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Entrevistamos a Rubén Yessayan

15/12/2012 Entrevista exclusiva con el pianista madrileño, flamante protagonista del reciente álbum de Verso dedicado al 'Primer Libro de Preludios' con motivo del Año Debussy

VALENCIA. El pianista madrileño de origen armenio Rubén Yessayan (1978) es uno de los descubrimientos del año: su reciente álbum en el sello Verso (VRS 2115) dedicado al Primer Libro de Preludios en el Año Debussy, nos muestra un programa heterodoxo e imaginativo -el Primer Libro de Preludios y El rincón de los niños- que rivaliza en frescura y poesía con los Debussy de Crossley o Lubimov a la par que revela el talento mayúsculo de un teclista polifacético, abierto y  exigente que en estos momentos se afana en preparar una segunda entrega para 2013 con motivo, precisamente, del centenario de la creación del Segundo Libro. Con él hablamos a continuación de la música del heroico maestro, del mundo visto desde el piano y de las veleidades del arte (y de la vida).

P.: ¿Cómo se conocieron usted y el sr. Aquiles? ¿Fue un encuentro casual o convenido?

R.Y.: Si he de ser sincero, no recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que escuché una obra de Debussy de manera consciente, por tanto el primer encuentro debió de ser casual. Se podría decir que no fue un amor a primera vista sino que su música fue haciéndose poco a poco un lugar en mi alma musical, que según dicen es la manera en que se desarrollan las grandes historias de la vida. En mi caso es verdad; hoy por hoy no entiendo mi relación con la música en general sin la obra del genio francés. Empezó como una mera atracción a la belleza y el placer sensorial que provocan sus variadas armonías y texturas, y a lo largo de los años se ha ido elaborando una relación mucho más cercana y completa, donde la belleza es el fin último de un largo proceso creativo donde lo emocional y lo intelectual van siempre de la mano. Claude Debussy fue sin duda no sólo un gran creador, sino también un gran pensador.

P.: "New York, New York", dice la canción… ¿Usted también se enamoró de la Gran Manzana?

R.Y.: ¡Por supuesto! La segunda vez que estuve allí de turismo (la primera vez era demasiado pequeño ) supe que tenía que vivir allí; no sabía cómo ni cuando, pero era algo que iba a ocurrir antes o después. Es una sensación muy fuerte que no es fácil de explicar. Es algo más que una corazonada, es la sensación y la convicción casi irracional de que debes hacer algo que va a ser fundamental para tu vida. Afortunadamente el tiempo me dio la razón. Es una ciudad cuyo ritmo te engancha desde el primer segundo; es vibrante, enorme, intensa, pero también puede ser inquietante y un tanto esquizofrénica. Es como un gran microcosmos, reflejo de lo mejor y lo peor del ser humano, lleno de contrastes sociales, culturales y económicos que merecen la pena ser vividos y experimentados. En Nueva York todo es posible, y vengas de donde vengas sientes que perteneces y al mismo tiempo tienes una permanente sensación de soledad. Quizás lo que más atrae de un sitio así es el desafío, no ya de triunfar, sino de sobrevivir una ciudad que te pone al límite en todos los aspectos. Como dice la canción que citabas en la pregunta “If I can make it there, I can make it anywhere”.

P.: Además de pianista, es usted gestor y compositor. En Nueva York fundó el 'Manhattan Piano Project' y desde 2007 dirige el Festival Internacional de Música 'Villa de Medinaceli'… ¿Cómo hace para multiplicar sus dedos?

R.Y.: Eso mismo me pregunto yo a veces, teniendo en cuenta que siempre me ha costado bastante organizarme; soy un tanto caótico y suelo procrastinar. Supongo que la clave de poder hacer muchas cosas es no querer hacerlo todo a la vez. Hay un momento para cada cosa y para mí es importante afrontar los días de uno en uno, sin agobios ni estrés, aunque esto a veces es inevitable. Todas las cosas que hago son muy importantes para mí, porque cada una me permite explorar facetas y perspectivas diferentes de lo que supone ser músico, artista y ser humano. Siempre he tenido el modelo humanista como medio y modo de vida en todo lo que hago. Tan importante es para mí la relación conmigo mismo como la relación con el mundo que me rodea; no entiendo lo uno sin lo otro.

P.: A menudo nos preguntamos por los compositores a través de sus intérpretes, el eterno debate ente idiomáticos y libérrimos: el Albéniz de Larrocha, el Bach de Casals, el Mahler de Kubelik… ¿Cómo es el Debussy de Rubén Yessayán?

R.Y.: Bueno, la verdad es que creo que esta pregunta debería ser respondida por críticos y oyentes, que son los que realmente mantienen el debate que mencionas. Lo importante no es si una interpretación es mejor que otra, juicio que por otro lado es siempre subjetivo, sino tener la posibilidad de que esas distintas interpretaciones existan. Por mucho que como intérprete uno vea las cosas a su manera, uno debe tener la inquietud y humildad de ver una misma partitura desde perspectivas muy diferentes. Uno debe aceptar distintas interpretaciones sin prejuicios y desde el respeto. En el caso de este disco que he sacado a la luz este año, mi intención siempre ha sido observar e intentar reproducir la partitura con la mayor honestidad posible y ver si era posible reproducir con frescura y ciertos aires de novedad una música que en 2010 cumplió 100 años de historia. He intentado mostrar todas las distintas facetas no sólo del compositor sino también de la persona. Pero como he dicho antes, si lo he conseguido o no es una pregunta para los críticos y oyentes; así como definir si mi interpretación tiene su sello propio en comparación con otras versiones, ni mejor ni peor, sencillamente diferente. Musicalmente hablando ya he dicho lo que tenía que decir y lo único que puedo prometer es que he sido sincero desde la primera hasta la última nota.

