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“Los empresarios tiene la llave del cambio de modelo económico”

26/02/2010 Stefano Zamagni pronunció esta semana en Valencia la conferencia “Reciprocidad y fraternidad: El papel de los sentimientos en la economía”, en la 5ª sesión del Seminario ÉTNOR


 
Para Zamagni, el problema de la economía y la empresa actual no es la falta de recursos, sino saber aprovechar al máximo el talento y conocimiento de las personas.
 
“Los problemas económicos del presente no se pueden resolver con el marco conceptual del pasado”. Con esta idea iniciaba ayer Stefano Zamagni, catedrático de Economía Política de la Universidad de Bolonia, su conferencia en la que analizó las bases de la Economía Política y las necesidades de la economía en la actualidad.
 
Para Zamagni, los problemas de hoy ya nos son problemas de falta de recursos, problemas entre el hombre y la naturaleza. “Los problemas económicos de hoy son problemas relacionales de los seres humanos”. “Tenemos multitud de recursos, pero no sabemos cómo utilizarlos”.
 
Zamagni explicó esta idea basándose en tres paradojas fundamentales del siglo XXI; la paradoja de la felicidad, la paradoja de la desigualdad y la paradoja del modelo taylorista. La paradoja de la felicidad la planteó en 1974 Sterling, quien afirmaba que después de un determinado nivel de renta, a mayor renta menor es la felicidad. En segundo lugar, la paradoja de la desigualdad tiene que ver con la cuestión de que cada vez hay más riqueza, y sin embargo las desigualdades van en aumento.

Por último, la paradoja del sistema taylorista ha mostrado que ya no es posible este sistema de organización basado en un modelo piramidal donde la base de la organización no aporta más que fuerza productiva. En el momento actual, para ser competitivo es necesario que todos los miembros de una empresa tengan un peso en la misma, y “el empresario que no adopte este sistema está condenado al fracaso”.

“Difícilmente los esclavos –apuntó Zamagni- aportan nada a la organización”. “Si queremos aprovechar al máximo el conocimiento tácito de nuestros empleados, tenemos que saber establecer relaciones recíprocas con ellos, porque puedo obligar a una persona a llegar a las 8 de la mañana al trabajo, o a estar 8 horas en la oficina, pero no puedo obligarlo a que deposite sus mejores ideas, su capital intelectual en la organización”. “La única forma de aprovechar el conocimiento tácito de las personas –afirmó el ponente- es a través de la reciprocidad”.
 
Desde estas tres paradojas, la cuestión es “cambiar los esquemas mentales de la gente hacia un nuevo modelo, y eso lleva trabajo y tiempo, pero acabará imponiéndose por necesidad”. Zamagni esquematizó este nuevo modelo en tres principios básicos. Los dos primeros principios son el del cambio equivalente y la distribución.

En el principio del cambio equivalente se basan las relaciones de mercado y es “un principio fundamental, porque sin él no es posible la eficiencia, y la eficiencia es un fin necesario en las sociedades capitalistas en las que vivimos”. Y el segundo, el de la distribución de la riqueza, es el principio del que se ocupa el Estado, y también es fundamental para tener sociedades justas. Toda la Economía Política se ha basado en estos dos principios, pero “no son suficientes en la era de la información y el conocimiento”.

Para Zamagni, “es necesario combinar estos dos principios con un tercero, que es el principio de la reciprocidad, en el que se basa la Economía Civil”. Los primeros dos principios están basados en una relación de deber y derecho, de derechos de propiedad y deberes de cumplimiento de lo negociado. La reciprocidad, sin embargo, se basa en una relación de don, de gratuidad entre las personas.

A ayuda a B con la expectativa de que cuando necesite algo, B le devolverá la ayuda. Si B no es recíproco, se trunca la relación. Las relaciones de reciprocidad no se basan en la ley, no se puede obligar a ellas, “pero es la única manera de obtener el conocimiento de las personas, lo mejor de cada uno”.
 
En definitiva, concluyó Zamagni, el olvido de este tercer principio da respuesta a las paradojas planteadas, ¿Por qué no somos felices con tantos recursos? Porque la felicidad está ligada a la reciprocidad, y “algunos economistas, no inteligentes –apostilló Zamagni-, han confundido utilidad con felicidad, y la felicidad depende de la relación con los otros, no de la acumulación de cosas”. Del mismo modo, el problema de las empresas hoy no es un problema técnico, sino un problema relacional. No se transmite el conocimiento tácito de la gente por falta de reciprocidad en el grupo.
 
Para Zamagni, la llave del cambio, “la minoría profética” de hoy, son en los empresarios, ellos son lo que pueden poner en práctica este modelo y demostrar que funciona, que es posible, que es el adecuado, y servir de ejemplo para los demás.

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