad: 4.100 € brutos mensuales. Mucho más de lo que es habitual en este tipo de figura. Pero lo criticable del asunto no es tanto el sueldo, sino el tipo de personas que lo cobran (en el Ayuntamiento de Valencia y en muchos otros lugares).

Esos puestos se reservan, en muchos casos, a personas que, realmente, trabajan para su partido político, y no para los ciudadanos. Que son militantes del partido e incluso, en algunos casos, estaban en las mismas listas electorales en las que resultaron elegidos los concejales de su partido para los que teóricamente trabajan. Personas que no tienen un perfil profesional afín a las materias sobre las que supuestamente asesoran, y que dedican su tiempo a trabajar en y para su partido político.

POLÍTICOS, PROFESIONALES Y PROFESIONALES DE LA POLÍTICA

La pésima valoración de la clase política entre la ciudadanía española sustenta la tentación de, directamente, sustituir a los políticos profesionales por su supuesta antítesis: el técnico apolítico, especialista, a quien se le confía la gestión de un sector concreto por sus méritos, y no merced a algo tan banal como el voto ciudadano (arrúguese la nariz en gesto de desagrado, como si fuésemos Mario Monti). Es decir: la vieja disyuntiva entre tecnocracia y democracia, que aparece en las sociedades occidentales conforme la sociedad de públicos, nacida de las primeras revoluciones burguesas del XVIII, va convirtiéndose en sociedad de masas.

Rubalcaba charla con Durán i Lleida

A partir del momento en que las masas irrumpen en política, las clases sociales que hasta ese momento detentaban el poder comienzan a preocuparse por la posibilidad de que los políticos elegidos por las masas puedan ser irresponsables o ineptos en su toma de decisiones; y, por lo tanto, postulan como alternativa la cesión de cada vez más cuotas de poder en manos de técnicos especializados, alejados de las "garras" de los políticos (pero no, por supuesto, de las no menos atenazantes garras de las clases dirigentes a las que estos técnicos habitualmente pertenecían).

Pero la discusión, a mi juicio, no es esa. Y ni siquiera habríamos de contentarnos con buscar la manera (que no puede ser sólo económica) de hacer la política más atractiva para aquellos profesionales, con formación especializada, que puedan ofrecer sus conocimientos en campos en los que tienen mucho que aportar. Es también necesario, a su vez, contar con una ciudadanía más vigilante, más exigente con sus representantes, que impida la reproducción ad eternum de un modelo de dirigentes que parecen guiarse por intereses personalistas, y no por el bien común. Porque sólo así garantizaremos que aquellos que se dediquen a la política, sean profesionales dedicados en exclusiva a ello o no, lo hagan según criterios altruistas, en beneficio de todos.

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#prayfor... Llámalo X

Esta semana ha aparecido un proyecto de partido político que intenta recoger parte de este descontento ciudadano que es, en muchos, directamente desaliento respecto de los partidos políticos tradicionales. Por ese motivo, se presentan con el nombre de "Partido X", supuestamente ajeno al debate ideológico; se presentan con un spot protagonizado por actores y sin identificar a los promotores del partido; y se definen como un partido, en principio, antipolítico, cuyo objetivo no es conseguir representantes para desarrollar políticas, sino emplearlos como vehículos de denuncia de las instituciones en las que participarían.

Los medios de comunicación han criticado mucho el anonimato de sus promotores. Personalmente, creo que dicho anonimato es un acierto, al menos en un período inicial. Porque responde a la filosofía de la iniciativa (que no pretende vincularse con la política tradicional, sino con sus referentes opuestos, como el #15M), y porque desactiva los previsibles intentos por abortar el proyecto por la vía de criticar a quienes lo representan, catalogarlo ideológicamente y encontrar los oportunos intereses creados que supuestamente subyacen detrás.

Pero sí que parece un error, en cambio, el empecinamiento en llevar esa "antipolítica" hasta sus últimas consecuencias. Un error que evidencia las múltiples insuficiencias de la propuesta. La participación en las instituciones sirve para facilitar la vida de los ciudadanos a los que se representa. Para adoptar decisiones que resulten útiles, si es posible merced a un proceso de discusión mínimamente racional y validado democráticamente. Limitarse a funcionar como un partido antisistema no es sólo demasiado cómodo. Es, sobre todo, demasiado poco.

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Guillermo López García es profesor titular
de Periodismo de la Universitat de València
@GuillermoLPD

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2 comentarios

14/01/2013 04:07

Buenos días : La pasión,la responsabilidad y el criterio se perdieron en el mismo momento en que la corrupción.los intereses creados y la falta de moral en la "cosa pública y privada" lo invadiera todo.- Atte Alejandro Pillado Rio verde 2013

Lucas escribió
13/01/2013 18:19

Ciudadanos eligen candidatos - y les pagan - para gestionar instituciones públicas dotadas de profesionales que ganan su plaza por concurso de méritos. Ese es el paradigma teórico. Puede ocurrir que el electo sea incapaz de honrar el cargo y necesite muletas (asesoramiento). ¿Por qué narices debe costear su inepcia el erario público? Si necesita "carromeros", lo propio es que se los facilite y pague su partido. Obviamente, descenderá su número y su coste. ¿No es así como sucede en UK? Al menos, así es como se refleja en "Sí, ministro". Salud

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