P.: Aunque los Preludios son la piedra de toque de numerosos pianistas, El rincón de los niños se antoja una página bastante menos frecuentada. ¿Qué le llevó a emparejarla con el primer libro? ¿Fue una cuestión meramente pragmática?

R.Y.: Hay varias razones que me llevaron a emparejar los Preludios con la maravillosa suite Children´s Corner. Como bien dices es una música bastante poco frecuentada, pero no por ello de menor calidad. En primer lugar, se trata de la última obra escrita para piano anterior al primer libro de Preludios. Es más, me atrevería a decir que algunos preludios están compuestos o “imaginados” en la misma época en que fue compuesta esta suite. Por otro lado, entiendo el Children's Corner (voz anglosajona original de El rincón de los niños [Ndel A]) no como una suite de piezas para niños sino que la interpreto como la mirada de un adulto al inocente mundo imaginario de los pequeños. Debussy mismo era un adulto con alma de niño, y como profesor, además de intérprete que soy me interesaba mucho explorar este mundo. Por último, algo de pragmatismo ha habido, ya que el tiempo que se tarda en tocar ambas colecciones me parecía ideal. Se puede escuchar el disco completo en una sola audición sin que llegue a resultar pesado creo yo, algo a lo que contribuye el contraste estilístico y de carácter que se da entre estas dos colecciones.  

P.: A la hora de trabajar cada uno de los Preludios, ¿ha tenido en cuenta los programas de las obras o ha preferido hacer como que no los conocía?

R.Y.: La cuestión de los programas de las obras en los Preludios siempre es un tanto espinosa. En mi opinión ésta no es música programática como se entiende en el contexto del siglo XIX. Mi intención va más en la línea de las concepciones impresionistas y simbolistas de representación. Debussy no reproduce lo que ve, sino las emociones que le sugieren esas visiones. En las notas del disco le denomino "el visionario ilusionista". Creo que en el estudio de estas obras es importante trabajarlas desde ambas perspectivas. Por un lado, atendiendo exclusivamente a criterios de lenguaje musical, y por otro, visionar estas piezas desde el punto de vista que Debussy nos sugiere al final de cada pieza, que nos llevan a investigar las correspondencias emocionales e intelectuales que se dan en su pensamiento entre los mundos de la música, la pintura, la poesía y la narrativa. Debussy hizo suyo el ideal Baudeleriano: “Les parfums, les couleurs et les sons se rèpondent”.

P.: Por cierto, y ya que estamos, ¿para cuándo los doce Preludios restantes?

R.Y.: Pues con un poco de suerte para el 2013, cuando se cumplen además 100 años exactos de la composición del segundo libro. Por supuesto, irán acompañados de algo más, y aunque ya lo tengo decidido, de momento prefiero guardarlo en secreto.

P.: Usted le ha dado a casi todo: de Mozart a Enrique Igoa, de Khachaturian a  Cage. Y ahora un estupendo Debussy. ¿Le gustaría especializarse en un futuro o prefiere en cambio no ponerle frenos al piano?

R.Y.: Me interesan demasiadas cosas dentro del mundo musical como para especializarme en algún repertorio concreto. Me interesa toda la música que tenga calidad y que vaya en la línea de lo que busco en cada determinado momento; desde los primeros experimentos polifónicos del Medievo hasta las músicas contemporáneas más complejas. Disfruto encontrando conexiones entre músicas de varias épocas, ya que por un lado está la cuestión de los estilos pertenecientes a cada época, algo efímero por su propia naturaleza, y por otro lado está la cuestión del lenguaje musical estrictamente hablando, algo más permanente y que trasciende épocas y estilos. Asimismo me gustan mucho también las conexiones que se puedan dar entre la música y otras disciplinas, que es algo que llevo un tiempo explorando. Es algo complejo y que hay que hacer muy bien. Si se buscan conexiones meramente superficiales, la música y las demás artes pierden valor. Ando en la búsqueda de relaciones y conexiones orgánicas donde diversos conceptos musicales salen reforzados, y creo que gran parte del futuro de las artes se basará en la capacidad de los artistas de expresarse en un ámbito interdisciplinar.

P.: Con la que está cayendo, ¿qué le pedirá Rubén Yessayan a los Reyes Magos?

R.Y.: Para los míos, mucho amor, salud y bienestar, y para el país, mayor justicia social y económica, y en especial que la clase política deje de tomarnos el pelo de manera compulsiva, y empiecen a construir un país desde el talento, la creatividad y la honradez, aunque me parece que esto último sería un milagro que ni los Reyes Magos pueden proporcionarnos. Feliz Navidad.

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