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Política como profesión

JORDI PANIAGUA SORIANO. 18/12/2012

La Economía Débil

Jordi Paniagua

Ingeniero de Teleco y Economista. Profesor en la @ucv_es
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VALENCIA. Imagino que el señor Fabra ha estado releyendo estos días la conferencia que en 1919 impartió Max Weber ante sus alumnos en Munich titulada 'Politik als Beruf' ("Política como profesión"). De un plumazo el Consell ha pasado de "vivir de" a "vivir para" la política: la mitad de los ocho miembros del nuevo Consell han desarrollado alguna actividad relevante fuera del ámbito político con salarios muy por encima de los que percibe un conseller.

La política ejerce un escaso poder de atracción sobre los profesionales altamente cualificados. Las razones hay que buscarlas principalmente en la prima salarial, el escaso reconocimiento social y el riesgo de desconexión profesional. Tampoco ayuda el hecho que la mayoría de los fichajes estrella de los partidos se han ido estrellando o apangándose tenuemente uno tras otro.

Las barreras de entrada que afectan a los expertos más cualificados crean un incentivo para la perpetuación de la incompetencia. La representación política, o al menos la que además tiene responsabilidades de gestión, está hoy en día sesgada negativamente y proliferan profesionales de la política en vez de políticos profesionales.

Que política es una profesión es incuestionable. Pero es una profesión que obedece a unos parámetros ligeramente distintos al resto. No adaptar la política a esta realidad social y económica es una buena receta para perpetuar el aurea mediocritas.

Con una retribución más objetiva, transparente y flexible se ampliaría positivamente el espectro de la representación social en el arco parlamentario. El problema no es que lo políticos cobran mucho, si no que no cobran en función de valía profesional. El mercado, como mínimo, es igual de ciego que sus señorías a la hora de fijar los salarios y elimina la arbitrariedad que surge de la auto-asignación de los sueldos por parte de un club cerrado. Por ejemplo, no nos extrañamos cuando los clubs de fútbol pagan sueldos millonarios ya que es extremadamente complicado disputar la liga (y no digamos la Champions) sin los mejores en plantilla.

Pero el problema no reside únicamente en el salario. Del mismo modo que las multinacionales cuidan el retorno del ejecutivo expatriado, deberíamos ofrecer una salida digna al expolítico y reconocer su experiencia como un valor profesional. La ausencia de barreras de salida es una condición indispensable para eliminar las barreras de entrada.

No podemos pretender ser un país competitivo si nuestros representantes no lo son. Es difícil elevar la exigencia y la responsabilidad en política sin un sistema retributivo que premie el mérito y valore el trabajo. Mientras la política siga alejando sistemáticamente a los mejores profesionales será difícil obtener resultados excelentes.

La Economía Débil

Jordi Paniagua

Ingeniero de Teleco y Economista. Profesor en la @ucv_es
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1 comentario

Gero escribió
18/12/2012 22:58

Bueno bueno... ¿eso de las salidas profesionales se lo han contando a Zaplana, Rato, Aznar, González...? porque para ellos no ha existido ese problema y no ha sido precisamente por aptitud o experiencia. ¿Porqué será? Según parece, bajos salarios = corrupción, por lo que si pagáramos a los políticos o cargos por su valía...si cobraran algo sería en comisiones. La función pública, entiendo, es vocacional en la misma manera en que sanidad y educación no deben estar sometidos a criterios de rentabilidad. Estoy de acuerdo en lo general, que deberíamos pagar la valía. Pero el mismo sistema endogámico partidista impide el acceso de estas personas a los cargos. ¿qué significa profesionalizar y en qué ambitos? Esto de los técnicos, por ejemplo. ¿Cuánta cualificación hace falta para sumar un presupuesto y darse cuenta de que las cuentas no salen? Hay grades empresarios sin cualificación ninguna. Pero lo que es difícil encontrar es alguien que no se arrodille ante el interés del partido o que no coloque a la gente con el ánimo de perpetuarse. Para eso sólo es necesario ser honrado. Y otra: ¿cuántos políticos hacen falta? ¿Necesito que el alcalde de una población de 100mil o 200mil o 300 habitantes tenga opinión sobre el aborto, el matrimonio gay, la guerra de Irak o la liberalización de las drogas?¿No lo haría mejor un administrador de fincas?¿No podría existir una carrera profesional de gestor público, independiente de los partidos, para aquellos puestos en los que la ideología no es necesaria? Me estoy metiendo en muchos charcos, en general la idea me convence: pagar la valía.

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